viernes, 7 de marzo de 2014

Francisco Goldman: Di su nombre

«La última novela que Aura leyó fue La vida breve, de Onetti, la comenzó en la Ciudad de México y la terminó un día antes de emprender nuestro viaje a la playa. El libro estaba ahora en Brooklyn, pero no me podía poner a leerlo aún. Sí que leí su ejemplar de El malogrado, de Thomas Bernhard, y también su Bajo el volcán, subrayado y con anotaciones de su propio puño y letra. Estaba contento de volver a leer algo de ficción, después de tantos meses de haber estado volcado en ensayos sobre la aflicción y el duelo y en los libros que creí que podrían ayudarme a imaginar a los psicoanalistas franceses y a las clínicas de la novela de Aura. Un día, abrí mi ejemplar de tapa blanda de Pnin para encontrarme y seguir un rastro de hadas conformado por las marcas en tinta verde de Aura. Ni siquiera había terminado el primer capitulo cuando sentí la risa de Aura creciendo en su interior y salir de golpe por sus labios entreabiertos, cuando el pobre Pnin se da cuenta de que ha cogido el tren equivocado a Cremona. Siguiente estación de la risa, la ardilla que hace que Pnin apriete el botón de la fuente. Aura había trazado pequeños corchetes verdes para destacar frases como «un viento susurrante» o «bajo el sol plateado» y había escrito con claridad la palabra «clima» en los márgenes. ¿Por qué alguien escribiría la palabra «clima» junto a cada descripción del clima que apareciera en una novela? Yo sabía por qué. En su taller de escritura creativa el FEA les había encargado llevar un diario del clima. Observar el clima, describirlo, no es tan sencillo. Hay que prestar atención a los usos literarios del clima. Todos los días de ese semestre, mientras también se preparaba para defender su tesina, Aura había descrito diligentemente el clima en su cuaderno. Después Wendy me diría que en realidad sólo dos estudiantes del taller habían escrito en sus diarios cosas del clima todos los días: Aura y ella. [...]

Las semanas posteriores al accidente traté de releer Lord Jim: pensaba que era el momento de hacer lo que hace Lord Jim, desaparecer con todo, con mi vergüenza y mi vida arruinada, en algún lugar lejano y difícil donde quizá pudiera comenzar de nuevo; pero entonces el libro me desconcertaba por el miedo a la muerte que motiva a los personajes, por las grotescas payasadas que ni siquiera merecen ser tachadas de cobardía: esos hombres son sólo payasos sin gracia que luchan por el bote salvavidas [...]» (pp. 284-285)
primeras páginas
FRANCISCO GOLDMAN
Di su nombre
(Say Her Name, 2011)
Trad. Roberto Frías
Sexto Piso, 2012

El duelo como forma de literatura (ML Restrepo)
La escritora que se perdió en una ola (A. Castro)

Palabras para resucitar un fantasma (JL de Juan)
A brilliant but often unbearably sad read (The Guardian)
~ In Memoriam ~
AURA ESTRADA (1977-2007)

2 comentarios:

Elena dijo...

Y algunas otras pérdidas trágicas:
- El año del pensamiento mágico.
- Auden / Didion
- La hora violeta.
- Mortal y rosa.
- Tiempo de vida.
- Verde agua.
- Este momento sin tiempo.
- El olvido que seremos.
- La ridícula idea de no volver a verte.
[uf, como me gusta el dolor (póstumo) literario]

Elena dijo...

Del moleskine literario de Iván Thays:

"En recuerdo de mi padre: Hace tres año, un 7 de marzo, murió mi padre. Entonces escribí un texto titulado “Mi padre ha muerto hoy”. La relación con las personas que mueren no concluye, sigue construyéndose, y puedo decir que ahora mi relación con él es incluso más sana y bella que cuando estaba vivo. Y conversamos más. La muerte no existe. Les dejo el texto que escribí entonces y que he colgado en mi blog en El País."

http://ivanthays.com.pe/post/79173046025

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