viernes, 30 de enero de 2015

Beatriz  (& Iris)


Carlos Barral, Beatriz de Moura, Josep Maria Castellet, 1973

«[...] Sólo me referiré al editor literario, o sea, a aquel que no antepone el mayor beneficio a la calidad de sus elecciones, o, si prefieren, al que se dirige consciente y premeditadamente a lectores habituales, que son los que visitan con frecuencia las librerías y que saben perfectamente cuándo se les quiere dar gato por liebre —y todos sabemos que ese público, o mercado, no es, en principio, mayoritario [...] Pero, entretanto, Toni ya había aprendido a ser publisher de nuestros autores. A ser publisher se puede aprender; a editar, no. Por desgracia, en español solo tenemos una palabra —editor— para estos dos aspectos (el empresarial y el literario) de una editorial [...] Mientras estás leyendo ese libro que te gusta, puedes tener la percepción de que a tu alrededor hay un tipo determinado de gente con quien compartir ese placer. Eso también forma parte de ese don del olfato atribuido a quien ejerce el oficio de editor [...] En mi vida editorial, los autores que más ayuda me han pedido, los que me han pedido una lectura atenta y crítica, han sido algunos de los más célebres de nuestro catálogo. Incluido alguno extranjero. Han querido compartir criterios, con preguntas como: qué piensas, qué cambiarías y qué dejarías pase lo que pase [...] Hay que defenderse del batallón de escribidores que están convencidos de que han sido agraciados con el don del talento [...] La inmensa mayoría de esos locos apenas saben redactar correctamente, revelando con ello que son prácticamente iletrados [...] Con este tipo de don se nace, no se hace. Unos lo aprovechan y otros no, pero es evidente que el que no nace con ello nunca podrá ser un gran escritor. Podrá dominar los elementos prácticos de un texto, hacerlo comprensible, pero nunca será un creador, un artista. Podrá comunicar pensamientos y muchas otras cosas, pero no crear en términos literarios [...] Porque hay una cosa que sé: escribo correctamente, o sea, que redacto bien, lo cual es muy distinto. De modo que sé muy bien que no soy escritora. Eso lo descubrí escribiendo precisamente aquella novela que, merecidamente, pasó sin pena ni gloria [...] El otro día hablaba con una colega de otra editorial y me decía que ella creía que en los próximos años los que leerán en papel, o en cualquier otro soporte, serán las tías y las abuelas de las familias burguesas. O sea yo misma. Eso significa que hemos perdido a los más jóvenes para tan hermoso pasatiempo. Me resisto a creerlo [...] Hasta hace aún relativamente pocos años, el entusiasmo por contar a los demás lo que has leído era gratificante. La pregunta hoy es: ¿sigue siéndolo cuando una inmensa mayoría de quienes antes te gratificaban se alza de hombros, vuelve la mirada hacia su tableta, smartphone o videojuego de turno y sigue deslumbrado por la luz metálica que irradia?» (fragmentos)

POR EL GUSTO DE LEER
Beatriz de Moura, editora por vocación
Conversaciones con Juan Cruz
Tusquets Editores, 2014

Beatriz de Moura (Río de Janeiro, 1939), fundadora
en 1969 de Tusquets, un sello que ha marcado una
generación de lectores.”

· Antonio López Lamadrid, gran editor y cómplice.
· Tusquets, 40 años en la brecha.
· Álbum de fotos.
· Catálogo de Tusquets.
· “A nivell de lectura estem com en l’època de Franco” (8tv)


Iris Menéndez, fumando, con A. Estevan y A. Grandes (Ed. Tusquets, 1990)

lunes, 26 de enero de 2015

“Vete ya” (A. G. Porta a R. Bolaño)

