jueves, 30 de agosto de 2012

The Newsroom o el Ala Oeste del periodismo televisivo

"De ahora en adelante, nosotros decidiremos qué emitimos y cómo se lo mostramos, basándonos en la simple verdad de que nada es más importante para una democracia que un electorado bien informado :: Nos esforzaremos por poner la información en un contexto más amplio porque sabemos que las noticias más pequeñas nacen en el momento en el que las retransmitimos :: Seremos los defensores de los hechos y el enemigo mortal de la insinuación, la especulación, la exageración y los sinsentidos :: No somos camareros en un restaurante sirviéndoles las historias que ustedes piden justo como las quieren :: Tampoco somos computadores proporcionando únicamente los hechos, porque la información solo es útil en el contexto de la humanidad :: No haré ningún esfuerzo para enmascarar mis opiniones personales :: Me esforzaré en mostrarles opiniones informadas ditintas de la mía :: Puede que se pregunten quiénes somos nosotros para tomar estas decisiones :: Somos Mackenzie McHale y yo mismo :: La señorita McHale es nuestra productora ejecutiva :: Ella coordina a más de 100 periodistas, productores, analistas y técnicos, y sus credenciales son fáciles de conseguir :: Yo soy el editor de News Night y tomo la decisión final de todo lo que se ve y se oye en este programa :: ¿Quiénes somos nosotros para tomar estas decisiones? :: Somos la élite de los medios de comunicación."(Will McAvoy, 6:55' - 8:06', s01e03)
[O de como la estupenda nueva serie del señor Aaron Sorkin muestra cómo podrían ser los informativos de televisión si no fueran lo que son.]

lunes, 27 de agosto de 2012

Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (Carrère versus Dick)


«En la novela la crisis se desencadena cuando el blade runner, más por motivos eróticos que evangélicos o turinguianos, comienza a sentir empatía hacia sus presas o, mejor dicho, hacia una de ellas.
   Este error profesional se ve favorecido y a la vez agravado por un nuevo dato: los fabricantes le han hecho una jugarreta a los androides más sofisticados implantándoles una memoria artificial en sus programas que les hace creer que son humanos. Al igual que estos últimos, tienen recuerdos de infancia, impresiones de déjá-vu y emociones. Nada los distingue de ellos, ni por fuera, ni por dentro. Sólo que no lo saben. Y cuando se sospecha de ellos, y se los somete a una prueba, se asustan como cualquiera de nosotros se asustaría. "Me dirá usted la verdad, ¿no es cierto? Si soy un androide, me lo dirá, ¿verdad?"
   Es curioso que nazcan de la pluma de un autor de ciencia ficción, un autor de un estilo mediocre para colmo, esos pasajes memorables que no sólo son sobrecogedores, sino que nos dan la certeza de aferrar algo esencial, fundamental. Nos hacen vislumbrar un abismo que formaba parte de nosotros y que nadie todavía había sondeado. En Blade Runner encontramos uno de esos momentos: el grito de horror del androide que descubre su condición. Horror absoluto, sin remedio ni consuelo, a partir del cual todo resulta pavorosamente posible.
   Si es la empatia lo que define a lo humano, los androides estarán dotados de ella. Si es la experiencia religiosa, los androides creerán en Dios, en sus almas sentirán Su presencia y rezarán el rosario con todos sus circuitos. Tendrán sentimientos, dudas y angustias. Escribirán libros para dar forma a esas angustias ¿Quién podrá decidir entonces si se trata de una empatía real, una devoción real, de sentimientos, dudas, angustias, inspiraciones reales o de un simulacro persuasivo? Si el grito espantoso del androide que descubre su condición es una simple modalidad del programa, una reacción prevista a ciertos estímulos verbales y producida por la diligente puesta en marcha de un determinado número de bits —una descripción que, aunque esté hecho de células orgánicas y no de elementos metálicos o de plástico, podría ser también perfectamente aplicada al funcionamiento del cerebro humano—, ¿acaso esto cambia: a) todo, b) nada, c) o algo, aunque no se sepa exactamente qué cosa?
   Elija la respuesta.
   Como observa, no sin cierta inquietud, el blade runner, lo mejor, para un androide, sería ser un blade runner.
  O tal vez, pensaba Dick, un autor de ciencia ficción.» (pp. 141-142)

