martes, 14 de abril de 2020

Las viejas sendas, de Robert MacFarlane


Robert MacFarlane (Halam, Inglaterra, 1976)
LAS VIEJAS SENDAS
[The Old Ways, 2012]
Trad. Miguel Ángel Blanco Suárez
Pre-Textos, 2017 - 456 págs. - inicio

- La Biblioteca del Bosque de Miguel Ángel Blanco
- Trilogía del paisaje, R. Martínez Llorca
- Las sendas sustentan conocimiento, R. Luque Lora
[me gustó pero me costó (mucho)]

«Los geólogos hablan de "caminos preferenciales" para referirse a la acción disolvente del agua sobre los suelos calizos. Cada vez que llueve, las gotas de agua se desplazan por la superficie del suelo, y en su movimiento arrastran con ellas ácido carbónico, que va dejando a su paso una marca. Estos primeros rastros se transforman con el tiempo en canalillos incipientes, que a su vez encauzan las subsiguientes lluvias, que continúan con el proceso de erosión, de forma que excavan un canal cada vez más profundo y de mayor calibre. Mediante este proceso, una pequeña fisura en la roca se transforma con el tiempo en un torrente, después se produce una fractura en el suelo y finalmente aparece un barranco.
    En terrenos como los de Cisjordania, donde la roca caliza es el componente primordial, dichos procesos de fisura del suelo a gran escala resultan determinantes en el establecimiento de las terrazas, y en la creación de los senderos. A la hora de buscar una ruta, tanto los hombres como los animales son guiados por los hábitos pre-configurados del terreno. Esos primeros peatones abren con su paso una nueva vereda, que a su vez atrae a otros caminantes. Todos ellos van dejando la marca de sus pisadas, lo que asienta y reafirma la creación del nuevo camino. De forma que son las gotas de lluvia caídas hace cientos de miles de años las que determinan rutas como las que nosotros estábamos siguiendo.» (págs. 288-289)

[sendas del altiplano I, II y III]

2 comentarios:

Pteromari dijo...

¡Ay, las sendas del Altiplano!
"Yo pisaré esas sendas nuevamente..."
Espero que más temprano que tarde.

Elena dijo...

Más de Las viejas sendas (pág. 51):

«Desde el talón hasta la punta de los dedos de mis pies hay exactamente 29,7 centímetros, u 11,7 pulgadas. Esa distancia, que mide una potencia de progresión, también es una magnitud de pensamiento. "Sólo puedo meditar mientras paseo", escribió Jean-Jacques Rousseau en el libro catorce de sus Confesiones, "si me paro dejo de pensar. Mi mente sólo trabaja si lo hacen mis piernas". Soren Kierkegaard calculó que la mente de un peatón funcionaba de manera óptima cuando éste caminaba a una velocidad de unos cinco kilómetros por hora; en uno de sus diarios relata cierto día en que salió a tomar el aire y fue "asaltado por tal cantidad de ideas que apenas podía dar un paso". Christopher Morley afirmaba que Woordsworth "empleaba sus piernas como un instrumento filosófico", y el propio Nietzsche tenía sobre el tema una opinión de previsible rotundidad: "Los razonamientos que se originan al caminar son los únicos que tienen algún valor." Y Wallace Stevens era, a su vez, típicamente impreciso: "La verdad quizas dependa de un paseo alrededor de un lago." En todos estos ejemplos, caminar no se entiende como una acción a través de la cual alcanzamos el conocimiento, sino que es en sí misma la forma de conocimiento.»

[Así que imagínate Pter si nosotras, ademas de andar y hablar y no caernos, pensáramos. Difícil hacer tantas cosas a la vez.]

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