jueves, 14 de agosto de 2014

Leila Guerriero: Frutos extraños (y sabrosos)



«[...] Yo no sé por qué me interesan las historias que me interesan —una larga lista de mutilados, gigantes, bateristas con síndrome de Down, directores de cine porno, chinos de supermercado, mafiosos, envenena- doras y magos—, aunque creo que todas tienen algo en común: se trata de historias que han sido recorridas hasta el hartazgo por diarios y revistas y en las que, a veces, veo un rayo: la sospecha de que, a pesar de todo, queda todo por decir. Y entonces el monstruo de mi curiosidad se despierta y yo ya no soy yo sino un pescador en mar espeso, sin caña y sin anzuelo, sin más estrategia que la pura paciencia y los ojos abiertos.
  Mucho tiempo después, cuando vuelvo a la orilla, lo que traigo en los brazos es un bicho difícil. Algo que se ríe y tiene la boca rota en un vagido interminable. Que miente y agoniza de sinceridad y se exhibe con ego de monstruo y se esconde con discreción de púber. Un ser cobijado en sedas y un íncubo enredado en secretos como babas; un asesino metálico y una entidad con la fragilidad de un ojo.
  Casi siempre me gusta lo que traigo en los brazos. Lo que traigo en los brazos es, casi siempre, algo profundamente vivo.» (p. 384)


Leila Guerriero (Argentina, 1967)
Frutos extraños (2009)
Alfaguara, 2012
[fragmento] / [Leila en El País]

[una lectura deliciosa]
  Vida del señor sombrero
(Homero Alsina Thevenet)
El Malpensante, Colombia
Diciembre de 2005-enero de 2006

«[...] En el suplemento cultural de el diario El País de Montevideo, que Homero fundó a los 68 años, no se publican avisos porque no se buscan avisos: no se propician avisos; no se usa color por cuestiones prácticas (obliga a disponer de fotos de mayor calidad); se eliminaron las bajadas (porque si el lector lee un resumen de lo que sigue, no lee lo que sigue) y, en tiempos en que la sobrevaluada religión del nuevo periodismo obliga al yo, se aborrece de la primera persona.
  —La primera persona es una traición, porque termina siendo más importante el escritor que lo escrito. Eliminamos los copetes porque si el copete dice todo lo necesario, el lector se va a ir. En el Cultural hice lo que yo quería hacer. Un suplemento sin concesiones. No le doy bolilla a Planeta si me dice que tal libro es muy importante, o si viene tal tipo con su libro de poesía para que se lo comente. No lo atiendo, no lo publico. Tenemos total independencia. Estoy trabajando con una libertad periodística que en la Argentina no tendría. Allí la crítica de cine está convertida en pildoritas con estrellitas: tres estrellitas, cuatro estrellitas, cinco estrellitas. Si hay que hacerlo se hace, pero hay que superar la instancia de esa crítica que dice “esto es largo, es feo, es malo, es bueno, entretenido”. Cuando uno se empieza a preguntar cómo lo hizo, por qué lo hizo, para qué lo hizo… eso es un progreso.
  Durante años, cada vez que un nuevo periodista era incorporado al suplemento Cultural, se le entregaba el manual de estilo, una versión resumida de un texto que Homero había incluido en una de sus Enciclopedias de datos inútiles bajo el título de “Algunas sugerencias para periodistas modestos” y que decía —dice— así: “Comience toda nota en el centro del tema [...] Las primeras líneas deben apresurarse a establecer qué, quién, dónde, cuándo. El cómo puede esperar al segundo parrafo. Elimine al máximo el Yo, el Nosotros, los otros pronombres respectivos (me, mí, nos). El enfoque gramatical de primera persona debe reservarse para aquello que es absolutamente intransferible [...] Salvo casos de extrema necesidad, elimine los signos de interrogación; el lector quiere respuestas y no preguntas. [...] Evite los signos de admiración: el concepto deberá ser bastante asombroso con sólo enunciarlo, sin que usted le coloque una bandera encima [...] Elimine las referencias al hecho mismo de estar escribiendo una nota. Sea un espejo sin decir ‘aquí estoy como un espejo’. La prosa tersa no se dobla sobre sí misma. [...] Reescriba toda vez que pueda hacerlo. Si tiene a mano un lector que ignore el tema, confíele una primera revisión del texto. Si él no entiende algo, la culpa es de usted [...] Elimine rodeos y larguezas. Un título periodístico llega a alargarse para llenar espacios, como ‘Se experimentaron precipitaciones pluviales en todo el sur de la república’, pero siempre será mejor que usted escriba, llanamente, ‘llovió en todo el sur del país’”.» (pp. 70-72) (Crónica completa)

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