martes, 30 de diciembre de 2014

Libros de 2014

ON THE BEAUTY OF BOOK SPINES
  1. Relámpagos, de Jean Echenoz
  2. Lo que a nadie le importa, de Sergio del Molino
  3. El impostor, de Javier Cercas
  4. Los papeles de Puttermesser, de Cynthia Ozick
  5. China (Guangzhou en 1923 y ahora), de Blasco Ibáñez
  6. Días felices en el infierno, de György Faludy
  7. La pasión (y lo indecible), de Clarice Lispector
  8. Librerías, de Jorge Carrión
  9. Ojalá nos perdonen (por vacuos), de A.M. Homes
  10. Plataforma, de Michel Houellebecq
  11. La muerte de la bien amada, de Marc Bernard
  12. Un paraguas para este día, de Wilhelm Genazino
  13. La Romana, de Alberto Moravia
  14. Amables personajes, de Oscar Tusquets Blanca
  15. El riu de l'oblit, de Gloria Puig
  16. El río, de Ana María Matute
  17. Historia universal de la infamia, de J.L. Borges
  18. La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq
  19. Historias de mujeres (asombrosas), de Rosa Montero
  20. La Atlántida (te amo Antinea y me enloqueces), de Pierre Benoit
  21. Frutos extraños (y sabrosos), de Leila Guerriero
  22. Faltan moscas para tanta mierda, de Joaquín Campos
  23. Meridiano de sangre (y de violencia), de Cormac McCarthy
  24. Ravel (tan sólo ritmo), de Jean Echenoz
  25. El jilguero (literatura plana = trampamtojo), de Dona Tartt
  26. Una mujer, una casa, una novela, de Wilhelm Genazino
  27. Una dona meravellosa, de Joan Jordi Miralles
  28. Los fantasmas (no entiendo nada), de César Aira
  29. Ànima (violència ets tu), de Wajdi Mouawad
  30. Las hijas de Zalman (estar prohibida), de Anouk Markovits
  31. Peste & Cólera, de Patrick Deville
  32. La muerte del padre (bluff), de Karl Ove Knausgård
  33. El passat i els càstigs, de Yu Hua
  34. El día del juicio, de Salvatores Satta
  35. La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares
  36. La parte inventada (¿qué?), de Rodrigo Fresán
  37. El profesor de Literatura (no), de Luis García Montero
  38. Vértigo, de W.G. Sebald
  39. El invitado amargo, de Vicente Molina Foix y Luis Cremades
  40. Ser fiel a la historia, de Karen Blixen
  41. Siempre Susan, de Sigrid Nunez
  42. Di su nombre (y tu dolor), de Francisco Goldman
  43. Patrimonio. Una historia verdadera, de Philip Roth
  44. Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq
  45. Kassel no invita a la lógica (fascinación), de Enrique Vila-Matas
  46. Amando a Pablo, odiando a Escobar, de Virginia Vallejo
  47. La obra maestra desconocida, de Honoré de Balzac
  48. Lee. Poe en Sant Gervasi, Barcelona
  49. Maldita perfección, de Rafael Argullol
  50. Mi padre y yo, de J.R. Ackerley
  51. El padre (Las novelas de Patrick Melrose), de Edward St. Aubyn
  52. China para hipocondríacos, de José Ovejero
  53. Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes, de Llucia Ramis
  54. La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, de Siri Hustvedt
  55. El plantador de tabaco, de John Barth (& Eduardo Lago)

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lunes, 29 de diciembre de 2014

viernes, 26 de diciembre de 2014

Jean Echenoz: Relámpagos

«Su memoria es en efecto tan precisa como la fotografía reciente- mente descubierta y, sobre todo, Gregor posee el don de represen- tarse interiormente las cosas como si existiesen previamente a su exis- tencia, de verlas con tal precisión tridimensional que, en el impulso de su invención, no necesita boceto, esquema, maqueta ni experiencia previa. [...] Cuando le vienen las ideas a la cabeza, surgen raudas de arriba, de muy arriba, de la inmensidad cósmica y el interés universal.

