sábado, 7 de octubre de 2017

La novela luminosa, de Mario Levrero

Mario Levrero (1940-2004)
LA NOVELA LUMINOSA
DeBolsillo, 2016 - 570 págs. - inicio
[revelación]
«Me hago cargo del peligro que implica decir estas cosas, pero estoy harto de callarlas como si fueran crímenes. Conocí el caso de un muchacho que un día descubrió que le gustaba ir al zoológico. Se sentía bien entre los animales, aunque estuvieran enjaulados. Se sentía tan bien que poco a poco se fue dando cuenta de que podía comunicarse con algunos de ellos. Cometió el error de comentárselo a su psicoanalista. Créame, lector, no volvió a ser el mismo de antes; nadie vuelve a serlo, después de una buena serie de electroshocks. Sabiéndolo, me abstuve de comentar que, una vez, conocí unas enormes rocas, que asomaban en una playa como lomos de ballenas, con las que uno podía entablar una cálida comunicación. Me abstuve de comentar que, una vez, la luz de un semáforo me hizo saber que yo —y también ella, desde luego— estaba vivo; no me lo dijo en palabras pues, al igual que las rocas, los semáforos no hablan nuestro lenguaje; simplemente yo comprendí el suyo. Me abstuve de comentar, durante años y años, que la mano de una mujer me acarició la cara, desde una distancia de unos cuatro o cinco kilómetros, y que otra mujer, desde una distancia de unos cien kilómetros, me mordió la espalda. Y que otra mujer, desde una distancia similar, dijo mi nombre y yo la oí. Me abstuve de comentar, durante años y años, que tengo elementos de juicio como para suponer que, de alguna manera superpuesta con nuestro mundo conocido, existe una -¿dimensión?- poblada de seres de gran tamaño, invisibles e intangibles, que no tienen al parecer ningún interés en nosotros. Me abstuve de comentar, durante años y años, que una planta fabricó una vez una muy extraña semilla a influjo de mi amor por una mujer; que me comuniqué telepáticamente con un perro y que, años después, la noche en que ese mismo perro fue envenenado, yo soñé con él, a muchos kilómetros de distancia -soñé que hacía mucho frío, que estaba nevando, que encontraba a ese perro en la calle y lo tomaba en brazos, y la nieve caía y caía sobre nosotros-. Me abstuve de comentar, durante años y años, que he sabido que las flores viajan sin moverse de su sitio, o sueñan. Me abstuve de comentar, durante años y años, que una vez me fue dado ver los colores de un paisaje -en un sueño- con la mente de un amigo pintor; y que una vez escuché una canción con la mente de otra persona. Y me abstuve de comentar muchas otras cosas que sigo absteniéndome de comentar.» (págs. 525-526)

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