«[...] A veces la escena sucede en el Céntrico, justo en la esquina de los fantasmas con los sueños. Vienen éstos con su pesada carga, el grueso de sus obras atadas a la espalda, en una larga letanía se ve desfilar a Poe, a Rimbaud, a Valéry y a Verlaine. Vete ya, no alargues más el tiempo, apura el cigarrillo y lárgate de aquí, de esta esquina donde tú y yo, de nuevo sentados tras la ventana, armados de humo y de cafés, hablamos de hoy y de ayer, de lo que a pesar nuestro aún queremos ser, y yo te acompaño a la puerta y tú, murmurando, emprendes ese camino esforzado y noble que ha de alejarte de mí. Vete ya, te digo. No has de dejar de amarnos pero vete. Vete a Sonora, al D.F., sueña que eres un detective y que Mark Twain te contrata para salvarle la vida a una mujer sin rostro, tal vez una poeta. Recemos pues de nuevo, ya que nada más nos ha sido concedido. Vete ya y desde tu destino encomiéndanos en tus oraciones: William Burroughs, amén; Lawrence Monsanto Ferlinghetti, amén; Jack Kerouac, Joan Vinyoli, Gregory Corso, amén; Karl Shapiro, Denise Levertov, amén; Ginsberg, Lowell, O’Hara, LeRoi Jones; El sistema del infierno de Dante, amén. Y añádele, si puedes, un último pensamiento para Cesárea Tinajero y Sophie Podolsky, que en el cielo estén.» Foto de Chris Killip

Final del poema en prosa que A. G. Porta escribió en 2003 tras la muerte de su gran amigo Roberto Bolaño, y que pertenece a Cartas a los muertos, libro inédito de poemas dedicados a Bolaño. / En el apartado La vida de los otros del web de Enrique Vila-Matas se puede leer el texto completo de A. G. Porta, Vienen los fantasmas, acompañado de más imágenes de Chris Killip seleccionadas por V-M.

domingo, 25 de enero de 2015

Jean Echenoz corre amb Emil Zátopek

«Un estil, efectivament, impossible. En Larry Snyder no és el primer que ho observa. N'hi ha per pensar com coi s'ho manega, l'Emil.
   Hi ha corredors que sembla que volin, d'altres que sembla que ballin, d'altres fa l'efecte que desfilin, n'hi ha que diries que avancen con si estiguessin asseguts sobre les cames. També n'hi ha que simplement fa l'efecte que vagin tan de pressa com poden al lloc on els acaben de cridar. L'Emil, res de tot això.
   L'Emil és com si cavés o s'enfondís, com si estigués en trànsit o com si fos un peó de camins. Lluny del cànons acadèmics i de tot afany d'elegància, avança de manera feixuga, sotragada, torturada, a estropades. No amaga la violència de l'esforç que se li llegeix a la cara crispada, tensa, contínuament deformada per les ganyotes i per un rictus que fa mal als ulls. Corre amb les faccions alterades, com esqueixades per un patiment atroç, i de tant en tant treu la llengua, com si portés un escorpí a cada vamba. Se'l veu terriblement absent, en un altre lloc, tan concentrat que no hi és del tot tret que hi és més que ningú, i arronsat entre les espatlles, amb el coll sempre inclinat cap al mateix cantó, el cap se li gronxa sense descans, li balla de dreta a esquerra.» (pàgs. 49-50)

JEAN ECHENOZ (Orange, 1947)
(Courir, 2008)
CÓRRER, Raig Verd, 2014
Trad. Anna Casassas
[primeres pàgines]
CORRER, Anagrama, 2010
Trad. Javier Albiñana
[primeras páginas]
“Un cop llegit el llibre, si no el vols conservar, el pots deixar a l’abast d’altres, passar-lo a un company de feina o un amic a qui pugui interessar. En el cas de voler llençar-lo (cosa impen- sable), fes-ho al contenidor blau de reciclatge de paper.” / “L’editorial expresa el dret del lector a la reproducció total o parcial d’aquesta obra pel seu ús personal.” (Raig Verd dixit)

