domingo, 9 de septiembre de 2018

Llega el rey cuando quiere, de Pierre Michon

Pierre Michon (Francia, 1945)
LLEGA EL REY CUANDO QUIERE
CONVERSACIONES SOBRE LITERATURA
[Le roi vient quand il veut. Propos sur la littérature, 2007]
Trad. María Teresa Gallego Urrutia
Wunderkammer, 2018 - 160 págs.
Lúcidas lecciones de literatura, AM Iglesia
Una teología, P. Pron
Enrique versus Pierre, E. Vila-Matas
[magistral]
«−A veces se lamenta, de forma noble y legítima, de no ser un escritor popular; ¿qué es lo que lo mueve, pese a esa aspiración y pese a la duda que lo corroe, a no traicionar ni a descartar su lengua y su escritura, lo que en resumidas cuentas, le permite seguir creyendo?
−Soy una persona doble, como todo el mundo seguramente. Cuando no estoy escribiendo (que es lo que sucede la mayor parte del tiempo) dudo de cualquier literatura, y de la mía en particular. De esa hoguera que creí encendida mientras escribía, solo quedan cenizas, un objeto venido a menos que hay que situar dentro de la relatividad social. “¿Ha sucedido de verdad? −me pregunto−. ¿He estado siquiera un segundo en el ámbito de la verdad o me he estado contando cuentos? ¿Me he sumergido en el ser o he jugado a ser escritor?”. Y en momentos así, claro, la aprobación de los demás y la vanidad son lo único que da fe de la verosimilitud de nuestros libros, de su valor, de su mismísima existencia; en esos momentos de descreimiento, uno quiere que lo lean, que lo elogien, ser popular. Quiere los laureles, y los laureles los otorga la cantidad. Si persigues ese factor arbitrario de la cantidad, ya no crees en nada, eres tan cínico como la fluctuación generalizada del dólar. Pero sucede que vuelves a escribir, y el globo del cinismo estalla y se hace pedazos; sucede que otra vez, al cabo de la espera y de la exasperación, un texto se adueña de mí; entonces mi embriaguez garantiza mi verdad, mi certidumbre es mi propio acto, vuelve el coraje con la evidencia, y creo con todas mis fuerzas: el lector a quien persigo es el contrario absoluto de la cantidad, es decir, eso a lo que tiempo atrás se le daba el nombre de Dios, de Uno. Es lo que decía Matisse: “Creo en Dios cuando pinto”. Yo creo en mí, en Dios o en la literatura cuando escribo, y solamente cuando escribo, en ese sobrecalentamiento del que me cuesta mucho hablar sin énfasis. O si no, para mirar todo eso con ojos algo más críticos, puedo contestarle que lo que me sostiene, lo que me hace creer, es esa ilusión romántica a prueba de bomba de la que decía Paul Nizan, de forma tan perfecta, para recusarla, que se esfuerza en “poner el objeto literario a la temperatura de un dios”.» (págs. 63-64)
Pierrot también llamado Gilles, Watteau «[...] escribo rodeado de imágenes. Soy un iconólatra. tengo "el culto de las imágenes", como decía Baudelaire. Todo ello entra dentro de mi estrategia de la aparición, de lo escrito que conduce a lo visible. Es algo que también me permite tácticas más específicas: si me quedo sin ideas, a veces, me basta con abrir un libro de pintura y encontrarme con este o con aquel cuadro para que se me ocurran en el acto una metáfora, un pensamiento, frases, en resumidas cuentas; sí, la pintura lleva a escribir si no la interpretas, si te pierdes en ella, si le haces preguntas y la saqueas. Funciona.» (pág. 35)

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