Y así, una de las primeras es la de un tubo instalado en el fondo del Atlántico que, entre otras presta- ciones, debería permitir intercam- biar rápidamente correo entre Amé- rica y Europa. Gregor pergeña primero los planos detallados de un sistema de bombeo encargado de enviar agua a presión por ese conducto con el fin de impulsar los recipientes esféricos que contienen correspondencia. Pero el problema de la resistencia originada por el frotamiento del agua en el tubo, demasiado fuerte, lo lleva a aban- donar el proyecto en beneficio de otro no menos ambicioso.

Se trataría de construir un gigan- tesco anillo en torno a nuestro pla- neta, por encima del ecuador y girando libremente a la misma velo- cidad que aquél. Comoquiera que la fuerza de reacción permitiría inmo- vilizar ese anillo, podríamos subir dentro y girar alrededor de la tierra a mil seiscientos kilómetros por ho- ra, admirando sus paisajes. [...] Y muy pronto le embarga la certeza de que podría hacer una cosilla, por ejemplo, con la fuerza mareomo- triz, los movimientos tectónicos o la radiación solar, o, por qué no, con las cataratas del Niágara.»
Nikola Tesla
Nikola Tesla
(1856-1943)



Jean Echenoz
Relámpagos
(Des éclairs, 2010)
Trad. Javier Albiñana
Anagrama, 2012
150 páginas








«Será imprescindible, por ejem- plo —viejo proyecto—, que se envuelva un día de éstos en una sábana de fuego frío que, a su juicio, bastaría para calentar a un hombre desnudo en el Polo Norte y del que éste saldría no solo indemne sino mejorado: mente tonificada, órganos renovados, piel regenerada. Desde una perspectiva médica asimismo convendrá también implantar, en los hospitales, su idea de anestesia de alto voltaje. Será interesante también enterrar cables de alta tensión bajo las escuelas al objeto de estimular a los malos alumnos, y en los teatros instalar salas de vestuario eléctrico para poner a los actores en condiciones y acabar con el fenómeno del miedo escénico. Habrá que ocuparse de todo eso.

Pero todo eso no son sino detalles, nimiedades comparado con su nueva invención, más grandiosa, consistente en la instalación de una luz nocturna terrestre. Se trata de alumbrar todo el planeta con una sola iluminación. Para ello bastaría enviar flujos de frecuencia bastante elevada a la alta atmósfera, donde reina un vacío parcial y donde los gases son de la misma naturaleza que los que contienen ciertas bombillas imaginadas por Gregor. Además, de ese modo podrán iluminarse las ciudades sin recurrir a las farolas clásicas, tan costosas como poco elegantes, también mejorará enormemente la seguridad de la circulación terrestre, marítima y aérea.»

(págs. 12-13 y 56-57)

lunes, 22 de diciembre de 2014

Sergio del Molino: Lo que a nadie le importa (subrayar)

«Subrayar con saña una frase de un libro en la que aparece la palabra "madre" no es inocuo. El subrayado es una forma de gemido, una penetración de la literatura en la carne, el momento preciso y rarísimo en que comulgas con el autor. Ese subrayado era una conexión y, a la vez, una frontera. Aquella línea contenía más literatura que toda la trilogía de Barea, y que mi madre no recordase su significado o no quisiera acordarse de él sólo le daba más intensidad. Era sorprendente que un papel tan fino no se hubiera desgarrado ante aquel énfasis. Desde entonces, siento un pudor insoportable cuando un amigo me deja un libro y tropiezo con sus subrayados y sus notas al margen. Procuro no leerlos ni fijarme mucho porque siento que veo algo que no debe ser visto. La escritura es pública pero la lectura es privada y el subrayado es el chivato de la lectura. No me incomoda leer la intimidad de alguien impresa en un libro, pero no soporto los subrayados.» (págs. 164-165)
E. Vila-Matas
Dietario voluble

