martes, 29 de octubre de 2019

El buen soldado, de Ford Maddox Ford


Ford Maddox Ford (Inglaterra, 1873 - Francia, 1939)
EL BUEN SOLDADO
[The Good Soldier, 1915]
Trad. de 1989: JL López Muñoz
Edahasa Pocket, 2017 - 282 págs. - inicio
Sra. Castro en solodelibros.es
[ea, un clásico]

«Mi mujer se convirtió para mí en un objeto frágil y precioso, en una cosa agobiante pero extraordinariamente delicada. Qué digo, era como si me hubieran entregado un huevo de gallina con una cáscara muy fina para que lo llevara en la palma de la mano desde África Ecuatorial hasta Hoboken. Sí; Florence se convirtió para mí, por así decirlo, en una recompensa simbólica por determinadas tareas..., en el trofeo que premia las buenas marcas de un atleta, en una corona de laurel, Ford Maddox Ford símbolo de su castidad, de su sobriedad, de su capacidad para abstenerse y de su inflexible voluntad. En cuanto a valor intrínseco como esposa, no creo que tuviera ninguno para mí. Sospecho que ni siquiera me sentía orgulloso de su manera de vestir.» (págs. 109-110)

sábado, 26 de octubre de 2019

De Profundis, José Cardoso Pires


José Cardoso Pires (Portugal, 1925-1998)
DE PROFUNDIS
[De Profundis. Valsa Lenta, 1997]
Prólogo de João Lobo Antunez
Trad. Carlos Manzano
Libros del Asteroide, 2006 - 96 págs. - inicio

El otro de mí, Félix Romeo, ABCD, 11/11/2006:

«El escritor portugués José Cardoso Pires sufrió una isquemia cerebral en 1995. El psiquiatra João Lobo Antunes describe en el prólogo el estado en el que se encontraba: «Sufría de una afasia fluente grave, o sea, no era capaz de generar palabras ni construir frases que transmitiesen las imágenes y pensamientos que iban irrumpiendo en algún lugar de su cerebro. Su habla era desconsoladora: aturdida, incongruente, salpicada de parafasias, palabras en que los fonemas estaban parcial o totalmente sustituidos. Sin habla, escritura ni lectura, la Agencia Lusa fue concluyente: muerte cerebral, diagnóstico escandalosamente equivocado desde un punto de vista médico, pero humanamente certero». Estuvo ingresado en un hospital hasta que un día, casi mágicamente, recuperó sus facultades. En De Profundis contó el proceso de su enfermedad, y escribió su mejor libro: oscuro y luminoso, claro pero lleno de elipsis, lírico y eufórico, alucinado y lúcido, hipnótico y de alguna manera bajo control. A Cardoso le pareció su libro un vals, pero tiene algo de tango, y de fado. De la misma manera, el mejor libro de William Styron es Esa visible oscuridad, en el que habla de su brutal depresión, y el mejor libro del Harold Brodkey es Esta salvaje oscuridad: historia de mi muerte, en el que relata el terrible proceso de su sida.
    «¿Qué quedaría de mí en el hombre que se quedó allí tendido sin esperar cosa alguna?», se pregunta Cardoso Pires. De Profundis trata de ser una respuesta. Era él, porque se lo decían, pero era otro. «El otro de mí.» Perdió la memoria, el habla y la escritura, no reconocía su propio nombre y entró en un periodo de muerte blanca, pero además perdió algo fundamental, los sentimientos: «Sin la conciencia de la identidad que nos sitúa y nos define en un framework de experiencias y valores, nadie puede ser sensible al valor humano del prójimo. Sólo se puede reconocer sus virtudes y sus males como significantes sentimentales en contrapunto con la conciencia de nuestra identidad». En ese tiempo de memoria congelada le asaltaban a veces pensamientos, y el más recurrente tenía que ver con la locura, trastorno del que de alguna manera era consciente, como un eco del pasado. De Profundis está escrito con el impulso de una iluminación y termina como una acción de gracias hacia quienes hicieron que el proceso fuera humano. «La literatura», escribe al final del libro José Cardoso Pires, «no es una academia de frases, y tampoco la ciencia es un sagrario de tecnologías.»» Félix Romeo (1968-2011)