lunes, 19 de enero de 2015

Milena Busquets: También esto pasará

Cadaques by Shigeyoshi Koyama
«Por alguna extraña razón, nunca pensé que llegaría a los cuarenta años. A los veinte, me imaginaba con treinta, viviendo con el amor de mi vida y con unos cuantos hijos. Y con sesenta, haciendo tartas de manzana para mis nietos, yo, que no sé hacer ni un huevo frito, pero aprendería. Y con ochenta, como una vieja ruinosa, bebiendo whisky con mis amigas. Pero nunca me imaginé con cuarenta años, ni siquiera con cincuenta. Y sin embargo aquí estoy. En el funeral de mi madre y, encima, con cuarenta años. No sé muy bien cómo he llegado hasta aquí, ni hasta este pueblo que, de repente, me está dando unas ganas de vomitar terribles. Y creo que nunca en mi vida he ido tan mal vestida. Al llegar a casa, quemaré toda la ropa que llevo hoy, está empapada de cansancio y de tristeza, es irrecuperable. Han venido casi todos mis amigos y algunos de los de ella, y algunos que no fueron nunca amigos de nadie. Hay mucha gente y falta gente. Al final, la enfermedad, que la expulsó salvajemente de su trono y destrozó sin piedad su reino, hizo que nos puteara bastante a todos, y claro, eso se paga a la hora del funeral. Por un lado, tú, la muerta, les puteaste bastante, y por otro lado yo, la hija, no les caigo demasiado bien. Es culpa tuya, mamá, claro. Fuiste depositando, poco a poco y sin darte cuenta, toda la responsabilidad de tu menguante felicidad sobre mis hombros. Y me pesaba, me pesaba incluso cuando estaba lejos, incluso cuando empecé a entender y aceptar lo que pasaba, incluso cuando me aparté un poco de ti al ver que, si no lo hacía, no sólo morirías tú bajo tus escombros. Pero creo que me querías, ni mucho, ni poco, me querías y punto. [...] «Te quiero», las palabras mágicas que te pueden convertir en un perro, en un dios, en un chiflado, en una sombra. Además, muchos de tus amigos eran progres, ahora creo que ya no se llaman así o que ya no existen. No creían ni en Dios ni en una vida después de la muerte. [...] Yo, de niña, os veía reír y jugar a las cartas hasta el amanecer y viajar y bañaros en pelotas en el mar y salir a cenar, y creo que lo pasabais bien, que erais felices. El problema con las familias que uno elige es que desaparecen más fácilmente que las de sangre. [...] Mamá, me prometiste que cuando murieses mi vida estaría encarrilada y en orden y que el dolor sería soportable, no me dijiste que tendría ganas de arrancarme mis propias vísceras y comérmelas. Y me lo dijiste antes de empezar a mentir. Hubo un momento, no sé por qué, en que tú, que no mentías nunca, empezaste a hacerlo. Los amigos, que al final te trataron poco y recuerdan a la persona gloriosa que eras hace diez o diez mil años, sí que han venido. [...] Porque tú estás muerta, mamá. Llevo dos días repitiéndolo y repitiéndomelo y preguntándoselo a mis amigas, por si ha habido algún error o lo he entendido mal, pero cada vez me aseguran que ha ocurrido lo impensable. Aparte de los padres de mis hijos, sólo hay un hombre interesante, desconocido. Estoy a punto de desmayarme de horror y de calor y, a pesar de todo, sigo siendo capaz de detectar inmediatamente a un hombre atractivo. Debe de ser el instinto de supervivencia. Me pregunto cuál es el protocolo para ligar en un cementerio. [...] Se acaba el funeral. Veinte minutos en total, en medio de un silencio casi absoluto, no ha habido ni discursos, ni poemas —juraste levantarte de tu tumba y perseguirnos por toda la eternidad si dejábamos que alguno de tus amigos poetas recitara algo—, ni rezos, ni flores, ni música. Hubiese sido todavía más rápido si los ancianos operarios que tenían que introducir el ataúd en el nicho no hubiesen sido tan torpes. Entiendo que el hombre atractivo no se acercase a cambiarme la vida aunque, por otro lado, no se me ocurre un momento más adecuado y necesario para hacerlo, pero al menos hubiese podido ayudar a los viejos cuando casi se les cae el ataúd al suelo. Uno de ellos ha exclamado: «Me cago en dena!» Ésas han sido las únicas palabras pronunciadas en tu funeral. Me parecen muy apropiadas, muy exactas. A partir de ahora, supongo que cada funeral al que asista será el tuyo. Bajamos por la cuesta. Carolina me coge de la mano. Ya está. Mi madre ha muerto. Creo que me voy a empadronar en Cadaqués. Ahora que tú vives aquí, será lo mejor.» (inicio del libro)

