lunes, 19 de julio de 2010

Cafés de Viena

    “A Berta le gustará el Braünerhof. Es de los pocos que no ha sido renovado ni restaurado como el café Demel o el café Landtmann. Estos han perdido su carácter. En cuanto llegue a Viena vendremos inmediatamente a este café. Pediremos un melange. Hablaremos de nuestras vidas. Tendremos muchas cosas que contarnos.”
    [...]
    “Hace frío. Doblo a la izquierda. En Dorotheergasse está el Hawelka si no recuerdo mal. Mi querido café Hawelka. La opresiva atmósfera del Hawelka. El suelo de madera. Las paredes recargadas. Las tapicerías cochambrosas. Los percheros inclinados porque el suelo está inclinado. Las luces muy débiles en los apliques de la pared.
    Por aquí desfilaron todos.
    Kafka.
    Freud.
    Musil.
    Bernhard.
    Csokor.
    Canetti.
    Después se asomó Andy Warhol y con él llegaron los turistas yanquis que creen que esto es La Bodeguita de Hemingway en La Habana. Pero todavía no. Aquí aún son mayoría los clientes con deformes y grandes cabezas europeas. Con sombreros oscuros que cuelgan de las perchas de madera oscura. No se ve ni una sola gorrita con visera a cuadros. Todo es uniforme y oscuro. El café. Los muebles. Las miradas.”

Cruzar el Danubio (pp. 245-249). Ignacio Carrión
Ediciones Destino. Premio Nadal 1995

4 comentarios:

Elena dijo...

Muy bien Carrión.

Pero sigo sin encontrar ese café que nos mostró (la gran) CV en 2007 durante el paseo por la vieja Viena.

Elena dijo...

Encontrado! Gracias a Cris, desde luego. Se trata del Loos Bar, también conocido como American Bar y como Kärntner Bar.

Casualmente dijo...

“Llegado a Viena la ruta de los cafés es como adentrarse en el subconsciente de la ciudad, un laberinto de un lujo evanescente, del que Freud podría sacar tantas lascas como de las alcantarillas de la película El tercer hombre. En el café Tirolechof, los camareros sirven pasteles y cuentan lejanas hecatombes a unos jóvenes reclinados en peluches rojos; en el café Central un Trotski de cartón sigue jugando al ajedrez desde la época de entreguerras; el Hawelka, situado frente al Graben Hotel, donde se hospedó Kafka herido ya de muerte, bebe, grita y bracea la juventud bohemia dentro de un vapor de cerveza que empapa las vigas de madera; en el Hübner dormitaban unos viejos camareros abrazados a sus bandejas de alpaca; en el Sperl, especializado en judíos resta en el aire una melancolía de tiempos pasados; el Landtmann recoge a los elegantes que salen del Burgtheater como figuras de Kimt. Allí se fumaba los puros Sigmond Freud. En la película El tercer hombre se alude al café Mozart, el único café de Viena que no existe, pero que los resume todos en el inconsciente colectivo.”

MANUEL VICENT
Huyendo de Hemingway
El País, 01/08/2010

Elena dijo...

Rizando el rizo:
Thomas Bernhard y El sobrino de Wittgenstein (en los cafés de Viena)
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