domingo, 30 de abril de 2017

Argelagues, de Gemma Ruiz


Gemma Ruiz
ARGELAGUES
Proa, 2016. Col. A TOT VENT
352 pàgines - inici
Si nosaltres no valem res!’, em deia la meva besàvia” [història, llenguatge i autora superpotents]

«Que el món és partit per dos la Remei ho sap del néixer. Rics i pobres. Amos i terregada. Bonafès i malànimes. Cabals i ximples. Agraciats i esguerrats. I que Castellterçol no se n’escapa també ho sap. Una cosa és el poble. L’altra, les masies. Ningú es confon. Ningú es barreja. O ets dels uns, o ets dels altres. I feta queda la ratlla [...] De tan pobra que ni amigues no té, la Remei. I la Filomena li fa una mica el fet. Una bona mossa, la filla de La Ginebreda. És l’única casa que la Remei veu des de ca seva, Les Canals. Era una masia a punt d’anar a terra, quan els pares l’hi van llogar a l’Oller, l’amo de tot. Per tenir un mig sostre i poder-se casar. Però misèria i companyia, Les Canals. Només té sol. D’això sí, per donar i per vendre. Llàstima que del sol no se’n pugui tirar cap tros a l’olla. La Remei s’estimaria més l’obaga de La Ginebreda. Si això volgués dir el seu calçat i el seu tiberi, oi tant. Allà poden tenir tall i sabates per les poues de glaç, aquelles gàbies que empresonen glaçada l’aigua més dolça i més neta de les rieres. I que tan bon servei fa als senyors de Barcelona.»

sábado, 22 de abril de 2017

La invención de la naturaleza, Andrea Wulf

Andrea Wulf
LA INVENCIÓN DE LA NATURALEZA
EL NUEVO MUNDO DE ALEXANDER
VON HUMBOLDT
[The Invention of Nature : Alexander von Humboldt´s New World, Doubleday 2016]
Trad. María Luisa Rodríguez Tapia
Ed. Taurus, 2016 - 578 páginas - inicio
[impresionante]
«Humboldt era diferente a cualquier otra persona porque era capaz de recordar hasta los más mínimos detalles durante años: la forma de una hoja, el color de un suelo, una temperatura, los estratos de una roca. Su extraordinaria memoria le permitía comparar las observaciones que había hecho por todo el mundo con décadas y miles de kilómetros de distancia por en medio. Podía «recorrer toda la cadena de fenómenos en el mundo al mismo tiempo», dijo años después un colega. Mientras que otros tenían que rebuscar en su memoria, Humboldt —«cuyos ojos son telescopios y microscopios naturales», dijo el escritor y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson con admiración— tenía cada dato de conocimiento y observación a mano en cuestión de un instante.
    De pie en el Chimborazo, exhausto tras la ascensión, Humboldt absorbió la vista. Las zonas de vegetación se apilaban una sobre otra. En los valles había pasado junto a palmeras y húmedos bosques de bambú en los que las orquídeas llenas de color se aferraban a los árboles. Más arriba había visto coníferas, robles, alisos y arbustos de agracejos como los que conocía de los bosques europeos. Después estaban las plantas alpinas, similares a las que había recogido en las montañas de Suiza, y los líquenes que le recordaban a especímenes del círculo polar y Laponia. Nadie había estudiado las plantas así hasta entonces. Humboldt no las veía dentro de estrictas categorías de una clasificación, sino como tipos en función de la situación y el clima. Era un hombre para el que la naturaleza era una fuerza global con zonas climáticas correspondientes en todos los continentes: un concepto radical para su época y que todavía inspira nuestra interpretación de los ecosistemas.»

martes, 18 de abril de 2017

A través de la noche, Stig Sæterbakken

Stig Saeterbakken (1966 – 2012)
A TRAVÉS DE LA NOCHE
[Gjennom natten, 2011]
Trad. Cristina Gómez-Baggethun y Oyvind Fossan
Ed. Mármara, 2017 - 296 páginas
[chasco]
«PUTA MIERDA DE LOS COJONES
La tristeza llega de muchas formas distintas. Es como una luz intermitente que se apaga y se enciende. Está ahí y es insoportable, porque es imposible tenerla ahí todo el tiempo. Te llena y te vacía. Mil veces al día se me olvidaba que Ole-Jakob había muerto. Mil veces al día, de pronto, lo recordaba. Y ambas cosas me resultaban insoportables. Olvidarlo era lo peor que podía hacer. Acordarme de él era lo peor que podía hacer. Era una sensación de frío que iba y venía, pero nunca de calor. Solo había frío y ausencia de frío. Era como estar de espaldas al mar. Se me helaban los talones cada vez que una ola rompía sobre ellos. Luego la ola se retiraba. Luego volvía.»

