miércoles, 27 de agosto de 2008

Ecos de México en 2666

abarrotero agruras ahí no másalburear
alivianarseamasioamolar ándele
antojitosachichinclesbacanora balacera
batoborlote buey caguama
chale! chamacochambitas chaparrito
chilango chilaquiles chingada chingadero
chingar chisqueterear coger confidenciar
coprero corridos
crujías cuate
deliquios amorososdanzones descontón destazar
dizque escuincle espalda mojada estupas
fríjoles gallinazos guajalote guarura
híjole jalada jalar joto
la mera verdad lana madrearse maquiladora
merolico mesero mezcal migra
mitote monstruo gila mordelones ni modo
niños pepenadores órale pachucos padrote
pendejo pepenar pinche mamón pinga
piojero pollero pollezno potrero
prepa pulque pulquería reacomodos
retebueno rubro sangrón sangronas
tambo teporochos terracería titipuchal
tlapalería verijas zacate zopilotes

De "La parte de los crímenes", 2666 (Anagrama, 2004)
Roberto Bolaño (Chile, 1953 - Barcelona, 2003)

martes, 26 de agosto de 2008

El íntimo placer de leer según André Kertész

Foto de André Kertész[Foto de André Kertész. Nueva York, 1944]

“Ya sea en un jardín, en un autobús, en un café, en una biblioteca o en un salón, en su terraza o en la cama, en el colegio o en la guerra, de pie, sentado o tumbado, el lector está en otra parte: en otro universo y en un tiempo que no es el presente. Está dentro de su lectura, de sus pensamientos, en lo que aprende, en lo que siente, en otro mundo real o en el de la imaginación.”

André Kertész, El íntimo placer de leer
Hasta el 7 de septiembre de 2008
Espai Cultural Caja Madrid de Barcelona

viernes, 22 de agosto de 2008

Sebald y Los emigrados

Los emigrados. WG Sebald. Debate, 2002Los emigrados es uno de los libros que más me ha gustado y conmovido de todos los que he leído este verano bajo los pinos de Yecla. Contiene las historias de cuatro personas allegadas a Sebald que tuvieron que emigrar en la primera mitad del siglo XX por ser judías: su casero en Norfolk Henry Selwyn, su maestro de primaria Paul Bereyter, su tío abuelo Ambros Adelwarth y el pintor que conoció en Manchester, Max Ferber. Sebald indaga en sus vidas, habla con quienes los conocieron y visita los lugares que habitaron.
  • “Vengo a menudo, aquí me siento como si estuviera muy lejos, sólo que nunca sé muy bien de dónde”
  • “Su trabajo lo absorbía por completo. Retrospectivamente se diría que no existió como persona privada, que todo él ya no era más que mera corrección.”
  • “El diagnóstico de Fahnstock apuntaba a una grave melancolía senil combinada con estupor catatónico, pero esto se contradecía con el hecho de que Ambros no mostrara ningún signo de desaliño típico de este estado. Al contrario, cuidaba su aspecto exterior hasta extremos inimaginables. Nunca llegué a verlo vestido con otra cosa que un traje con chaleco y corbata primorosamente anudada. No obstante, siempre daba la impresión, aunque tan sólo estuviera junto a la ventana mirando afuera, de que estuviera invadido de una pena irremediable. No creo, dijo el doctor Abramsky, haberme encontrado jamás con una persona más desconsolada que su tío abuelo; cada una de las palabras que dejaba caer, cada uno de sus gestos, todo su porte erguido hasta el final equivalían en realidad a una petición continuamente reiterada de permiso para ausentarse.”
  • “...y lo que ocurre en el llamado mundo real ya no me interesa para nada. No cabe duda de que ahora, en cierto sentido, estoy loco, pero como quizá usted ya sepa, estas cosas no son más que una cuestión de perspectiva.”
  • “...pero el tiempo, continuó Ferber, es una escala muy insegura, es más, no es otra cosa que el rumoreo del alma. No hay pasado ni futuro. En todo caso, no para mí.”
W. G. Sebald (Baviera, 1944-Inglaterra, 2001)
Los emigrados (1993)
Traducción de Teresa Ruiz Rosas
Debate, 2002 / Anagrama, 2006

miércoles, 20 de agosto de 2008

De nuevo en casa

Vuelvo a Barcelona en tren acompañada por Roberto Bolaño. Voy absorta en la lectura de 2666 mientras a mi izquierda el paisaje desfila suavemente. Hasta que levanto la vista y descubro que la persona que está sentada a mi derecha, al otro lado del pasillo, también lee a Bolaño. Inquieta por la casualidad intento averiguar -¡necesito saberlo!- de qué libro se trata, aunque por su espesor sé que la coincidencia no será total. Finalmente descubro que su compacto Anagrama es El gaucho insufrible y puedo seguir leyendo tranquila.