Sergio del Molino: Lo que a nadie le importa (conjugar)

«El Madrid del día de la boda de José y Carmen era más Madrid, por abundante y condensado, que el Madrid de Perico Chicote, pero tenía un problema gramatical. El Madrid del día de la boda de mis abuelos se había conjugado hasta entonces en subjuntivo y condicional, que son los modos y tiempos de la incertidumbre y del miedo. A partir de la boda, se conjugó sólo en presente de indicativo, que es el tiempo de lo que a nadie le importa. El Madrid de Celia Gámez y Ava Gardner venía conjugado en pretérito perfecto simple, que es el tiempo de las crónicas y de la historia. Venía ya empaquetado y escrito para la posteridad, sin necesidad de conversiones sintácticas. Yo tengo que convertir el presente de indicativo de mis abuelos en pretérito perfecto simple, y en la operación estoy obligado a inventármelo todo, porque el presente de indicativo no deja rastros. No recreo una época, sino que la creo desde la nada. Estas supuestas memorias familiares son lo más fabuloso y ficticio que he escrito nunca. La realidad que las ampara sólo existió mientras fue enunciada y se murió al mismo tiempo que nacía. Estas páginas son ficciones sin registros fósiles.» (págs. 119-120) Lo que a nadie le importa
Lo que a nadie le importa
Sergio del Molino
Random House, 2014
[La hora violeta, 2013]

domingo, 21 de diciembre de 2014

Cercas y el bigotes

Siento decir que El impostor de Javier Cercas me ha parecido innecesariamente largo y reiterativo. Querido Javier, ¿nadie te sugirió que simplificaras este interminable bucle? Uno de los libros del año, y no me lo he podido tragar. Algo falla: el libro, las listas o yo.


[lo mismo, mejor argumentado] [aquí el principio del libro]

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Cynthia Ozick: Los papeles de Puttermesser

«[...] Así fue como el gran rabino Judah Loew, para defender a los judios de Praga contra sus depre- dadores, emprendió la tarea de forjar un golem.
    Puttermesser conocía bien el método de creación de golem del gran rabino Judah Loew. Era clásico, es decir, ordinario. Para empezar, ingresaba en un sueño que lo llevaba al Paraíso, donde pedía consejo a los ángeles. La respuesta llegaba en orden alfabético: afar, esh, mayim, ruach: tierra, fuego, agua, espectro. Con su yerno, Isaac ben Shimshon, y su pupilo, Jacob ben Chayim Sasson, el gran rabino Judah Loew buscaba la pureza interior y la santificación a través de la plegaria y el baño ritual; luego, los tres se dirigían a un lecho de barro a orillas del río Moldau para crear un hombre de arcilla. Partieron tres, regresaron cuatro. Trabajaban a la luz de las antorchas, recitando salmos sin parar, moldeando una figura humana. Isaac ben Shimshon, descendiente de los sacerdotes del templo, caminó siete veces alrededor del montículo de arcilla que sobresalía del suelo. Jacob ben Chayim Sasson, un levita, también dio siete vueltas alrededor. Luego, el propio gran rabino Judah Loew rodeó el montículo una sola vez y colocó un trozo de pergamino donde estaba escrito el Nombre dentro de la boca del hombre de arcilla. El sacerdote representaba el fuego; el levita, el agua; el gran rabino Judah Loew se consagró a sí mismo espíritu y espectro, o el aire mismo. El hombre de tierra yacía inerte sobre la tierra, materia sobre materia. Fuego, agua, aire, todos cantaron al unísono, “Y él sopló en su nariz el aliento de la vida; y el hombre se tornó un alma viviente”, luego de lo cual el golem entró en calor, adquirió un color rojizo, ¡y se alzó! Se alzó para transformarse en el salvador de los judíos de Praga. En su frente estaban escritas las tres palabras que en hebreo significan "verdad": aleph, mem, tav.» (págs. 71-72)
Los papeles de Puttermesser
Los papeles de Puttermesser
Cynthia Ozick (NY, 1927)
Trad. Ernesto Montequin
Mardulce, 2014
(Argentina)
336 págs. | 16 €
[primeras páginas]

