sábado, 31 de octubre de 2015

Henry Miller: El coloso de Marusi (George Katsimbalis)

The Colossus of Maroussi, primera edición, 1941
HENRY MILLER (1891-1980)
El coloso de Marusi
[The Colossus of Maroussi, 1941]
Trad. Ramón Gil Novalis
Seix Barral, 1992
Henry Miller joven (mejora mucho con sombrero)
«Este paso ha debido conocer también momentos de clara visión cuando hombres de razas distintas se estrechaban la mano, mirándose frente a frente con simpatía y comprensión. También aquí hombres de la estirpe de Pitágoras han debido detenerse a meditar en soledad y silencio, alcanzando una agradable claridad, una agradable visión del mundo desde este lugar de matanza sembrado de polvo. Toda Grecia está constelada de estos lugares paradójicos; tal vez eso explique la emancipación de Grecia como país, como nación, como pueblo, para continuar siendo la encrucijada luminosa de una cambiante humanidad.

    En Kalami, los días pasaban como una canción. De vez, en cuando escribía una carta, o intentaba pintar una acuarela. Había muchos libros en la casa, pero no tenía ganas de abrir ninguno. Durrell intentó hacerme leer los Sonetos de Shakespeare, y después de acosarme durante una semana acabé por leer uno de ellos, quizás el más misterioso que ha escrito Shakespeare (creo que era El fénix y la tortuga). Poco después recibí por correo un ejemplar de La doctrina secreta, y me lancé a él con agrado. También volví a leer el Diario de Nijinsky. Estoy seguro de que nunca dejaré de leerlo. Sólo hay unos pocos libros que puedo releer. Uno es Misterios, otro El marido eterno. Quizá deba añadir también Alicia en el país de las hadas. De todas formas, era mejor pasar la tarde charlando y cantando, o descansando sobre las rocas al borde del agua y estudiando las estrellas con un telescopio.» (pág. 28)

"The light of Greece opened my eyes, penetrated my pores, expanded my whole being."
— Henry Miller

martes, 27 de octubre de 2015

Vila-Matas: Marienbad électrique [la parte de André]

Marienbad électrique. Cadeau de Enrique Enrique Vila-Matas
MARIENBAD ÉLECTRIQUE
Trad. André Gabastou
Christian Bourgois éd.
Dominique Gonzalez-Foerster
"Les caravanes partirent. Et le Splendide-Hôtel fut bâti dans le chaos de glaces et de nuit du pôle. Depuis lors, la Lune entendit les chacals piaulant par les déserts de thym, − et les églogues en sabots grognant dans le verger. Puis, dans la futaie violette, bourgeonnante, Eucharis me dit que c'était le printemps."
ARTUR RIMBAUD
Illuminations, Après le Déluge
[10] «En mars, j'espère que je me sentirai au Splendide Hotel comme si je marchais sur le Paseo de Sant Joan pour aller de la maison à l'école et vice versa, ce qui veut dire que j’espère me retrouver sur mon propre territoire. J'ai bon espoir aussi que, lorsque je serai devant la pièce en verre, je pourrai y voir une grande parade sauvage avec un Minotaure invisible : figure imaginaire à la peau sombre, à l’œil furieux et aux membres de fer, et même ainsi figure humaine, trop humaine.
   Je demande qu'avec une "équilibre d’hécatombe", DGF situe cette silhouette au centre du centre du labyrinthe : Rimbaud caché mais exposé à cet endroit.
   Figure intouchable, secrète et inaccessible comme la porte aveugle de notre âge authentique. Rimbaud regardant vers le haut comme s'il cherchait une sphère contenant le soleil et croyait qu'il pourrait, au-delà, voir l'air et son interminable bleu foncé.
     Rimbaud vu pendant le temps exact d'un sanglot.
   Rimbaud vu comme naturel parmi les vivants, ayant peut-être vraiment dépassé les bornes, drogué jusqu'aux dents, posant dans la chambre 19 avec une nonchalance délibérée, mais en tout cas, s'exhibant, s'exposant littéralement comme il le faisait à l’entrée du pont des Arts.
    Rimbaud, vu avec étonnement dans l'éclair qui traver- sera la lourde lumière de cette journée.
     Rimbaud la nuit.
   Rimbaud renforçant mes soupçons que les morts réap- paraissent parfois discrètement parmi les vivants : ils emboîtent nos pas pour raconter plus tard nos misérables aventures aux dieux.
   Rimbaud à Paris, figure inaccessible, à contre-jour... "Pardon du jeu de mots. Je est un autre."
   — Dis-moi, pourquoi deux personnes parlent-elles pour dire la même chose ?
   Je ne sais si c'est elle ou moi qui réponds :
   — Parce que celui qui la dit est toujours l'autre.» (págs. 29-30)

