viernes, 11 de septiembre de 2020

Diario de Wuhan, de Fang Fang


Fang Fang (Nankin, 1955)
DIARIO DE WUHAN
Sesenta días desde una ciudad en cuarentena

[Wuhan fengcheng riji - Wuhan Diary, 2020]
Trad. L. Luengo, Aurora Echevarría, Cheng L. Ning
Seix Barral, 2020 - 480 págs. - inicio

- Fang Fang: Diario de Wuhan
- El diario que provoca la ira de los nacionalistas
- Historias de China, Jabiertzo
[real como la vida misma]

«El 20 de enero, cuando el doctor Zhong Nanshan, especialista epidemiólogo chino, anunció que el nuevo coronavirus podía contagiarse de persona a persona y salió la noticia de que ya había catorce profesionales sanitarios infectados, mi primera reacción fue de shock, luego el shock dio paso a la indignación. Esta versión se daba de bruces con todo cuanto habíamos visto y oído antes. Los medios de comunicación oficiales no habían dejado de insistir en que esta enfermedad «No Se Transmite Entre Personas» y «Se Puede Controlar y Prevenir», aunque se rumoreaba que en realidad era el SARS.» (pág. 14)

«El 25 de enero, primer día del Año Nuevo Chino, la gente comenzó a tranquilizarse un poco: los medios de comunicación informaron de que la cúpula política del país seguía con atención la epidemia de Wuhan y venía de camino el primer contingente de médicos de Shanghái. Estas noticias hicieron que los habitantes de Wuhan recuperaran la calma poco a poco, porque la gente sabe que en China, una vez se eleva algo al nivel nacional, todo el mundo se pone en marcha y las cosas se solucionan con el esfuerzo del país entero. Desde ese día se disiparon los miedos de los aterrorizados y confusos wuhaneses. Y ése fue el día en que empecé mi crónica personal.



Pero al mismo tiempo llegó a Wuhan la etapa más dolorosa de la epidemia; el número de infectados de coronavirus se disparó durante el periodo del Año Nuevo Chino y el sistema hospitalario de Wuhan, inundado por oleadas de pacientes, se encontró al borde del colapso. Aquellos días en que tradicionalmente se reunían las familias deberían ser momentos llenos de alegría y felicidad. Por el contrario, innumerables pacientes infectados andaban buscando atención médica en medio del frío, el viento y la lluvia. Bajo la orden de confinamiento se suspendió el transporte público, de modo que los ciudadanos de Wuhan, que en su mayoría no tienen coche privado, se vieron obligados a ir caminando de un hospital a otro, lo que suponía un auténtico calvario difícil de describir. En internet también aparecieron muchos vídeos en que se veía a los enfermos pidiendo socorro, los hospitales abarrotados por colas interminables y los médicos a punto de caer en un colapso mental. Frente a los gritos desesperados de los pacientes, nos sentíamos totalmente impotentes. Para mí, aquéllos fueron también los días más duros. Lo único que podía hacer era escribir; y así continué escribiendo y escribiendo. Escribir a diario fue para mí prácticamente una terapia psicológica.» (págs. 19-20)


«Lo que menos me imaginaba era que, mientras en Wuhan la epidemia iba perdiendo fuerza, había empezado a acelerar su expansión en los países europeos y americanos. El diminuto virus, invisible para los ojos humanos, arrasó a toda velocidad el mundo entero. Este coronavirus ha azotado sin piedad tanto Oriente como Occidente.

Entre tanto, los políticos de ambas partes intercambian reproches, sin pensar nunca que cada uno de ellos ha cometido errores. La dejadez de China en la fase inicial y la arrogancia de Occidente por desconfiar de la experiencia china en la lucha contra la epidemia han ocasionado numerosas víctimas mortales y han destrozado la vida de innumerables familias, condenando a toda la humanidad a sufrir una catástrofe devastadora.» (págs. 21-22)

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