«La golem apareció en la puerta del dormitorio con una expresión de suficiencia, tendiéndole su anotador:
  “Tengo muchos otros usos, además de las tareas domésticas”.
  —Si crees que eres demasiado buena para trabajar en la cocina —replicó Puttermesser—, no te hagas llamar Jantipa. Si eres tan ambi- ciosa, deberías cortar por lo sano y hacerte llamar Sócrates.» (pág. 77)

lunes, 15 de diciembre de 2014

Blasco Ibáñez: Guangzhou en 1923 (y ahora)

«Voy, sin embargo, a Cantón, y el viaje resulta breve, fatigoso, casi inútil. Hay un ferrocarril que parte de Hong-Kong, pero hace más de un año que no funciona. La línea es inglesa, y como el presidente de la República de Cantón se quedó en repetidas veces con el material rodante, sus directores han creído oportuno suspender el servicio. Viajamos por el río en cómodos vapores al estilo americano, con varias cubiertas, que son a modo de hoteles flotantes.

Pasamos entre las numerosas islas del estuario, siguiendo unos canales dorados por el sol naciente, con riberas de verde obscuro. Dentro ya del río atravesamos un estrecho que los descubridores portugueses llamaron Boca Tigris. A la ida, navegando contra la corriente, invertimos unas seis horas. El regreso, como es natural, resulta más rápido.

A pesar de que los europeos llevan tres siglos establecidos en Cantón, todavía viven aparte, ocupando un barrio llamado Shameen, separado del resto de la población por un canal y que es el lugar donde estaban antiguamente las factorías. Hoy Shameen es una ciudad de tipo americano, con edificios de muchos pisos y varios hoteles, de los cuales el Victoria es el mejor y el más concurrido. Una cuarta parte de los vecinos de este Cantón blanco son franceses y los restantes de lengua inglesa. El «Christian College», establecimiento importantísimo sostenido por los misioneros de los Estados Unidos, sirve de Universidad a muchos centenares de jóvenes del país, que reciben en él una educación moderna. Ocupa el resto de Cantón un área enorme y está habitado por más de dos millones de chinos. Las antiguas murallas, parecidas a las de Pekín, fueron cortadas en varios puntos para dar expansión a la ciudad. Además, una parte de los habitantes, más de 160.000, viven sobre el río en sampanes.
Fulai Garden, Old Guangzhou
Old Guangzhou

New Guangzhou, pisos en Liede Chun
New Guangzhou, Parque Huacheng Dadao
Guangzhou en 2014



También han flotado durante siglos en las orillas del río Perla los famosos «bajeles de flores». El lector sabe indudablemente de qué sirven estas casas acuáticas, unidas a tierra por un ligero puente y con galerías cubiertas de plantas trepadoras y vasos floridos. Su tripulación —llamémosla así— es de mujeres con el rostro pintado y túnicas de colores primaverales. Estos «bajeles de flores», iluminados toda la noche, pueblan las obscuras aguas de reflejos dorados y alegres músicas. De sus patios surgen cohetes voladores que cortan la lobreguez celeste con cuchilladas de luz silbadora y multicolor. Son restoranes y palacios del amor fácil para las gentes libertinas del país. El europeo que consigue penetrar en un «bajel de flores» sale casi siempre golpeado por los parroquianos. Más de una vez ha desaparecido el visitante blanco en el lecho fangoso del río. [...]

Los chinos cantoneses nos parecen menos educados, más levantiscos e insolentes que los de otras ciudades. Gritan al vernos pasar con una voz agresiva; se dirigen a los compatriotas que tiran de nuetras ricsha, y aunque no puedo entender sus palabras, creo adivinarlas por los gestos con que las subrayan. Insultan induda- blemente a estos compatriotas que sirven de ca- ballos a los blancos. Se nota en la muchedumbre una excitación extraordinaria, a causa sin duda de los cruceros anclados en el río. Hay numerosos barcos de guerra ingleses, franceses y norteamericanos; además un crucero de Italia y otro de Portugal, todos con los cañones desenfundados y prontos a la acción.