miércoles, 21 de octubre de 2015

La buena letra, de Rafael Chirbes

Lucien Freud, Último Retrato, 1976-1977 «He olido la madreselva durante toda la noche. La olía en sueños. Se me metía dentro su perfume y lo notaba rasgándome la memoria, como el punzón del albañil rasgó el cemento con su nombre: Tomás Císcar. A pesar de que, cuando naciste, estaba lleno de ilusión, no había querido que te pusiéramos su nombre. Te habíamos llamado Manuel. No soportaba que su historia volviera a repetirse y temía el poder de las palabras. Así resultó que él se había ido del todo. Huelo la madreselva desde lugares adonde no llega su perfume y veo las casas de Bovra que ya no existen y el nicho sin lápida. La fuerza de las ausencias.» (pág. 122)
La buena letra (1992). Rafael Chirbes (1949-2015). Compactos Anagrama, Barcelona.

sábado, 17 de octubre de 2015

Claire Bloom: Adiós a una casa de muñecas

«Leer libros, intercambiar libros, hablar de libros: ése fue un método esencial de comunicación entre nosotros durante todos los años que estuvimos juntos. Yo leía sobre todo por placer, para efectuar investigaciones históricas o como una distracción de la vida cotidiana. Para Philip, en cambio, la lectura era su actividad más vital e importante. Los dos nos tomábamos con absoluta seriedad las recompensas de esa ocupación, y leíamos con voracidad los libros que escogíamos.
    Philip me introdujo en las obras de Milan Kundera, Tadeus Gronowski, Bruno Schultz, Jiri Weil y otros autores de Europa Oriental cuyo trabajo no sólo admiraba sino que dio a conocer en el mundo anglófono, en una innovadora colección titulada Escritores de la otra Europa. Me estimuló para que explorase a Céline y Kafka, sus ídolos literarios, más exhaustivamente de lo que hubiera hecho por mí misma, junto con autores norteamericanos a los que hasta entonces había conocido de una manera superficial, como Hawthorne y Melville. Compartíamos la admiración por Colette, Chéjov, Conrad, Tolstói y Dostoievski. Algunos de los autores ingleses del siglo XIX a los que yo había leído una y otra vez, como Dickens, Eliot y Hardy, nunca ocuparon un lugar importante en las preferencias de Philip. Por más que yo tratara de suscitar su interés, él prefería la austeridad más complicada y mordaz del estilo del siglo XX.» (págs. 212-213)


CLAIRE BLOOM
Adiós a una casa de muñecas
[Leaving a Doll's House:
A Memoir
(1996)]
Trad. Jordi Fibla Feito
Circe, 2015

Philip Roth y Claire Bloom:
¿Quién se queda
la mesita auxiliar?


Ph. Roth Unleashed (BBC, 2014)
«En rápida sucesión, como un stacatto, Philip me exigía que le devolviera todo cuanto me había proporcionado durante nuestros años de vida en común. La lista incluía el anillo de oro en forma de serpiente con la cabeza de esmeralda adquirido en Bulgari; la cantidad de 28.500 dólares anuales que me había dado durante doce años; 100.000 dólares de su dinero empleados en la adquisición de bonos a mi nombre; 10.000 dólares de mi propio fondo especial para viajes; 150 dólares por hora de las quinientas o seiscientas horas que había pasado examinando guiones conmigo; un espejo que él había comprado para colocarlo sobre la repisa de la chimenea de mi casa londinense; un calefactor portátil para la cocina de la misma casa; numerosos libros y discos que él había comprado; el 40% de la venta de mi coche, cantidad que él había aportado cuando lo adquirí; el equipo de estéreo de mi casa de Londres; la mitad de los costes de nuestro viaje a Marrakesh en 1978, los recibos de los cuales me enviaría oportunamente, y algo por adaptar El jardín de los cerezos y escribir una obra de teatro sobre la escritora Jean Rhys; y, finalmente, por negarme a cumplir con el acuerdo prenupcial, me imponía una multa de sesenta y dos mil millones de dólares, mil millones por cada año de mi vida. Los efectos que yo quisiera conservar o no pudiera devolver podía compensarlos mediante su equivalente en metálico, una directriz que parecía un estribillo.» (pág. 291)

martes, 13 de octubre de 2015

Javier Argüello: A propósito de Majorana (y del gato)