domingo, 17 de agosto de 2008

Pasajes de Yecla

Capítulo IX
Otra vez mi pueblo

“A lo mejor Hécula no es como yo la veo. A lo mejor es un pueblo apacible, con un jardín municipal, una balsa donde los peces cazan miguitas de pan y raspas de sardinas. Es posible que el suelo de Hécula no sea seco y duro como un mendrugo en el talego de un vagabundo, sino tierno y aromado como el pan que sale del horno con las hojas de pino pegadas a la corteza. Quizá las campanas de Hécula no son tan pavorosas y lúgubres como yo digo, y aunque yo no los haya visto, allí hay también gallos jubilosos, ovejas sensibleras y gatos enamoradizos. Hasta puede ser que el canto nocturno de los “auroros”, ese canto que a mí me parece un quejido espantoso en el silencio de las noches invernales, sea un canto suave y pacífico como el de unos nuevos franciscanos que recorrieran las ciudades con una campanilla milagrosa, asustando a los lobos y a los murciélagos. ¿Será acaso que yo todo lo veo negro, que mis muertos se han interpuesto en mi retina como una moscarda en la herida de un niño? ¿Cómo será Hécula para los demás? No sé. No sé que decir. El caso es que yo no puedo, aunque quiera, ver húmedos sus surcos, ni calientes sus panales, ni entrañables sus árboles, ni gozosa su agua, ni risueños sus atardeceres. No. Yo creo que no es cosa de mi alma. La luz es rabiosa allí como el mordisco de un perro, y en Hécula, además, la gente se ahorca. No, no es cosa mía, es cosa del suelo, del aire, de los ojos, de la carne, de los espíritus.
Cementerio de Yecla
[...]

A todo se acostumbran los pueblos, aunque es difícil que Hécula olvide a sus muertos del último día, que por estarlo menos, son más muertos que los que ya no son más que únicamente muertos. Hécula distingue mucho entre muerto, enterrado, difunto y cadaver. Hécula matiza mucho en esa materia.

Con todo, sería hermoso contemplar el pueblo al atardecer desde “El Tinajero”. Hécula no es como los demás pueblos. Hécula tiene fuego en el aire, tiene llamas en las nubes, tiene una ternura extraña en los rastrojos de pardos caminillos y un arrebato de belleza loca, desenfrenada, en el silencio de sus lúgubres noches. Hécula, aunque parezca raro, es un pueblo que se hace querer. Con un amor terrible, exasperado, violento, uno de esos amores (no se sabe tampoco si malditos o santos) que hacen un día odiar y otro, el menos esperado, llorar. Por eso, regresamos a Hécula al acabar la guerra. Porque nos moríamos de nostalgia, porque no sabíamos ni podíamos vivir sino hundidos en aquel delirio.”

Con la muerte al hombro (1954)
J. L. Castillo-Puche (Yecla, 1919 - Madrid, 2004)

jueves, 7 de agosto de 2008

Parajes de Yecla

: Altos de Caudete : Barahonda : Cantos de Visera : Cortado de las Águilas :
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: Cerrico de la Fuente : Cerrico de las Trancas : Cerro de los Santos : Cerro de la Campana :
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: Cueva de la Horadada : Cueva del Lagrimal : Cueva del Tesoro : Cuevas de Poniente y de Saliente :
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: El Ardal : El Carche : El Carrascalejo : El Cuadrado : El Espinar : El Lentiscar : El Portichuelo : El Pulpillo : El Rasillo :
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: El Pasico del Gato : El Hondo del Campo : La Casa de la Ermita : La Casa Marta : La Casa Potra :
Rosal de Banks de Mari Carmen. La Maneta. Yecla
: Fuente de la Negra : Fuente del Pinar : Pocico de la Buitrera : Pozo se Santa María : La Hoya del Pozo : La Hoya Hermosa :
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: La Bronquina : La Teatina : La Herrada : La Decarada : La Magdalena : La Maneta : La Rabosera : La Traviesa :
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: Las Atalayas : Las Balsillas : Las Herratillas : Las Moratillas : Tobarrillas : Las Gamellejas : Las Teresas :
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: Los Algezares : Los Atochares : Los Castillarejos : Los Cerricos : Los Cerrillares : Los Derramadores : Los Picarios : Los Pinillos : Los Quiñones : Los Torrejones :
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: La Umbría del Factor : Marisparza : Monte Arabí : Sierra del Cuchillo : Sierra Salinas : El Serral : Senda de los Jinetes :
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