(exquisita) relectura de una tarde de otoño

jueves, 24 de octubre de 2019

Corazón giratorio, de Donald Ryan


Donald Ryan (Irlanda, 1976)
CORAZÓN GIRATORIO
[The Spinning Hearth, 2014]
Trad. Celia Filipetto
Sajalín, 2019 - 175 págs. - inicio
[otro gran placer irlandés (y coral)]

«En mi vida solo he rechazado a los hombres que me daban asco de verdad. Hombres que sabías que preferían forzarte incluso si estabas dispuesta. Una sola vez rechacé a un hombre bueno, porque conocía su bondad y no quise tentarlo porque sabía que después se odiaría. Se castigaba de mala manera. No se conocía. Trataba de ser frío, insensible y malo, pero no le salía; era la amabilidad en persona, pero para él ser amable era ser débil. Así lo habían criado. Bebía una copa tras otra con la esperanza de despertar y verse diferente. Conmigo lo intentó delante del bar Frolics, y por la zona de Carney. Yo había ido hasta allí en bicicleta y esperaba que algún granjero se ofreciera a llevarme a casa en su coche. Favor con favor se paga; no sé si está en la Biblia, pero debería. Sabía que quería a su mujer con locura. Por entonces ella estaba preñada. A punto estuve de dejarlo hacer. Donald Ryan Me apetecía un montón. Años después lo habría dejado hacer por puro despecho. Pero le di en los huevos y me lo saqué de encima. Después de aquello, me pasé la pila de años viéndolo salir de misa con su mujer, sus dos hijos y su niña pequeña. No creo que me reconociera. No creo que aquella vez en Carney me viera de verdad.» (De Lily, págs. 33-34)

martes, 22 de octubre de 2019

Mirarse de frente, de Vivian Gornick

No me ha interesado casi nada este texto desenterrado

Vivian Gornick (Nueva York, 1935)
MIRARSE DE FRENTE
[Approaching Eye Level, 1996]
Trad. Julia Osuna Aguilar
Sexto Piso, 2018 - 156 págs.
Vivian habla con Anna y Matilde.
[prefiero Apegos feroces]

«Cuando fui a dar clase durante un trimestre en una ciudad universitaria del sur, conocí a una mujer de mi edad que estaba divorciada y tenía ya a sus hijos estudiando fuera. Me propuso que compartiéramos casa. Me pareció que era un espíritu afín y, tras años de vivir sola, decidí arriesgarme.
    Fui a dar con un arreglo que no podía ser más compatible. Entre aquella mujer y yo no hubo roces, tensiones, depresiones ni retraimientos. Parecíamos no aburrirnos, no enfadarnos ni entrometernos nunca en la vida de la otra. Cada una vivía su día a día de forma independiente pero, si coincidíamos, a las dos nos encantaba pasar una velada juntas en casa. La conversación era cada vez más placentera, pero ninguna hizo nunca que la otra se sintiera culpable por querer estar sola. En resumidas cuentas, la relación era la sencillez personificada, y a las dos nos brindaba la alegría de la amistad civilizada y la tranquilidad doméstica, un estado vital que yo no había conocido hasta la fecha.
    Lo que no podía esperarme fue el alivio que sentí al no vivir sola. El alivio y la gratitud. Porque, a ver, ¿qué estaba pasando? Vivian Gornick No vivía ni con un amante ni con una amiga íntima: simplemente estaba compartiendo casa con una persona compatible. Disfrutaba del placer del café de la mañana y la charla de la noche con una mujer con la que me gustaba hablar y de lo reconfortante que era saber que pasábamos la noche bajo el mismo techo. Lo que estaba ejerciendo un efecto tan extraordinario en mí era la ausencia de soledad en bruto.» (págs. 109-110)

martes, 15 de octubre de 2019

Volverse Palestina, de Lina Meruane


Lina Meruane (Chile, 1970)
VOLVERSE PALESTINA
Literatura Random House, 2015 - 120 págS.