domingo, 16 de abril de 2017

El duelo es esa cosa con alas, de Max Porter

Max Porter
EL DUELO ES ESA COSA CON ALAS
[Grief is the Thing with Feathers, 2015]
Trad. de Milo Krmpotic
Rata Books, 2016 - 144 páginas
[decepción]
«NIÑOS
Papá y Cuervo se estaban peleando
en el salón. Con la puerta cerrada.
Había un zumbido grave cávera escrá,
un crascitar, cávera escrá y papá diciendo
Para ya, Para ya, un crascitar, un
crascitar, y expectoraciones, arcadas,
escupitajos, palabrotas, gruñidos,
aullidos, sollozos, una extraña amalgama
de sonidos paternos resquebrajados
y violentos cantos de pájaro, y golpes
y chillidos y cosas que se rompían
con violencia.

Cuervo emergió aturdido, con los ojos
muy abiertos. Cerró cuidadosamente
la puerta a sus espaldas y se sentó
con nosotros a la mesa de la cocina.

Nos dedicamos a colorear dibujos
de animales con los rotuladores y Cuervo
no dejaba de salirse de la raya».»

miércoles, 12 de abril de 2017

Manual de exilio, de Velibor Čolić


Velibor Čolić
MANUAL DE EXILIO
Cómo aprobar su exilio en treinta y cinco lecciones
[Manuel d'exil, comment réussir son exil en
trente-cinq leçons
, Gallimard, 2016]
Trad. Laura Salas Rodríguez
Ed. Periférica, 2017 - 240 páginas - inicio
[a marta le gustó]

«Tengo veintiocho años y llego a Rennes con tres palabras de francés por todo equipaje: Jean, Paul y Sartre. También llevo mi cartilla militar, cincuenta Deutsche Mark, un boli y una gran bolsa de deporte desgastada, color verde aceituna, de marca yugoslava. Su contenido es escaso: un manuscrito, algunos calcetines, un jabón deforme (parece una rana muerta), una foto de Emily Dickinson, una camisa y media (para mí, una camisa de manga corta sólo cuenta como media camisa), un rosario, dos postales de Zagreb (sin usar) y un cepillo de dientes. Estamos a finales del verano de 1992, pero voy vestido como para una expedición polar: dos chaquetas pasadas de moda, una bufanda larga, y en los pies las botas de ante, dadas de sí, tras sufrir diez mil mordiscos de la lluvia y el viento. Soy un caballero liviano, un viajero de rostro marcado por un frío metafísico, el último grado de la soledad, del cansancio y de la tristeza. Sin emociones, sin miedo ni vergüenza. Murmuro una queja estúpida e infantil, a sabiendas de que las palabras no pueden borrar nada, de que mi lengua ya no significa nada, de que estoy lejos, y de que ese “lejos” se ha convertido en mi patria y mi destino.»

sábado, 8 de abril de 2017

¡DAHA!, de Hakan Günday

Hakan Günday
¡DAHA!
Si mi padre no fuera un asesino, yo estaría muerto
[Daha, 2013]
Trad. Guillem Serrahima. Prólogo de Francesc Serés
Ed. Catedral, 2017 - 428 páginas
"Es imposible escribir nada más violento que un telediario"
[impactante]
«La diferencia entre Oriente y Occidente es Turquía. No sé si es el resultado de su sustracción, pero estoy seguro de que la distancia que los separa es tan grande como ella. Nosotros vivíamos allí, en un país donde los políticos repetían todos los días en la televisión la importancia de la geopolítica. Al principio, no sabía muy bien cómo interpretarlo. ¿Quería decir que nuestro país era como un edificio deteriorado ante el cual se paraba un tenebroso autobús en plena noche con faros que deslumbraban? ¿Que se trata de un enorme puente de 1.565 kilómetros de largo sobre el Bósforo? Un puente gigante impuesto a los habitantes del país. Un viejo puente entre el Oriente descalzo y el Occidente bien calzado, por el que pasa todo lo ilegal. Todo aquello me inquietaba. Sobre todo, aquellas personas a las que se llama clandestinos... Hacíamos lo posible para que no se nos atragantaran. Tragábamos saliva y expedíamos el contingente... Comercio de una frontera a la otra... De un muro al otro... Desde luego, el resto del mundo no se quedaba de brazos cruzados, sino que les creaban todo tipo de problemas para entorpecer su carrera precipitada entre su tierra natal y la tierra en la que iban a morir. Se les arruinaba la vida con problemas de medidas, de peso, de edad... mientras nosotros nos encargábamos de resolver los problemas de longitud y latitud. Llevábamos a esa gente del infierno al paraíso. Yo no creo ni en lo uno ni en lo otro. Pero esa gente era particularmente crédula. ¡En ellos, la creencia era innata! Su razonamiento era el siguiente: si existe un infierno desgarrado por la guerra y donde se muere de hambre, hay, necesariamente, un paraíso. Se equivocaban. Los habían engañado. ¡El hecho de que haya un infierno no prueba que haya un paraíso! Aun así, les podía entender. Era lo que les enseñaban, como a todo el mundo... Se lo habían escrito en una pizarra y les habían obligado a aprendérselo de memoria. La pizarra exhibía el combate del bien y del mal, del infierno y del paraíso. Sin embargo, nunca existió tal combate. La encarnizada guerra entre el bien y el mal, que supuestamente tiene que durar hasta el día del juicio final, es el fraude más grande al que se ha librado la humanidad.»