viernes, 17 de agosto de 2012

Stephen King: 22/11/63

Stephen King: 22/11/63«Tome la Ruta I en dirección sur. Comí en multitud de restaurantes de carretera que ofrecían comida casera, lugares donde el plato combinado especial, que incluía una macedonia como entrante y tarta de manzana à la mode como postre, costaba ochenta centavos. En ningún momento vi una sola franquicia de comida rápida, a menos que consideraras como tal el Howard Johnson's, con sus veintiocho sabores de helado y el logo de Simple Simon. Vi una tropa de Boys Scouts ocupándose de una hoguera de hojas secas con su jefe de exploradores; vi mujeres ataviadas con sobretodos y chanclas recogiendo la colada una tarde gris que amenazaba lluvia; vi largos trenes de pasajeros con nombres como El aviador del Sur y Estrella de Tampa cargados hacia esos climas de Estados Unidos donde el invierno no está permitido. Vi ancianos fumando en pipa sentados en bancos en las plazas de los pueblos. Vi un millón de iglesias y un cementerio donde una congregación de al menos cien miembros formaba un círculo alrededor de una tumba abierta y cantaba "The Old Rugged Cross". Vi hombres construyendo graneros. Vi gente ayudando a gente. Dos personas de una camioneta se detuvieron para echarme un cable cuando saltó la tapa del radiador del Sunliner y me quedé tirado al borde de la carretera. Esto ocurrió en Virginia, hacia las cuatro de la tarde, y uno de ellos me preguntó si necesitaba un lugar para dormir. Supongo que puedo imaginar algo así sucediendo en 2011, pero requiere un esfuerzo enorme.» (p. 299)
22/11/63. Stephen King. Trad. JO H. Sendín y G. Dols Gallardo. Plaza y Janés, 2012.

martes, 14 de agosto de 2012

Crímenes

«Desde mi punto de vista hay determinados delitos económicos y financieros que podrían ser crímenes contra la humanidad porque nos afectan a todos. Me refiero, por ejemplo, a esas agencias de calificación que son capaces de arruinar a decenas de miles de personas; a las entidades reguladoras que no regularon nada, a los que han dejado a señores de 80 años sin ahorros con las preferentes. La justicia debe emplearse a fondo en esos casos para exigir responsabilidades hasta las últimas consecuencias.»
Baltasar Garzón. El País, 8/8/2012

domingo, 12 de agosto de 2012

El mono cocinero

La cocina de los filósofos. Francisco Giménez Gracia
La cocina de los filósofos
Francisco Giménez Gracia
Ediciones Libertarias, 2002

CONTENIDO
LOS APERITIVOS: El mono cocinero
LOS ENTRANTES: La dieta de los sabios / La cocina de los utópicos: del rancho a la gastrosofia
LOS PLATOS FUERTES: La batalla del café / El banquete galante del barón D`Holbach / Ganso asado al gusto sádico / La tortilla del ciudadano Condorcet
LOS POSTRES: La fruta prohibida
EL RESOPON BIBLIOGRÁFICO.
«La inteligencia es una cuestión de grado, es cierto, pero entre la inteligencia animal y la humana hay mucho grado de por medio, muchísima distancia, un salto decisivo, que es el que se dio cuando nuestro lenguaje adquirió la capacidad de independizarse de la realidad a la que se refería y se pudo convertir por ello en el instrumento básico de nuestra reflexión, en la carne de nuestro pensamiento. (p. 20) [...] Evidentemente, no se han conservado fósiles de las primeras palabras puramente humanas. Pero, qué duda cabe, tuvo que haber un primer momento en que un mono se dirigió a otro y profirió una palabra que se refería a algo no presente, y el otro mono lo entendió de un modo nuevo que no implicaba salir corriendo. (p. 22) [...] Así que ya sabemos algo cierto: el lenguaje humano nace entre unos monos que tienen la barriga llena y no temen verse convertidos en la merienda de un lobo. [...] Les faltaba la calma mental precisa para separar los significantes de los significados, las palabras de las cosas. La llegada de la cocina, sin embargo, sí que supuso un cambio definitivo, radical, en la vida y en la mente de los homínidos. (pp. 23-24) [...] La cocina, además, brindó al hombre la primera ocasión de introducir la cultura en el ámbito de la afectividad, si no para descubrirla, sí al menos para reforzarla.» (p. 25)