Después del almuerzo en el Hotel Victoria, cuando los más curiosos nos disponemos a salir por las calles de los barrios chinos para visitar sus famosos almacenes de porcelana, llegan varios enviados de los cónsules y nos advierten que sería razonable y prudente un regreso inmediato a Hong-Kong. Hace varias varias horas que en un extremo de Cantón las tropas del doctor Sun Yat Sen emplean sus fusiles y ametralladoras contra unos insurrectos. ¿Qué desean? ¿Por qué luchan?... Nadie lo sabe con certeza. Tal vez son cantoneses que no consideran bastante revolucionario al doctor, y como tienen armas a su alcance, se sublevan contra él, ya que no destruye con una rapidez milagrosa los cruceros de los blancos.

Nos marchamos en las primeras horas de la tarde, viendo otra vez los barcos flotantes del Cantón fluvial, y en plena noche llegamos a nuestros camarotes del Franconia. [...] Con frecuencia se oye hablar en China de piratas; pero en las provincias del Sur y especialmente en el estuario del río Perla, la piratería es objeto de un respeto simpático, como el que infunden las instituciones tradicionales.» (págs. 214-217)

sábado, 13 de diciembre de 2014

Bratsch - Nane Tsora

En recuerdo de las luminosas horas de radio de Joan Barril (1952-2014)

Nane tsókha, nane gad, Me kinél mange yo dad! Syr vydtjava paloróm, Me kinél mange yo rom! Dado, kin mange chenya, O chenya sumnakune. Na kinesa o chenya, Na beshava dro chaya! Zageyom me drey da sado, Zriskirdyom me tzvéto, Prekirdyom les ke sheró, Te kames miro iló. Nane tsókha, nane gad, Me kinél mange yo dad! Syr vydtjava palorom, Me kinél mange yo rom!

   
I’ve no sweater, no blouse, Let my father buy them for me! If I get married, Let my husband buy them for me! Daddy, buy me earrings, Earrings of gold. If you don’t buy the earrings, I won’t be maiden for long! I went into a garden, I picked up a flower, I fixed it to my head, For you to want my heart. I’ve no sweater, no blouse, Let my father buy them for me! If I get married, Let my husband buy them for me!

JOAN BARRIL. Foto PERE TORDERA

miércoles, 3 de diciembre de 2014

György Faludy: Días felices en el infierno


«Suzy había sido arrastrada al Partido Comunista por la indignación que sentía ante la injusticia social, por rebeldía contra sus padres, que eran bastante ricos, y también por su bondad, por su amor a la gente, que era casi tan grande como su ignorancia de la filosofía y la historia. Como todas las personas que se adhieren al Partido por motivos morales, había empezado a abandonar todo escrúpulo moral en el mismo momento en que firmó su inscripción. Los escrúpulos desapare- cerían por completo cualquier día, y su fe en el comunismo volvería a poner en orden el caos afectivo al que esa misma fe le había conducido. Pero para que eso ocurriera tenía que pasar un tiempo.

Es extraño, pero había llegado a esta conclusión considerando el hecho de que Suzy nunca había estudiado griego y muy poco latín. A lo largo de los últimos años, me había fijado en que la penetración de la ideología comunista era más profunda cuanto menor era el grado de conocimiento de las lenguas clásicas y las humanidades, y quizás por eso los comunistas se habían apresurado, nada más tomar el poder, en eliminar el latín de la educación secundaria. Ninguno de mis cuarenta condiscípulos de colegio había acabado siendo comunista [...]