MILENA BUSQUETS
También esto pasará
(Anagrama 2015)
També això passarà
(Ara Llibres, 2015)
[Babelia | leyenda]
ESTHER TUSQUETS
(en Nostromo, I. V.-Folch)

miércoles, 14 de enero de 2015

Julian Barnes: Niveles de vida (y de dolor)

«Estuvimos juntos treinta años. Yo tenía treinta y dos cuando nos co- nocimos, sesenta y dos cuando murió. El alma de mi vida; la vida de mi alma. Y aunque ella odiaba la idea de envejecer —a los veinte años pensaba que no pasaría de los cuarenta—, yo confié felizmente en la continuidad de nuestra convi- vencia: en que las cosas se vol- verían más lentas y sosegadas, en la rememoración conjunta. Me imaginaba cuidándola; hasta habría podido —aunque no lo hice— ima- ginarme, al igual que Nadar, que le retiraba el pelo de las sienes afá- sicas, que aprendía la función de la enfermera tierna (y carece de im- portancia el hecho de que ella hu- biera detestado esta dependencia). En cambio, desde un verano hasta el otoño siguiente hubo inquietud, alarma, miedo, terror. Pasaron 37 días desde el diagnóstico hasta la muerte. En todo momento procuré no mirar al otro lado, siempre intenté afrontarlo; y de ello nació una especie de lucidez demente. Casi todas las noches, cuando salía del hospital, me sorprendía miran- do con rencor a los pasajeros de un autobús que simplemente volvían a su casa al final de la jornada. ¿Cómo podían estar allí sentados ociosamente, ignorantes, con aquel perfil de indiferencia, cuando el mundo estaba a punto de cambiar?» Pat Kavanagh & Julian Barnes



Julian Barnes
Niveles de vida
(Levels of Life, 2013)
Trad. Jaime Zulaika
Anagrama, 2014
152 páginas




«No creo que volveré a verla. Nunca la veré, oiré, tocaré, abrazaré, escucharé, reiré con ella; nunca más aguardaré sus pasos, sonreiré al oír que se abre una puerta, acoplaré su cuerpo al mío, el mío al suyo. Tampoco creo que volveré a encontrarla en alguna forma desmate- rializada. Creo que la muerte es la muerte. Hay quien cree que el duelo es una especie de autocompasión violenta pero justificable; otros piensan que es simplemente nuestro reflejo en la mirada de la muerte; otros dicen que se apiadan del superviviente, porque es el que padece, mientras que la persona amada ya no sufre. Estos criterios intentan afrontar la aflicción minimizándola; y hacen lo mismo con la muerte. Es cierto que parte de mi congoja se centra en mí mismo —mira lo que me he perdido, mira cómo se ha empobrecido mi vida—, pero más, mucho más, y ha sido así desde el principio, en ella: mira lo que se ha perdido, ahora que ha perdido la vida. A veces da la impresión de que la propia vida es la que más ha perdido, la parte más perjudicada real- mente, porque ya no es objeto de la radiante curiosidad de mi mujer.»
(págs. 84-85 y 96)

domingo, 11 de enero de 2015

Leed esto, si queréis (Maruja Torres dixit)

Respetando a los caníbales: Europa es cómplice del fundamentalismo islámico
Ilya U. Topper (Estambul). El Confidencial. 10/01/2015.