Combatir la guerra con la literatura, Luisgé Martín
[impresionante]

muros de gaza
«Gaza es una gran cárcel al aire libre, rodeada de muros de concreto alternados con torretas y alambres enrollados y vigilada por aire, mar y tierra. El territorio más densamente poblado del mundo, y muy pobre», contestó Ankar en un mensaje de febrero cuando le pregunté por la posibilidad de entrar en esa ciudad. «Es prácticamente imposible, a menos que vengas con un permiso especial de una misión internacional con lealtad probada a Israel, o a menos que tengas muchos contactos en el Ejército, afuera, y un pariente enfermo en riesgo de muerte, adentro. Las flotillas con activistas de todo el mundo son una de las dos únicas formas de entrar y de llevar comida, medicinas o materiales de construcción (aunque se corre el riesgo de un ataque del Ejército israeli, que es casi como un ataque de Dios mismo). La otra forma es ir a El Cairo, viajar hasta el borde, por el desierto, y pasar corriendo por un puesto de control como si fueras una mujer de Gaza sin documentos. Pero ahí el riesgo se duplica porque hay dos ejércitos no coordinados cuidando la frontera: el egipcio y el israelí. Algunas ONGs grandes con sede en Tel Aviv y nexos con Estados Unidos y no muy de izquierda meten a algunos de sus miembros, pero muy de vez en cuando. Lo de entrar tan pronto y sin disculpa tramitada y sellada lo veo imposible.» No dejé que el mensaje de Ankar me desanimara. Contacté a una representante de Unicef. Que lo olvidara, me dijo en un correo, y me invitó a Ramallah en vez. Una activista italiana me confirmó que se había vuelto «extremadamente difícil y últimamente muy pocos lo logran. Entrar a Gaza por el paso de Rafah es más fácil, pero aun así mucha gente espera por días y tampoco lo consigue». Toqué alguna otra puerta pero Gaza parecía cerrada con candado. La llave se la había tragado Israel y estaba bombardeando a los palestinos atrapados en su interior. Bombardeándolos otra vez: en una intensificación de su política de lento estrangulamiento ahora les lanzaba toneladas de muerte. Era como si se empeñara en limpiar el terreno antes de abrir la cárcel. Como si fuera necesario cerrar la entrada para que nadie viera el horror de la vida y de la muerte entre sus muros. Iba a ser tarde después, pensé, cuando ya no quedara nada, cuando ya no hubiera nadie para contar cómo había sido resistir ahí dentro. (págs. 92-93)





usos del holocausto
Todos estos vecinos traen consigo los hilos de la tragedia, portan los nudos del holocausto: su shoah no ha concluido. No ha terminado todavía para nadie. Sigue replicándose, conmoviéndonos, indignándonos: hemos visto las imágenes y nunca podremos olvidarlas. Yo misma lo afirmé en una discusión sobre los usos de la memoria y el imperativo del testimonio. La mujer sentada junto a mí dijo, bajando la voz como si estuviera por pronunciar una indecencia, que, en efecto, era una tragedia que el holocausto hubiera sucedido y continuara sucediendo en la doliente imaginación de los judíos. Pero se ha abusado de la shoah, dijo después en un inglés lleno de ecos indios, la lengua percutiendo sobre el paladar: el holocausto les ha servido para justificar demasiados abusos, dijo, la lengua golpeándose con más dureza dentro de su boca. Levanté la vista. Contuve la respiración porque en ese momento la experta en teoría poscolonial invocó las palabras del Mahatma Gandhi: «Ellos no deberían haber pensado jamás en un probable retorno a Palestina por causa de su cruel persecución. El mundo debiera haber sido su hogar». Ahí termina la cita de Gandhi, puntualizó antes de agregar, parafraseando al líder pacifista, que Palestina le pertenecía a los palestinos de la misma manera que Inglaterra a los ingleses y Francia a los franceses. La mujer me recomendó revisar lo que Gandhi escribió sobre el asunto antes de morir asesinado, el mismo año de la fundación de Israel. Carraspeaba un poco, ella, le costaba alcanzar su conclusión, veía que yo quería interrumpirla para impedir que dijera algo que en muchos círculos resulta inaceptable, pero que ella, refugiada en esa sala de clases y convencida de lo que estaba por decirme, iba a atreverse a pronunciar. Quiero decir, dijo, que el insistente recordatorio de la shoah como un sufrimiento único e incomparable les permitió convencer al mundo de la necesidad de un hogar exclusivo para ellos. Quiero decir, agregó, que Europa aprovechó este reclamo para deshacerse de una gente que prefería tener fuera de sus fronteras, y, en alianza con Estados Unidos, que veía con preocupación la masiva llegada de judíos europeos, apoyó la creación del gran gueto que es la nación judía a expensas de los palestinos que carecían de soberanía propia. Los europeos presionaron a los ingleses para que les cedieran las tierras de su protectorado Lina Meruane a los sionistas que, pese a las restricciones que se les habían impuesto, estaban ya en plena mudanza. Lo que importa decir, siguió ella, todavía en voz baja y percutiendo, es que muchos judíos-israelies continúan usando el daño que se les infligió a sus antepasados europeos para justificar ese emprendimiento nacionalista de vocación colonial.» (págs. 122-124)

