“Mi madre y yo nos parecíamos. Más bien llenitos, la frente alta, el mismo mentón, la misma nariz. Hay fotos que lo demuestran. En mí la veía a ella, incluso la oía reír. No hubo en su vida nada particularmente brillante, nada notable. Nada heroico. Ningún logro honorífico que ensanchara el corazón. Se daban bastantes factores negativos: una niñez que no merecía ser recordada; un marido al que amó para siempre y al que perdió; a continuación, una vida que no requiere ningún comentario. Pero, de alguna manera, hizo para mí posibles mis afectos más verdaderos, como los que una gran obra literaria conferiría a su lector devoto. Y conocí con ella ese momento que todos querríamos conocer, el momento de decir: «Sí, las cosas son así.» Un acto de conocimiento que confirma el amor. Conocí eso. Conocí muchísimos momentos como ése con ella, los conocí incluso en el instante en que ocurrieron. Y ahora. Y, supongo, los conoceré siempre.”
Richard Ford. Mi madre (1988)
Trad. de Marco A. Galmarini. Anagrama (2010)
Trad. de Marco A. Galmarini. Anagrama (2010)