viernes, 17 de abril de 2015

En busca de EEUU con John Steinbeck

«Las secuoyas, una vez vistas, dejan una marca o crean una visión que permanece con uno siempre. Nadie ha conseguido nunca pintar o fotografiar con éxito una de ellas. La sensación que producen es intransferible. Llega a ellas silencio y sobrecogimiento. No es sólo su talla increíble, ni el color que parece cambiar y modificarse ante tus propios ojos, no, no son como ningún otro árbol que yo conozca, son embajadores de otra época. Tienen el misterio de los helechos que desaparecieron hace un millón de años convirtiéndose en el carbón de la era carbonífera. Poseen una luz y una sombra propias. Hasta los hombres más vanos y más despreocupados e irreverentes se siente dominados por su asombro y un respeto mágicos ante la presencia de las secuoyas. Respeto... esa es la palabra. Siente uno la necesidad de inclinarse ante unos soberanos indiscutibles. [...] De noche, la oscuridad es negra… sólo mirando recto hacia arriba se ve un trozo de gris y una estrella esporádica. Y hay un respirar en el negror, pues esas cosas inmensas que controlan el día y habitan la noche son cosas vivas y tienen presencia, y quizá sentimientos y, en algún punto de las profundidades de la percepción, puede que comunicación. He tenido toda la vida una asociación con estas cosas (es curioso que no sirva en este caso la palabra árboles). Puedo aceptarlas y aceptar su poder y su edad porque estuve expuesto a ellas desde la infancia. Por otra parte, la gente que carece de esa experiencia empieza a tener aquí una sensación de desasosiego, de peligro, de estar atrapado, encerrado y abrumado. No es sólo el tamaño que tienen estas secuoyas lo que les asusta, sino lo extrañas que son. ¿Y por qué no? Son los últimos miembros que quedan de una raza que floreció en cuatro continentes tan atrás en el tiempo geológico como el periodo jurásico. Se han encontrado fósiles de estos ancianos que databan de la era del cretáceo mientras que en el eoceno y el mioceno estaban esparcidos por Inglaterra y el continente europeo y América. Y luego los glaciares fueron bajando y barrieron a los titanes irremisiblemente. Y sólo quedan estos pocos: un recuerdo pasmoso de cómo era el mundo hace mucho. ¿Es posible que no nos guste que nos recuerden que somos muy jóvenes y bisoños en un mundo que era viejo cuando llegamos nosotros a él? ¿Y podría ser que hubiese una firme resistencia a la evidencia de que un mundo vivo seguirá su camino majestuosamente cuando nosotros ya no lo habitemos?»

3 comentarios:

Ada dijo...

Me lo llevo para el avión de ida!

Elena dijo...

Viajar con Steinbeck ha sido interesante y divertdo. Espero que tú lo disfrutes igual. Bon voyage, a dondequiera que vayas!

Elena dijo...

Elsa F-S y otros cuestionan la veracidad de lo narrado. Cuestión que no tiene la menor importancia y no impide que "Viajes con Charley sea un clásico de la literatura de viajes".

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