JAVIER ARGÜELLO (Chile, 1972)
A propósito de Majorana
Literatura Random House, 2015
[primeras páginas]

«[...] Me encontré con la difícil tarea de tener que exlicarle aquello de que la realidad, para la física moderna, constituía apenas un campo de probabilidades que sólo se transformaba en una concreta ante la mirada de un observador particular. [...]
— Imagínate un gato encerrado en una caja, gringo —dije apelando a un ejemplo que había leído por esos días y que yo tampoco había llegado a comprender del todo. [...]
— Ahora imagínate que la caja tiene un dispositivo mediante el cual, al apretar un botón situado en el exterior, se pone en marcha un mecanismo que libera un veneno que mata al animalito, sólo que el mecanismo tiene una particularidad: al ser activado, existen exactamente las mismas probabilidades de que el veneno se libere como de que no. [...]
— Cincuenta y cincuenta.
— Cincuenta y cincuenta. Ahora apretamos el botón. ¿Qué pasa?
— Que el bicho tiene el cincuenta por ciento de posi- bilidades de estar muerto.
— Para la física clásica esa sería la respuesta, pero no para la física cuántica.
— ¿Cómo que no?
— No. Para la física cuántica lo que pasaría es que se daría una superposición de los estados vivo y muerto del gato. [...]
— O sea que el gato no está ni vivo ni muerto.
— O está vivo y muerto a la vez.
— Pero si yo abro la caja lo voy a encontrar vivo o muerto.
— Si abrís la caja sí, porque ahí interviene tu punto de vista. Pero mientras no haya un punto de vista que colapse la función de onda, el gato no está ni vivo ni muerto, sino las dos cosas a la vez.» (pág. 195-196)


martes, 6 de octubre de 2015

Emmanuel Carrère: El Reino


Emmanuel Carrère (París, 1957)
«Con todo... Al principio te impresionan algunas palabras fulgurantes de Jesús. Reconoces, como los guardias encargados de detenerle, que "nadie ha hablado nunca como este hombre". De ahí que se llegue a creer que resucitó al tercer día y, por qué no, que nació de una virgen. Decides comprometer tu vida sobre la base de esta creencia insensata: que la Verdad con mayúscula se encarnó en Galilea hace dos mil años. Te enorgulleces de esta locura porque no se parece a nosotros, porque al adoptarla te sorprendes y renuncias, porque nadie la comparte a nuestro alrededor. Ahuyentas como una impiedad la idea de que el Evangelio contiene menudencias contingentes, que hay cosas buenas y malas en la enseñanza de Cristo y el relato que ofrecen de ella los cuatro evangelistas. Ya puestos -a estas alturas-, ¿vamos a creer también en la Trinidad, el pecado original, en la Inmaculada Concepción, en la infabilidad pontifical? [...] Me quedo estupefacto al encontrar en mis cuadernos reflexiones tan estrafalarias como:

"El único argumento que puede demostrarnos que Jesús es la verdad y la vida es que Él lo dice, y puesto que Él es la verdad y la vida hay que creerle. Quien ha crecido crecerá. Al que tiene mucho se le dará más."» (pág. 88)



EMMANUEL CARRÈRE
El Reino
[Le Royaume, 2014]
Trad. Jaime Zulaika
Anagrama, 2015
524 págs. | 24,90 €
El Cultural | La razón
«Jesús rompió con esto. Aunque sólo contaba historias sacadas de la vida concreta, aunque manifestaba que la conocía bien y que se deleitaba observándola, extraía conclusiones que contradecían todo lo que se sabía e iba en sentido contrario de lo que siempre se había considerado natural y humano. Amad a vuestros enemigos, alegraos de ser infelices, preferid ser pequeño que grande, pobre que rico, enfermo que saludable. Y también, mientras que la Torá dice esta cosa elemental, tan palmariamente cierta, tan verificable por todos, que no es bueno que el hombre esté solo, él decía: no toméis mujer, no la deseéis, si tenéis una conservadla para no causarle daño, pero sería mejor no tenerla. Tampoco tengáis hijos. Dejad que los niños se os acerquen, inspiraos en su inocencia, pero no los tengáis. Amad a los niños en general, no en particular, no como los hombres aman a sus hijos cuando los tienen: más que a los ajenos porque son los suyos. E incluso vosotros, sobre todo vosotros, no os améis. Es humano querer el bien propio: no lo queráis. Desconfiad de todo lo que es normal y natural desear: familia, riqueza, respeto de los demás, autoestima. Preferid el duelo, la desazón, la soledad, la humillación. Todo lo que se juzga bueno consideradlo malo y viceversa.» (págs. 390-391)