lunes, 6 de agosto de 2012

McCullers: Iluminación y fulgor nocturno

Carson McCullers: Illumination and Night Glare «He empleado la palabra “iluminación” varias veces. Esto podría prestarse a malentendidos, pues fueron muchos los momentos espantosos en que no tuve absolutamente ninguna iluminación y tuve miedo de no escribir nunca más. Este miedo es uno de los horrores de la vida de un escritor. ¿De dónde proviene la obra? ¿Qué azar, qué ínfimo episodio dará comienzo a la cadena de la creación?
   Una vez escribí un cuento sobre un escritor que no podía escribir más y mi amigo Tennesse Williams dijo: "Cómo te atreviste a escribir algo así, es lo más aterrador que he leído en mi vida."
   Yo estaba desalentada mientras lo escribía y me alegré muchísimo cuando lo terminé. Si mis lectores tienen paciencia, me permitiré referir las iluminaciones que he tenido, tal como me sucedieron. Cuando estaba escribiendo El corazón es un cazador solitario, después de años de frustración, me puse a caminar de un lado al otro de la alfombra cuando, súbitamente, me di cuenta de que Singer era sordomudo. En Frankie y la boda, salí corriendo a la calle a causa de una alarma de incendio que hubo aquella tarde de Acción de Gracias y, en cierto modo, el aire ventoso después de una cena pesada, no sé cómo, iluminó mi espíritu. Clock Without Hands [Reloj sin manecillas] fue más metódico, incluso escribí un plan de varias páginas para que me sirviera de guía, de manera que hubo mil iluminacioes en lugar de una sola. Reflejos en un ojo dorado sobrevino como por casualidad cuando mi marido dijo que en la base había un mirón. Yo estaba cuidando de Reeves, que se había infectado un pie. Cuando fui al mercado tenía tanto sueño que me quedé dormida sobre el mostrador. El vendedor me llevó a casa. Un árbol. Una roca. Una nube llegó tras un largo periodo de enfermedad durante el que, realmente, levanté una piedra, contemplé un árbol y, de repente, llegó la iluminación mágica. No escribiré más sobre iluminaciones porque son muy misteriosas y porque yo no las entiendo más de lo que puedan entenderlas mis lectores. Me fascinan, eso es todo.» (pp. 72-73)

sábado, 4 de agosto de 2012

Auslander, el holocausto, Ana Frank y las últimas palabras

Esperanza: una tragedia. Shalom Auslander "Las últimas palabras del rabino Akiva (al que los romanos envolvieron en una Torá antes de pegarle fuego) fueron: «Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno.»
   «Menuda patochada», pensó Kugel mientras recorría los pasillos del supermercado. Montaigne escribió sobre quienes afrontaron sus ejecuciones con humor, no con el dramatismo y la estrechez de miras de la perspectiva humana, sino con la humorística y omnisciente actitud divina. «En honor a la Parca, seré parco» dijo un condenado a la horca cuando lo invitaron a pronunciar sus últimas palabras. Otro condenado, ante la insistencia de un cura para que encomendara su alma a Dios, dijo: «Lo haré en cuanto lo vea».
   En su lecho de muerte, a Voltaire le pidieron que repudiara al demonio. «¿Os parece el mejor momento para hacer enemigos?», preguntó Voltaire." (pp. 88-89)

Esperanza: una tragedia. Shalom Auslander
Trad. Carles Andreu. Blackie Books, 2012

viernes, 3 de agosto de 2012

Chapeau al inventor del grifo

Confesiones personales de un Publicitario. Luis Bassat«Reivindico la creación de una vez por todas. Reivindico ir a las Indias por el otro lado y así descubrir América.Reivindico pensar en grande y no en pequeño. Reivindico al señor Gillette, que inventó las hojas de afeitar, y al inventor de los bolígrafos BIC; a Bill Gates, que creó Microsoft; y a Larry Page y Sergey Brin, que idearon Google, y me parece muy bien que se hicieran millonarios. Crearon grandes beneficios para los consumidores y, consecuentemente, gran riqueza para sus compañías.
   Chapeau a Dick Fosbury, que inventó una nueva manera de saltar en altura. Chapeau a Frank Gehry, que con su Guggenheim de Bilbao cambió la ciudad. Chapeau a Zara y Mango, que han sido capaces de vender en miles de establecimientos alrededor del planeta a precios que todo el mundo puede comprar. Chapeau a todos los creativos que han contribuido al desarrollo de sus países, y Chapeau a los países que han sabido competir con otros más importantes.»