domingo, 13 de octubre de 2019

El amigo, de Sigrid Nunez


Sigrid Nunez (Nueva York, 1951)
EL AMIGO
[The Friend, 2018]
Trad. Mercedes Cebrián
Anagrama, 2019 - 208 págs. - inicio - Bibl. Urgell
El gran danés y la escritora, Laura Fernández
[me reconcilié al final]

«¿De qué hablas con él?, quería saber el loquero. Sobre todo me parece que le hago preguntas. ¿Qué pasa, perrito? ¿Has dormido una buena siesta? ¿Perseguías a alguien en sueños? ¿Quieres que salgamos? ¿Tienes hambre? ¿Estás contento? ¿Te duele la artritis? ¿Por qué no juegas con los demás perros? ¿Eres un ángel? ¿Quieres que te lea algo? ¿Quieres que cante? ¿Quién te quiere a ti? Sigrid Nunez ¿Me quieres? ¿Me querrás para siempre? ¿Quieres bailar? ¿Soy la mejor persona que has tenido? ¿Se me nota que he bebido? ¿Estos vaqueros me hacen gorda?
    Si pudiéramos hablar con los animales, dice la canción.
       Lo cual quiere decir si ellos pudieran hablarnos.
      Pero, por supuesto, eso lo estropearía todo.» (pág. 170)

jueves, 10 de octubre de 2019

martes, 8 de octubre de 2019

La revolución de las flâneuses, de Anna Maria Iglesia


Anna Maria Iglesia (Granada, 1986)
LA REVOLUCION DE LAS FLANEUSES
UN MANIFIESTO LITERARIO Y FEMINISTA
Wunderkammer, 2019 - 160 págs.

Paseantes incómodas (Edurne Portela dixit:)
«Leo el ensayo de Anna Maria Iglesia La revolución de las flâneuses mientras viajo por Italia. En Italia no hace falta buscar mucho para encontrar rincones hermosos: la belleza en este país es una constante. Cada paseo por una ciudad regala momentos conmovedores en los que la realidad se suspende por unos segundos y nada me perturba, como si un foco iluminara el objeto de belleza y todo lo demás desapareciera. Leo el ensayo de Iglesia de trayecto en trayecto y contrasto mi realidad con lo que ella cuenta magistralmente en sus páginas. En ellas me encuentro con mujeres que quieren viajar y a las que no se lo permiten, que quieren pasear solas por la ciudad sin compañía masculina o sin deberes y tampoco pueden, mujeres que al ocupar la calle son tratadas como prostitutas, algunas lo son porque no tienen más remedio, me encuentro también con mujeres que quieren ocupar la tribuna pública, política, pero que acaban disfrazándose de hombres para poder hacerlo, mujeres que se atreven y pagan un alto precio por ello. Son Marie Bashkirtseff, Emilia Pardo Bazán, Flora Tristán, Luisa Carnés, Clara Campoamor, Las Sinsombrero y un largo etcétera. Ellas quisieron reivindicar los mismos derechos que el flâneur: el hombre que tiene derecho a la ciudad, a transitar por ella sin ser molestado, a observar sin ser visto ni cuestionado, y también, a tomar la palabra en público. La flâneuse es la mujer que lucha por todo ello y no siempre lo consigue.