« [...] Los doce muertos de Charlie Hebdo en París ya no dejan duda: el islam es un problema en Europa. Es muy fácil, y desde luego es señal de buena voluntad, asegurar que los asesinos eran simplemente asesinos, y no tienen nada que ver con el islam, porque “el islam no es eso”. Pero de nada sirve. El islam es eso y es lo contrario.

Sí: el islam también es el policía Ahmed Merabet, que murió por defender a los dibujantes de Charlie Hebdo. Al igual que el cristianismo es el cura rojo de un arrabal de Madrid y el arzobispo de Granada. Como el judaísmo es Abraham Serfaty y aquel rabino que decretó lícita la exterminación de niños palestinos. Como cualquier religión, “el islam” no existe. El islam no es más que la suma de lo que piensan en un momento concreto de la historia quienes se reconocen musulmanes.

Y el problema que tiene Europa hoy es lo que piensan los musulmanes de este continente.

Europa es responsable

Es un problema de Europa y es la responsabilidad de Europa. Los asesinos de los periodistas [...] son franceses. Nacidos en París. Con apellido magrebí, sí: sus padres proceden del norte de África. Pero esto no disminuye en absoluto la responsabilidad del Gobierno de Francia: estos asesinos pasaron por el sistema educativo francés.

Decir que la culpa la tienen sus padres es no sólo hipócrita (para eso se inventó la enseñanza obligatoria: para asegurarle al Estado control sobre lo que aprenden los niños) sino además es falso. La generación de magrebíes que llegó a Francia hace medio siglo no era islamista ni violenta ni lo es hoy. Hicieron lo posible por integrarse. Son sus hijos y nietos, europeos de toda la vida, quienes han hecho de un cierto islam violento su bandera. [...]

Esta es la responsabilidad de Europa, y no puede sustraerse a ella. Los “patriotas” de derechas están metiendo la cabeza en la arena cuando denuncian la inmigración como causa de los males: ni fueron violentos los musulmanes que llegaron a Europa hace dos generaciones, ni lo son los que llegan hoy. No existe un flujo de yihadistas de Siria, Marruecos o Iraq a Europa. Existe un flujo de yihadistas de Francia, Alemania, Inglaterra, España, Austria hacia Siria. Europa no importa terroristas islámicos: los exporta.

Pedir cerrar la puerta a la inmigración musulmana como hacen tantos “patriotas”, equivale a cerrar las ventanas de una casa para combatir el mal olor de las cañerías.

La metamorfosis

[...] A los magrebíes y turcos que llegaron a Europa en los años sesenta y setenta no les faltaba voluntad de integrarse; explotados como mano de obra barata, les faltaban medios. Empezando con un punto clave: el aprendizaje del idioma. Quizás no hicieron suficiente esfuerzo. Pero no debe olvidarse que cierto racismo de la población (un racismo corriente, dirigido contra cualquier obrero de origen campesino, moreno, turco, magrebí, siciliano o andaluz) les puso un muro adicional, les cerró las puertas, les hizo entender que no eran bienvenidos.

Se replegaron. Ignorantes en todo a lo que se refiere al islam o a la cultura intelectual, literaria, de sus países de origen, criaron a sus hijos en un ambiente suspendido entre dos mundos, sin pertenecer a ninguno. Y también sus hijos se dieron cabezazos contra este muro: hasta hoy, tener un apellido magrebí en Francia hace desplomarse las oportunidades en el mercado laboral.

Se quedaron, pues, en el barrio. Viendo la televisión. Esa televisión que algún día empezó a poblarse, por obra y gracia de la parabólica, con predicadores vestidos de blanco que se dirigían a “los musulmanes”. A ti, sí: a ti. Tu vida tiene sentido ante Dios y la historia, les dijeron, si cumples las leyes divinas y garantizas que tu hermana no se pasee con hombres blancos. Que no se pasee con hombres, vaya.

Así se fue creando el gueto. Un gueto en el que se ha ido cristalizando una extraña cultura que guarda recuerdos de la gastronomía magrebí o turca, pero que se ha modelado según el ideario del islam que han difundido los telepredicadores y los imames del barrio. Estos imames que han ido apareciendo por doquier, sin que se sepa siempre muy bien quién les paga el salario.