jueves, 2 de agosto de 2012

X.B. Fernández, por los cuatro costados

El sonido de la noche. Xavier B. Fernández «- No parece gustarle nadie, de hecho.
- Exacto. Todo ser humano es despreciable. Y los peores de todos son los españoles. Es a los que más detesto. ¿Que por qué? No solo porque son arrogantes. No solo porque se creen mejores que el resto de la humanidad por el simple y dudoso mérito de ser españoles: también porque son obcecados y cerriles como nadie. Este es un país de catetos y palurdos. Un país de ignorantes que se enorgullecen de su ignorancia y hasta alardean de ella. Un país de sumisos que presumen de rebeldes mientras gritan “vivan las cadenas” y “abajo la inteligencia”. Este es un país de gente que chilla mucho en su casa pero que esconde la cabeza dentro del agujero del culo en cuanto sale de ella. Este es un país que desprecia la excelencia, aplaude la mediocridad y se reconforta con su propia y grosera pequeñez. [...] Los españoles sólo tienen cojones para defender a su equipo de fútbol y para pegar a sus mujeres. Por todo eso le digo que ser español es lo peor que se puede ser en este mundo. Bueno, no. Aún peor que ser español es ser catalán. Los catalanes son unos hipócritas arrogantes que se creen mejores que el resto de los españoles por el simple y dudoso mérito de ser catalanes, como si ellos no fueran tan cerriles y catetos como el resto de los españoles. Los catalanes viven con la cabeza gacha de tanto mirarse el ombligo, convencidos de que tienen un ombligo precioso, convencidos de que son más inteligentes y trabajadores que los demás, de que ellos son modernos y civilizados europeos mientras el resto de los españoles viven en la Edad Media, convencidos de que son una nación colonizada por España, convencidos de que la Guerra Civil fue una guerra de ocupación española. Como si las estructuras de poder españolas no estuvieran sostenidas desde hace siglos por el poder económico catalán. Como si el bando de Franco no hubiera sido financiado con dinero catalán, como si las tropas de Franco durante la Guerra Civil no hubiesen estado llenas de catalanes. Lo que yo le diga, camarada: lo peor que se puede ser en el mundo, después de español, es catalán.
- ¿Es usted catalán, Bernabé?
- Por los cuatro costados, camarada.»

miércoles, 1 de agosto de 2012

Montero y el amor por la literatura

«Porque, cuando nos gusta un libro, siempre nos parece que sus páginas nos hablan directamente al corazón, que sus palabras son nuestras y sólo nuestras. Y en alguna medida es cierto que es así, porque al leer completamos la obra, la interpretamos, la enriquecemos con nuestra nece­sidad y nuestra pasión. No hay dos lecturas iguales. Ahora bien: aunque la experiencia de la lectura sea única, lo cier­to es que gracias a los libros nos hermanamos. Cuando, yendo en el metro o en un avión, veo a alguien ensimisma­do en una novela que a mí me ha gustado, siento una instantánea afinidad con esa persona. ¡De algún modo me encuentro dentro de su cabeza y de sus emociones! Yo tam­bién he estado allí y he vivido lo que él o ella está viviendo. Gracias a los libros compartimos nuestros sentimientos, aprendemos de los demás y nos sentimos acompañados no sólo en nuestra pequeña existencia, sino en algo mucho más general, mucho más grande que nosotros, algo que nos en­globa a través del tiempo y del espacio. ¿No es prodigioso poder vibrar con las palabras de alguien que lleva muerto un siglo, por ejemplo? Cuánta esperanza hay en el acto de leer. La esperanza de poder entender a otro ser humano. De sumarte a su fugaz trayecto por la vida.
   Para mí los libros son verdaderos talismanes. Me parece que, si tengo algo a mano para leer, puedo ser capaz de aguantar casi todo. Son un antídoto para el dolor, un calmante para la desesperación, un excitante contra el abu­rrimiento. Nunca me siento sola ni existen horas perdidas cuando puedo sumergirme en algún texto. Por eso siempre he acarreado pesos descomunales en mis maletas de viaje (¡vivan los libros electrónicos!), aterrada por el riesgo de caer algún día en la apabullante soledad, en el vértigo que la ausencia de lecturas origina. Y aun así, pese a lo previ­sora que soy (o lo maniática), una vez me quedé varada varios días en un pueblecito de la India sin nada que leer: aún lo recuerdo con gran desasosiego. En fin, no sé vivir sin ellos. Sin los libros. Soy como la conmovedora anciana en la portada de este libro. Es una foto de André Kertész del asilo de Beaune (Francia) en 1929; así que la viejecita es una asilada, está sola en el mundo, probablemente en­ferma, es pobre y se encuentra cercada por la muerte. Y, sin embargo, ¡qué invulnerable se la ve, protegida por el he­chizo de la lectura! Creo que, desde los cuatro años, todos los días he leído algo, siquiera un par de líneas. Los libros son la presencia más constante de mi existencia. Mi mayor apoyo. En muchos sentidos, el amor de mi vida.»
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