Tenía la sensación de que algo de lo que había aprendido en mis clases de griego, de latín y de historia era la piedra angular de mi rechazo del comunismo. Cada vez que leía los textos o escuchaba los discursos de
los jerarcas del régimen, las reglas precisas de la gramática latina me advertían de que los sujetos no concordaban con sus comple- mentos, de que el empleo de los tiempos era a menudo incorrecto, de que el texto estaba plagado de impurezas. Impurezas no mera- mente formales, sino esenciales, porque el autor o el orador mentían, mentían con absoluto descaro, hasta acabar ahogados por su propias mentiras. La poca lógica que había estudiado me inmunizaba contra sus argumentos, contra sus eslóganes, contra sus promesas, sus predicciones y sus estadísticas. El mundo grecolatino entero se alzaba como una requisitoria contra sus vidas pomposas, aburridas y angustiadas, desde sus incubadoras adornadas con retratos de Stalin hasta sus funerales profanos [...] Vidas hechas de intriga y traición, tristes y desperdiciadas, llenas de histeria desabrida o de impostada y nerviosa impasibilidad, carentes del más mínimo atisbo de honestidad, sensualidad, curiosidad, alegría o libertad: sí, todo el mundo grecorromano se levantaba contra ellos, los cielos azules y serenos de Homero, la sabiduría de Marco Aurelio, los idilios de Teócrito, los sepulcros del cementerio de Diphilon en Atenas, las eróticas de Catulo, los filósofos paseando por la Stoa Poikile; todo lo que había sido pensado, realizado, dicho o escrito en el mundo antiguo, incluso los frescos pornográficos y las maldiciones visibles aún en los muros de Pompeya.» (pp. 381-382)


György Faludy
"Días felices en el infierno, la obra maestra del poeta, periodista, traductor y enfant terrible de las letras húngaras del siglo xx György Faludy (Budapest, 1910- 2006), es el relato trepidante de quince años de la biografía del autor, que comprenden desde su huida de Hungría (perseguido judicialmente por el gobierno filonazi), a finales de 1938, hasta su salida del campo de trabajos forzados de Recsk, donde había sido internado en 1949, entre los miles de detenidos a raíz del proceso a Lazsló Rajk, bautismo de sangre del estalinismo húngaro. Editado en inglés en 1962, el libro no fue publicado en húngaro hasta 1989, tras la caída del régimen comunista."

sábado, 29 de noviembre de 2014

La pasión (y lo indecible) de Clarice Lispector

«Al lado de mi rostro introducido por la abertura de la puerta, muy cerca de mis ojos, en la semioscuridad, se había movido una cucaracha enorme. Mi grito fue tan ahogado, que solo por el silencio contrastante me di cuenta de que no había gritado. El grito se había quedado golpeando dentro del pecho [...]
  Solo que de haber descubierto de repente vida en la desnudez de la habitación me había asustado como si hubiese descubierto que la habitación muerta era, en verdad, poderosa. Todo allí se había secado, pero quedaba una cucharada. Una cucaracha tan vieja que era inmemorial. Lo que siempre me había repugnado de las cucarachas es que eran obsoletas y, sin embargo, actuales. Saber que ellas ya vivían sobre la Tierra, e iguales que hoy día, antes incluso de que hubiesen aparecido los primeros dinosaurios, saber que el primer hombre ya las había encontrado proliferantes y arrastrándose, saber que habían sido testigos de la formación de los grades yacimientos de petroleo y carbón del mundo, y allí estaban durante el gran avance y después durante el gran retroceso de los glaciares, la resistencia pacífica. Yo sabía que las cucarachas resistían más de un mes sin alimento o agua. Y que hasta de la madera hacen una sustancia nutritiva aprovechable. Y que, incluso después de pisadas, recuperaban lentamente su forma y seguían caminando. Incluso congeladas, al descongelarlas proseguían la marcha. .. Hace trescientos cincuenta millones de años que se reproducían sin transformarse. Cuando el mundo estaba casi desnudo, ellas ya lo cubrían pausadas.» (pp. 42-43)


Entrevista con CL - São Paulo, 1977

La pasión según G. H. (1964)
Clarice Lispector (1920-1977)
Trad. Alberto Villalba
Siruela, 2013
[primeras páginas]