miércoles, 5 de abril de 2017

La vegetariana, de Han Kang


Han Kang
LA VEGETARIANA
[The Vegetarian: A Novel, Portobello Books, 2015]
Trad. Sunne Yoon
Prólogo de Gabi Martínez
Rata Books, 2017
240 páginas
[inquietante]

«Hacer preguntas, eso es para mí escribir. No escribo respuestas, simplemente me afano por redondear las preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas. De rodillas, arrastrándome otras veces, espero llegar hasta el final, hasta el centro (aunque sea imposible). Esta novela es también una pregunta imposible. Hay una mujer, un ser humano que ya no quiere formar parte de la humanidad. Un ser que pone en juego su vida para no dañara nadie ni a nada, un sera quien un día deja de importarle en absoluto vivir o morir. Simplemente quise preguntar si una mujer así se quedara en silencio, y llevara a cabo su decisión, qué es lo que pasaría; con qué se encontraría al final del camino.»

domingo, 2 de abril de 2017

Regreso a la tierra, de Jim Harrison

Jim Harrison (1937-2016)
REGRESO A LA TIERRA
[Returning to Earth, 2007]
Trad. Esther Roig
RBA, 2009
"El dolor de no entender la Historia es evidente en América", Andrea Aguilar.
[apasionante]

«Así que subí a las dunas como pude, porque ya no estaba muy fuerte. Llegué a una cresta y la pase antes de descend a una concavidad de arena de un kilómetro y medio de ancho aproximadamente. En medio de la concavidad se extendía el bosquecillo de abedules y álamos. Me dije que aquel lugar estaba igual que en la época del primer Clarence. A lo mejor soy el, pensé, que es una cosa bien rara de pensar. Tenía un pañuelo y me sequé el sudor de los ojos, sintiéndome afortunado porque no había moscas en las dunas. A lo lejos, al noroeste, podía ver un oso solitario comiendo bayas y fresones silvestres en una ladera verde. No me daba miedo, aunque estuviera cerca del bosquecillo de abedules, porque no tenía oseznos. Es la hembra la que se pone intratable cuando tiene crías. Bueno, me llevo casi media hora llegar al bosquecillo, porque los músculos me fallaban y a veces me arrastraba, que era más fácil y más rapado. Me adentré en el bosquecillo y me subí a una enorme rama baja de abedul tal y como David me enseñó, echado boca arriba, de manera que la ligera brisa del lago Superior te meza suavemente. Era lo que quería. Fue una especie de milagro, porque no soplaba brisa hasta que me subí a la rama y mi cuerpo se calmó. Unos minutos después, en el mundo no existía ni exterior ni interior, no sé si me explico. Mi cuerpo enfermo desapareció pura y simplemente, al menos un raro, y después me dormí. En aquel lugar habitaba un espíritu que aportó un poco de paz a mi cuerpo. Puede que sólo fuera porque se levantó un viento que me meció como me había mecido mi madre en el balancín. Tenía los ojos cerrados, pero empecé a ver cosas, como en Canadá. cuando pasé tres días en la montaña. Mi cabeza engendró la visión de los osos con enormes alas de los que me había hablado la anciana en aquella barca con Flower. La cara de uno se parecía un poco a la mía. Me pregunté cómo se podían ver cosas con los ojos cerrados [Donald quiere una respuesta inmediata a esto, pero tendré que preguntar al neurólogo. Cynthia.] Por supuesto, cuando muera, tarde o temprano, y dejen de funcionarme los ojos, me pregunto cuánto tiempo seguiré viendo cosas y qué veré. A mi me parece una pregunta normal. Si tenemos un espíritu, ¿cómo y qué ve? Alrededor de los osos había cuervos, que siempre siguen a los osos para aprovechar su comida. Aquí también siguen a los lobos. Estuve allí un buen rato y, cuando por fin abrí los ojos, K estaba sentado con la espalda apoyada en el árbol, fumando un cigarrillo.
    —¿Cómo me has encontrado? —pregunté.
  —Anoche llovió un poquito y tú dejas un buen rastro, sobre todo cuando te arrastras.
    K me ayudó y no fue tan difícil volver al lago, aunque supe que nunca podría volver a hacerlo solo.» (págs. 24-25)
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