miércoles, 27 de julio de 2011

Una (otra) disciplina inútil

Albert Casals. El món sobre rodes «En realidad el mundo había empezado a cambiar mucho antes. Antes incluso de que entráramos en la universidad. Pero no nos dimos cuenta. No lo advertimos por ceguera y sobre todo por soberbia: nos sentíamos cómodamente instalados en un saber que no había sido cuestionado en cinco siglos y que iba a seguir vigente, estábamos seguros, al menos otros cinco siglos más. Yo, por ejemplo, quise estudiar literatura porque creía que las Humanidades seguían estando en el centro del conocimiento, y porque pensaba que hombres como Augusto Desmoines no podían estar equivocados. Pero no faltaban indicios de lo contrario. Otros, menos ciegos que yo o más humildes, los vieron y supieron interpretarlos. Lo que nadie imaginó fue la velocidad a la que se produjo aquella revolución. En menos de cinco años el estudio de la literatura, esa tarea a la que habíamos consagrado nuestros años universitarios, pasó de ser una prestigiosa ocupación cuya utilidad nadie cuestionaba a considerarse una disciplina inútil que sólo conducía a la frustración y al paro.»

Un momento de descanso (p. 111), Antonio Orejudo, Tusquets, 2011.
[Véase también Llovet: Poseer cultura está desacreditado]

3 comentarios:

en p. 175 dijo...

"(…) En la universidad española por el contrario la grosería aparece tal cual, sin los ropajes de la buena educación. Una novela realista, cualquier libro sobre la universidad española, aunque sea un libro de investigación como el suyo, está condenado a convertirse en una astracanada. Los que no conocen el mundillo académico pensarán además que es inverosímil. Haga la prueba. Dele usted a una persona cualquiera el acta de una reunión de departamento, y no sólo pensará que usted se ha inventado ese documento; pensará también que ha perdido la cabeza. Yo por ejemplo nunca imaginé que aquella oposición pudiera resultar polémica. No pensé que pudiera haber discusión. Se presentaban dos candidatos, un catedrático con un volumen de publicaciones impresionante, Florencio Castillejo, y un estudiante recién licenciado que no tenía nada. Nada de nada. No me explicaba cómo le habían dejado presentarse. Echamos un vistazo a los dos expedientes y nos fuimos a cenar a un refinado restaurante que pertenecía a la universidad, invitados por el presidente y el secretario del tribunal."

y en p. 176 dijo...

"Raquel Medina había estado antes en otras oposiciones, y nunca se había encontrado con un ambiente tan relajado como aquel. La desigualdad entre los candidatos era tan evidente, que hacía imposible la polémica. Pero a los postres el tono de la reunión varió. Bueno, no es que variara; es que Virgilio de pronto se puso serio y les dijo que el chaval joven que se presentaba era el candidato de la casa. Lo dijo a las bravas, sin ninguna sutileza, e intentó convencerlos de que la universidad necesitaba gente que estuviera empezando y no gente consagrada. Por tanto, lo que había que valorar no era un currículum ya hecho, sino un currículum por hacer. Un currículum-por-hacer. (…) El rector intentó que la publicación de libros y artículos se considerara un demérito, intentó convencerlos de que una brillante trayectoria profesional era peor para la universidad que una inexistente trayectoria profesional. Propuso por tanto restar cinco puntos por cada artículo publicado, y diez por cada libro. Veinte, si el libro había tenido éxito o influencia en el estado de la cuestión."

kuki dijo...

Yo también he pasado por 'el campo' así que yo también lo he leído. Me ha gustado mucho.

Lástima no haber coincidido (aunque en cierta manera sí lo hemos hecho, aunque haya sido a través del libro).

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