«Pues lo que estaba a punto de ver era aún anterior a lo humano.
  No, no había sal en esos ojos. Tenía la certeza de que los ojos de la cucaracha carecían de sabor. Yo me había habituado a la sal, la sal era la transcendencia que me permitía apreciar un gusto, y poder escapar a lo que yo llamo "la nada". A la sal estaba yo habituada, me había construido toda entera en función de la sal. Pero lo que mi boca no podría entender era la ausencia de sabor. Lo que todo mi ser ignoraba era lo neutro.
  Y lo neutro era esta vida que anterior- mente yo llamaba la nada. La nada era el infierno.
  El sol se había desplazado un poco hasta tocar mi espalda. La cucaracha seccionada también estaba al sol. No puedo hacer nada por ti, cucaracha. No quiero hacer nada.
  Es que no se trataba ya de hacer algo: la mirada neutra de la cucaracha me decía que no se trataba de eso, y yo lo sabía. Solo que no soportaba permanecer simplemente sentada allí, siendo, y por tanto, quería hacer. Hacer sería transcender, transcender es un desenlace.» (p. 73)

Indecible, dijo ella. Enrique Vila-Matas, Café Perec, El País, 10/11/2014

martes, 25 de noviembre de 2014

China today según Joaquín Campos (y otras)

«Las transferencias (de dinero) entre China y España son inexistentes. Este país, aparte de no fiarse ni de ellos mismos, anda con importantes retrasos. Es incomprensible la cantidad de papeles que uno tiene que llegar a firmar para hacer movimientos presumiblemente sencillos. Los bosques, aquí, importan una buena mierda.
  —¿Está segura que este es el papel para enviar?
  —Sí.
  —Es que aquí pone "recibir".
  —¡Ah! Perdone, es este otro.
La necedad es calificativo contiguo al chino de etnia "han". No falla. Tantas décadas oprimidos, desaprovechados, alejados de la cultura sobre una charca de odio y heces, que ahora les es difícil dar con la tecla. Sobre todo, teniendo en cuenta a la velocidad que marcha este país, que engulle vidas como días tiene el calendario. De pronto, no ya sólo deben dar más de sí, sino que además deben parecer occidentales.
  —Perdona, ¿me puedes dar un número para mi turno?
  —Aquí lo tiene.
  —¿El ciento veintisiete? Pero si va por el noventa y dos.
  —Lo siento, tiene que esperar. Puede tomar asiento allí.
El ciudadano, en general, es ganado. Y en China, aún menos que eso. Por eso debo esperarme una hora a que un insulso señor descamisado y repelente me atienda, cometa cien errores, no sepa decir en inglés ni "yes", y envíe mi dinero sin saber a ciencia cierta si llegará o se quedará en el limbo. Mientras llega el turno para mi sufrimiento infinito debo esperar en una silla de plástico, de la peor calidad, rodeado de todo tipo de carroña social: unos fuman, otros sorben el paquete de "noodles", alguno da una cabezada. Se salva una hermosa señora, entrada en años, que me mira risueña sin saber la que se le podría caer encima. El aire acondicionado, como no podía ser de otro modo, emana congelación absoluta. Y el gordo que tengo a mi lado, clara muestra del crecimiento chino que ha dejado de lado las hambrunas para en poquísimo tiempo crear obesos mórbidos, se saca un moco de la nariz con un dedo ennegrecido. El guarda de seguridad, que va vestido como un fontanero magrebí, ni pone orden ni sabe realmente a qué se dedica [...] El inane me está poniendo de los nervios. Aparte de esperar una hora y cuarto para que la sucia megafonía cantara mi turno, lleva leyendo los papeles que rellené hace ya rato como si no entendiera nada [...] Me cansa este país, me cansan sus ciudadanos incompetentes: me hacen perder el tiempo, gastar energía, me sacan todo lo malo que llevo dentro.» (Faltan moscas, pp. 99-101)