«Resumiendo: es la historia de un curandero rural que practica exorcismos y al que toman por un hechicero. Habla con el diablo en el desierto. Su familia quiere que lo encierren. Se rodea de una banda de parias a los que aterra con predicciones tan siniestras como enigmáticas y que se dan a la fuga cuando lo detienen. Su aventura, que ha durado menos de tres años, concluye en un juicio chapucero y una ejecución sórdida; en el desaliento, el abandono y el espanto. En el relato que hace Marcos no hay nada que lo embellezca o haga más amables a los personajes. Al leer esta crónica brutal, se tiene la impresión de estar lo más cerca posible de este horizonte para siempre inalcanzable: lo que sucedió realmente.» (pág. 455)


[Emmanuel, Emmanuel, ¿por qué me has abandonado?]

sábado, 3 de octubre de 2015

El Roto (saltando al vacío)


¡Qué difícil es ser uno mismo
cuando todos los demás son otros!
  
Tiene la doble nacionalidad de español y antiespañol. Queremos lo mejor para él.
Tú sigue, el mapa dice que es por aquí.

Los hemos cebado con himnos y banderas,
la pesca será abundante.

Pintando los barrotes de colores,
no se vé la reja.

De El Roto en El País. Otoño 2015.

jueves, 1 de octubre de 2015

Gonzalo Maier: Material rodante


GONZALO MAIER
Material rodante
Paisajes narrados, 58
Ed. Minúscula, 2015
113 págs. | 12 €
[inicio]
G.Maier en movimiento
El lector doméstico
«Si Beckett decía que para entender a un personaje uno debía adivinar qué llevaba en los bolsillos, tal vez se podría decir algo parecido de un lector empedernido: mirando su mochila, o el maletín que lleva al trabajo, no descubriremos quién es ni qué prefiere, sino su estado de ánimo.
    Una mochila, además, se permite todo el desorden y el caos que una biblioteca despreciaría. Las instrucciones de Melvine Dewie para imponer cordura y orden sobre una gran colección de libros, a una mochila le resultan irrisorias y ajenas, pues las novelas y los ensayos sencillamente están ahí: para ser descubiertos, para hojearlos o para subrayar una frase que más tarde olvidaremos.
   En alguna entrevista, Fogwill decía que no tenía biblioteca porque regalaba los libros. Los leía y luego encontraba a alguien que pudiera darles una segunda vida, ahorrándose así la molestia de ordenarlos y coleccionarlos, uno después de otro, hasta que inevitablemente se transformen en una muralla demasiado grande e infranqueable. Supongo que esa misma, más o menos, debe ser la ética de la mochila.

Sobre los rieles que van de Lovaina a Nimega se puede leer: El secreto de Joe Gould, Entrerrianos, El portero y el otro, Una habitación en Holanda, Breves apuntes de autoayuda, Elizabeth Costello, La tierra prometida, Un trago antes de la guerra, Calle de las tiendas oscuras, Bouvard et Pécuchet, El verano sin hombres, El frente ruso, Libertad, Al pie de la escalera, The Collected Writings of Joe Brainard, En la belleza ajena, El mapa y el territorio, Se acabó el pastel, Celos, 222 patitos, Lennox, Extra lives, Mi perra Tulip, Rápido, antes de llorar, The Portable Charles Lamb, Horla City y otros, Las cascadas, Correr tras el propio sombrero, Desubicados, El ladrón de orquídeas, Monkey Puzzle Man, La escuela del aburri- miento, Una habitación desordenada, Las encias de la azafata, Ensayos de Elia.» (págs. 87-89)
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