Saudíes en la M-30

En la Mezquita de la M-30 de Madrid lo sabemos, porque colocan orgullosos la foto del rey de Arabia Saudí en sus oficinas. En Alemania, la Diyanet, el Ministerio de Religión de Turquía, tiene bajo control gran parte de las mezquitas. Digo bien: control. Ankara envía supervisores que cambiar regularmente para impedir que se “contaminen” con ideas europeas. Y si bien el islam oficial en Turquía tiene que andar con pies de plomo, por respeto a la Constitución laica del país, en Alemania, un país que no es laico, no tiene cortapisas: puede difundir sin ambages la ideología de sus dirigentes, que los intelectuales turcos califican de “islamismo radical”. Y que los europeos siguen llamando “islam moderado”.

Moderado en comparación con los asesinos de París, querrán decir. Porque para los europeos, todo islam que no es directamente asesino es “moderado”. Ya puede ser todo lo violento que quiera: predicar el velo obligatorio para las mujeres, a medias o integral, decir que mujeres y hombres no deben tocarse, que las niñas no deben aprender música, que ser gay es malo para la salud, que hay que prohibir toda obra literaria o humorística que cuestione lo “sagrado”, que las leyes del Corán son inmutables, divinas y deben estar por encima de la legislación de cada país...

Un predicador islamista puede decir todo esto y más y será cortejado por ministros y presidentes que harán cola para debatir con este portavoz del “islam moderado”. Muchos de estos predicadores habrían ido a la cárcel en Marruecos o Siria por su discurso de incitación al odio, pero Europa les ofreció no sólo asilo sino una tribuna, un debate, el puesto de presidente del consejo oficial de musulmanes, el título de Honorable Caballero y orden de la Reina.

Sí: Europa ha fomentado, no sé si a ciegas o a conciencia, pero de forma activa y continua, de forma criminal, las corrientes más extremistas del islam, financiados desde Arabia Saudí, Qatar, Kuwait y sus vecinos gracias a la marea del petróleo. Desde las cúpulas del gobierno hasta el último alcalde, se ha elevado a los imames, los teólogos, los predicadores al rango de representantes de los colectivos de origen magrebí, turco o pakistaní. Un rango que nunca tuvieron en sus países originales, un poder que sólo pudieron adquirir gracias a la complicidad de las administraciones europeas. Por doble vía: por elegirlos como representantes y por cerrar a estos colectivos toda otra vía de expresarse.

La náusea del multiculturalismo

Cuando al periodista alemán Günter Wallraff le ofrecieron ser miembro del consejo musulmán local (gracias a su larga trayectoria de defensa de los inmigrantes turcos) aceptó con la condición de leer en la mezquita los “Versos Satánicos” de Salman Rushdie y debatir sobre los límites del arte frente a la religión. No hubo manera. Más tarde intentó que firmasen una declaración contra la lapidación de una mujer iraní. Tampoco.

Y con estos antecedentes hay quien sigue aplaudiendo que las mezquitas en España sirvan de lugar de reunión social y organicen comidas o talleres, en lugar de buscar a los inmigrantes un espacio donde pudieran reunirse lejos del control de los imanes, lejos de sus discursos excluyentes, lejos de frases tipo: "No pueden entrar las mujeres que tengan la regla".

manifestación feminista, Bilbao, 8 marzo 2018

Europa ha islamizado, durante décadas, la sociedad inmigrante, religiosamente indiferente, que recibió. En plena complicidad con los jeques árabes y sus imperios mediáticos. Los gobiernos han envuelto su actitud en un neologismo venerado hasta la náusea: multiculturalismo. Una hermosa palabra para expresar el racismo de toda la vida. El racismo que preconiza la separación de “lo nuestro” y “lo de ellos”. [...]