Faltan moscas para tanta mierda
Joaquín Campos
Espuela de Plata, 2014
300 págs. | 17 €


Cómo subir a un tren en China


martes, 18 de noviembre de 2014

El turista cultural (Jorge Carrión, Librerías)

«¿Qué fue lo primero que hice al llegar a Sidney? Buscar una librería y comprarme una edición de bolsillo de The Songlines de Chatwin, cuya traducción al castellano había leído tiempo atrás, y otra de Austerlitz de Sebald, que acababa de publicarse en inglés. Al día siguiente visité Gleebooks y estampé uno de los primeros sellos de mi pasaporte invisible, que en aquella época (mediados de 2002) tenía un sentido, digamos, transcendente para mí, peregrinaba a las librerías, a los cementerios, a los cafés, a los museos, templos de la cultura moderna que adoraba todavía. Como se habrá adivinado ya a estas alturas del ensayo, hace tiempo que asumí mi condición de turista cultural o de metaviajero y que dejé de creer en pasaportes invisibles. La metáfora, no obstante, me parece bastante adecuada y, en el caso de los amantes de las librerías, serviría para enmascarar una pulsión fetichista y sobre todo consumista, un vicio que a veces se parece demasiado al síndrome de Diógenes. De aquel viaje de dos meses por Australia regresé con veinte libros en la mochila, algunos de los cuales desaparecieron en la criba de mis mudanzas sin haber sido leídos, hojeados, ni siquiera abiertos.

Como digo: al día siguiente fui a Gleebooks, pero los dos libros fundamentales del viaje los compré en una librería cualquiera. Hay que distinguir entre las grandes librerías del mundo y las librerías de urgencia. Por supuesto son estas las que nos nutren de las lecturas más necesarias, las que no pueden esperar, las que nos entretendrán durante un vuelo o un viaje en tren, las que te permiten comprar un regalo en el último momento, las que te proporcionan —el mismo día en que ha sido distribuido— el libro que estabas esperando. Sin las librerías de urgencia no existirían las otras, no tendrían sentido. Una ciudad tiene que ser una trama de comercios de libros: desde el quiosco hasta la librería principal, se abre una gama de librerías modestas y medianas, de cadenas de libros, de secciones de bestsellers en supermercados, de establecimientos de libros de ocasión, de librerías especializadas en cine, en cómic, en novela policial, en libros universitarios, en medios de comunicación, en fotografía, en viaje.» (Librerías, pp. 229-230)

LIBRERÍAS
Jorge Carrión
344 págs. | 19,90 €
Anagrama | Argumentos
La Central. C. Mallorca 237, Barcelona
ALGUNAS LIBRERÍAS DE BARCELONA
· Abacus (de proximidad)
· Alibri (de todo)
· Altaïr (viajes)
· Antinous (lgbti)
· Babelia (coffee & books)
· Calders ('especializada en libros')
· Casa Anita (infantil y juvenil)
· Casa del Libro (pues eso)
· Come In (inglesa)
· Documenta (humanidades)
· El Corte Inglés (aún)
· Epsilon (esotérica)
· Espai Literari (nous autors i editors)
· fnac (cultura y tecnología)
· Gigamesh (ciencia ficción)
· Guía (viajes)
· Happy Books/La formiga d'or (bolsillo)
· Haiku (japonesa)
· Jaimes (francesa)
· Kowasa (fotografía)
· La Caníbal (alternativa)
· La Central (de cabecera)
· La ciutat invisible (coop. autogest.)
· La Ploma (África negra)
· Laie (literatura)
· Maite (de proximidad)
· +Bernat (almacén de cultura)
· Negra y Criminal (intriga)
· Nollegiu (poesía y agitación)
· Norma (cómics)
· Ona (la cosa catalana)
· Pequod (de proximidad)
· Pròleg (feminista)
· Re-Read (segunda mano)
· Studio (anticuaria)
· Taifa (nuevos y/o leídos)
· Y muchas más
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