    Yo he viajado y viajo sola, y sola paseo a veces por la ciudad, tomo la palabra en público e incomodo con ella, no tengo necesidad de esconderme detrás de un disfraz masculino para ocupar el espacio que me corresponde. Soy una flâneuse. Y lo soy gracias a esas mujeres que comenzaron hace más de cien años a reivindicarse como sujetos críticos dentro de la esfera pública y empezaron a entender la escritura fuera del ámbito de lo íntimo, “como una forma de intervención social, de puesta en escena del yo y, por qué no, como una forma de transgresión”, señala Iglesia. Ellas fueron insumisas e incómodas, y desde esa rebeldía contribuyeron al reforzamiento de la sociedad civil con una postura feminista: la mujer tenía el mismo derecho que el hombre al espacio público, también a la palabra pública. Con una conciencia moderna de lo que significaba escribir, transformaron eso que llamaban literatura íntima en testimonio, porque, señala Iglesia, “dar testimonio es un ejercicio ético que no tiene que ver con la narración verídica ni detallada de la propia biografía, ni tampoco con el gesto paternalista que busca dar voz a una comunidad teóricamente sin voz. Por el contrario [...], es una manera de romper el silencio vinculado a una experiencia compartida y, por tanto, una forma de iluminarse no tanto a sí mismas como sujetos, sino a la experiencia transmitida”. Me reconozco en la descripción de la flâneuse porque sé que la batalla que
Edurne Portela
Anna Maria Iglesia
ellas iniciaron hace cien años no está todavía ganada. Quedan muchas experiencias compartidas por narrar, muchas formas de insubordinarnos contra el poder patriarcal, todavía debemos reivindicar el derecho a vivir libres y sin miedo en nuestras ciudades, a defender la libertad de hacer con nuestro cuerpo lo que nos dé la santa gana, desde correr por un parque sin que nos agredan hasta tener el control de nuestra capacidad reproductiva. “Debemos ser y seguir siendo paseantes incómodas”, propone Anna Maria Iglesia. Yo, ni quiero ni puedo ser otra cosa.» Edurne Portela, El País, 14/05/2019.

viernes, 4 de octubre de 2019

Mi cuerpo también, de Raquel Taranilla


Raquel Taranilla (Barcelona, 1981)
MI CUERPO TAMBIÉN
Los Libros del Lince, 2015 - 200 págs. - Bibl. Lesseps

La enfermedad desde el saber y la lectura, Nora Catelli
Pedro M. Domene habla con Raquel
Gabriela Wiener, también
La rebelión del oncocuerpo, Enrique Gavilán
[lo más intenso y lúcido que he leído sobre el cáncer]

«Quiero hacer notar que la doctora Cano empleó la palabra linfoma. En el discurso común sobre la enfermedad a menudo se recurre a eufemismos para ocultar términos que quiere eludirse. Hablar de una larga enfermedad en lugar de mencionar el cáncer es uno de los ejemplos más claros y conocidos: consiste en emplear un término general (un «hiperónimo», lo llamamos los lingüistas) para hacer referencia a un concepto particular, que se desea evitar. De modo semejante, se usa la forma neutra tumor, que difumina con habilidad la malignidad del cáncer. Recurrir a una palabra técnica y precisa como linfoma consigue por otra vía el mismo efecto de evitación. Es seguro que la doctora Cano tenía sólidos motivos para no hablar de cáncer —después de todo, para un médico el cáncer es algo tan vago que no significa casi nada— y es posible que pensase que yo tenía la formación suficiente como para comprender su explicación sin dificultad. Pero la realidad es que, en cuanto la doctora salió de la habitación, me lancé a preguntarle a Lluís, que había permanecido a mi lado, tengo cáncer, ¿verdad? En la película Amarga victoria hay un momento conmovedor en el que Bette Davis,11 a quien se le oculta que está mortalmente enferma, ojea a escondidas su historia clínica y descubre en ella las palabras prognosis negative. A pesar de que lo intuye, necesita preguntar por su significado para confirmar su valor funesto: pronóstico negativo. El cambio en su gesto entre el enterarse y el comprender es milimétrico —sus ojos se agrandan con levedad, su labios se congelan—. Las noticias cruciales detienen el tiempo, son como flores aviesas que se abren, mostrando con delicadeza sus radiantes pétalos letales.