Que más nos da que ellos fuercen a sus mujeres a taparse, qué más nos da que en sus barrios amenacen de muerte a cualquiera que venda alcohol, que más nos da que en sus familias dirimen matrimonio y divorcio según diga el imam. Son ellos, la sociedad es multicultural: respetamos el derecho de cada imam y de cada matón de barrio a oprimir a sus fieles, a castigar a sus hermanas, a imponer su machismo como vea bien. Eso se llama tolerancia. Lo de la tolerancia cero solo es cuando la violencia afecta a las mujeres nuestras.

¿Humillando a los débiles? ¿En serio?

Esto es lo que ha defendido, da vergüenza admitirlo, la izquierda europea. Una izquierda que ha enterrado su cabeza todavía mucho más profundamente en la arena que la derecha. No han aprendido: apenas ha dejado de retumbar el eco de los disparos de París cuando una legión de pensadores de izquierda se ha abalanzado sobre Charlie Hebdo para denunciar que caricaturizar a Mahoma es racista y xenófobo y se burla de los débiles.

Los débiles: como si el islam en Europa fuera la religión de los débiles. No lo es: ese islam que defienden los predicadores europeos, ese de las mezquitas de ostentación, sea la de la M-30 o sea la que pretenden construir en Colonia, de débil no tiene nada. Es la religión de varias monarquías bañadas en oro negro, países cuyos dirigentes son los dueños de Harrods y parte del resto de Londres. Países con dinero suficiente como para financiar cadenas satélite, universidades con becas para todos (a condición de convertirse al islam) y milicias cortacabezas por medio Oriente.

Seguramente también han financiado el mejor gabinete de relaciones públicas del mundo, si la izquierda europea cree que una revista satírica francesa al borde de la quiebra estaba humillando a “los débiles” cuando esta revista desafió la prohibición de dibujar a Mahoma, prohibición que no existe en el islam y de la que nunca han sabido nada los obreros magrebíes o turcos, hasta que no la proclamasen urbi et orbi los teólogos saudíes.

Tristemente, nada hace presagiar que los disparos contra Charlie Hebdo vayan a despertar las conciencias europeas. Ya en el editorial conjunto que seis diarios europeos publicaron al día siguiente, se repite tres veces la palabra “Europa” en alusión a la defensa de la libertad de expresión. Como si más allá de sus fronteras no hiciera ninguna falta defenderla: allí no la necesitan, esa libertad, allí son musulmanes de todas formas, es el mensaje.

Bajo este prisma, la derecha vociferará más que antes contra “los inmigrantes”, enarbolará más alta aún la cruz del “Occidente cristiano”, como si el Renacimiento y la Ilustración hubiesen sido posibles sin siglos de ciencia y filosofía árabes, como si Europa no fuera en su integridad un resultado de aquella civilización histórica que hoy llamamos islámica. Como si la Biblia y los mandamientos de la Iglesia fueran un ápice mejor que los del Corán.

El islam ya es wahabí

Y la izquierda probablemente desgastará sus últimos cartuchos de tinta en intentar convencerse a sí misma de que luchar contra siglos de opresión eclesiástica y contra los coletazos de la reciente dictadura nacionalcatólica es justo y necesario, pero que el islam de los saudíes es diferente, exótico, intocable, digno de todo respeto como cualquier rito de una lejana tribu caníbal. Mientras se coman entre ellos.

Esa oleada de islamización saudí no sólo ha alcanzado Europa (y América) sino también a los países que llevan siglos siendo musulmanes. Ya ha practicamente conseguido reemplazar en la conciencia pública la religión que alguna vez se llamaba islam con su ideología particular, la wahabí. Tanto que he dejado de emplear el término "secta wahabí” en este texto y hablo del islam a secas: todo lo que usted ve y se llama “islámico” es ya wahabí.

Este proceso se acelera gracias a Europa: los franceses y belgas de origen marroquí son quienes llevan a Marruecos el ideario radical aprendido en sus guetos. Y fue una española, Marisol Casado, quien criticó a Turquía por no incluir chicas con velo en su vídeo de candidatura olímpica. Europa quiere que las musulmanas lleven velo. Para que se vea que son diferentes. Que no son mujeres sino musulmanas.

Europa, sus gobiernos, sus pensadores, sus demagogos, son el aliado necesario para los dirigentes de la hegemonía islamista financiada con petrodólares cuyo objetivo es convertirse en dueños absolutos de esa sexta parte del globo habitado por musulmanes, o personas forzadas por ley a considerarse musulmanes. Dueños absolutistas, por encima de las críticas, las parodias, las sátiras y las consideraciones de derechos humanos.

Esto no tiene nada que ver con una islamización de Occidente. Europa no es víctima. Es cómplice.»

Ilya U. Topper
Periodista (Almería, 1972)
Vive en Estambul, donde trabaja para la Agencia Efe

miércoles, 7 de enero de 2015

Francesc Serés: La pell de la frontera

«Un dia vaig anar a dinar amb ells i tot el que tenien era una olla on coïen un munt de pebrots i carn de corder. Ara, on hi havia aquella furgoneta Mercedes vella i enorme, hi ha un cotxe que van deixar uns búlgars i, al paller que en aquell temps estava tancat, tones d'escombraries i ferralla. En aquell moment potser encara no enteníem que els terratrèmols de l'altre costat del món acabaven arribant a casa. Per primera vegada en moltíssims anys, per primera vegada potser des que ningú no ho podia recordar, teníem el món a casa abans que no hagués passat per enlloc més. A Saidí hi havia tres-cents algerians i enlloc se'n parlava. Venien fugint, primer de la misèria i després d'una guerra civil més o menys declarada. [...] En Mumú, per exemple, un noi amb qui vaig treballar, venia de la Kabília i el seu pare feia de xofer entre Alger i Blida, a quaranta quilòmetres direcció sud-oest. Eren altres temps, sense els mapes d'Internet, encara havíem de buscar atles i marcar ciutats i pobles que no hi sortien. [...] En Majeed va arribar travessant una d'aquestes fractures. D'altres algerians van arribar i van continuar, d'una manera o altra han pogut sortir-ne, s'han establert, però ell no. A més, està casat, té tres fills i hauria de poder enviar diners amb una certa regularitat. El tall ha de servir per a alguna cosa.

D'un temps ençà que ja no l'agafa ningú, només en José Luis. Té bestiar, corrals i camps per a conreus i pastures. M'ho ha dit, quan li he demanat per en Majeed: que no sabia com no es tornava boig, tant de temps embarrancat al poble, sense la familía, sense ningú, veient com d'altres que van arribar després que ell s'han pogut arreglar els papers i trobar feina, sabent que passen nanos més joves que ell que menystenen la feina de pagès i que esperen arribar a Edimburg o a Amsterdam... Ell es queda aquí, amb els pagesos que els nois joves que vénen d'Alger o d'Orà veuen com un mal necessari per poder arribar a França... Alguns diuen que Saidí no és Europa, Alcarràs no és Europa, fer de pagès no és Europa, fer de pagès és una mena de Magrib dins d'Europa... I ell al paller, passant fred sota un munt de mantes velles i edredons ratats i descosits... Hi ha dos nois, dos algerians, que el deixaven anar a dutxar-se a casa seva, però ara s'han casat i, així que ha entrat la dona, s'ha tancat la porta. [...]» (pp. 172-173)

«Però encara descoratja més saber, tenir la certesa que demà puc ser jo qui pot estar en un magatzem com aquest, en algun altre país. I que pot arribar algú que em porti roba i menjar i que em pregunti si pot fer alguna cosa per mi i jo li digui que no, que no s'hi pot fer res. No veig la distància enlloc, la seguretat que ens envolta és pura ficció.» (p. 174)


[este es otro de esos libros que te gustaría compartir con todo el mundo]

jueves, 1 de enero de 2015

Oliverio Girondo: Cansancio

Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo bazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuantos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabrá si es el mismo
que usé mientras vivía.

Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola autentica,
alegre
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.






CANSANCIO
OLIVERIO GIRONDO
(Buenos Aires,
1891-1967)



[y un 2015 más justo para todos]
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