A los pocos días Lluís me explicó que en el fondo era una fortuna que el tumor de mi columna fuese maligno. Si no lo entendí mal, los tumores benignos no reaccionan a ningún tratamiento químico y crecen y crecen sin solución. Teniendo en cuenta el lugar en el que estaba el tumor en mi cuerpo, de haber sido benigno me habría postrado en una silla de ruedas de forma irreversible, sin poderme mover por debajo del cuello. La malignidad de un tumor posibilita aniquilarlo por medio de la quimioterapia, así que la curación de mi mal parecía posible. De hecho, cuanto más agresivo sea un linfoma, es decir, cuanto más rápido sea su crecimiento, más sensible resulta al tratamiento. Por eso volvió a ser una suerte —extraña, extraordinaria— que unos días después la biopsia que se practicó en la Clínica Universitaria revelase que el mío era un linfoma linfoblástico de células B, un tipo de linfoma superágresivo. Había algo oriental en la bondad de situaciones tan terribles. Es una lástima, dije sonriendo ante la buena ventura que traía consigo la fatalidad, que yo ya no sea capaz ni de escribir un haiku.



§27. No logré quedarme a solas y pensar en las implicaciones del cáncer hasta última hora. Como en los días posteriores a la cirugía, desde temprano empezaron a llegar a mi habitación amigos y familiares. Vinieron a visitarme incluso familiares lejanos a los que hacía años que no veía. Me sentía obligada a escucharles y responder a sus preguntas estúpidas (¿cómo te encuentras?) durante demasiado tiempo. Me dolía el cuello y deseaba estar sola y tranquila. Al final de la tarde, me burlaba de ellos con David: estoy agotada, diles que vuelvan otro día. Diles que no voy a morirme tan rápido, así que todos tendrán tiempo de despedirse. Por la noche, ya en serio, le pedí a mi padre que frenase las visitas, pues con mis amigos más cercanos tenía suficiente. Esa determinación le costó un disgusto a mi madre —que se empeñó en ver en ella una muestra de mi desafecto hacia la familia y sus convenciones (los enfermos no sólo tienen un rol asignado por la práctica clínica, sino también por los usos familiares)—, pero para mí fue un descanso.

En la oscuridad nunca completa del hospital nocturno, me impuse hacer balance, pasar revista a las fuerzas que conservaba y tratar de conjeturar el futuro que tenía por delante. Quien no se haya enfrentado a un trance semejante puede creer que esa coyuntura ha de dar mucho que pensar, que ha de poder revelar los misterios profundos de la existencia humana, que debe de ser el umbral de la transformación en una persona nueva y más sabia. Para mi decepción, nada de eso ocurrió. Sentía una pena inmensa, pero la noticia del cáncer no me confirió sabiduría ni bondad. La creencia en el cáncer como hecho iniciático, que está bien presente en la concepción general que la sociedad tiene de esta enfermedad, es sencillamente una retribución ficticia por los daños sufridos: aquel que supera un cáncer no merece volver a las condiciones previas, pensamos, merece cuando menos un ascenso en su categoría moral. Tonterías. Ficciones. Falsas promesas.

Raquel Taranilla Miraba a través de la ventana las luces del barrio del Carmelo. Mi pensamiento no fue más allá de estoy jodida, tengo cáncer y de hay gente que se cura, ojalá yo también me cure. La frustración que sentí ante mí misma fue notable: me sentía superficial e indolente, capaz sólo de decir banalidades, poco perspicaz. Hace escasas semanas he encontrado consuelo; ha sido leyendo A l'ami qui ne m'a pas sauvé la vie, el libro de Hervé Guibert en el que cuenta los últimos momentos de la vida de Michel Foucault. Cuando Foucault ingresa en el hospital unas semanas antes de morir, dice unas palabras que sintetizan con exactitud lo que yo sentí aquella noche: «On croit toujours, d'un tel type de situation qu'II y aura quelque chose á en dire, et voilá qu'il n'y a justement ríen á en dite».12» (págs. 74-77)

11. Bette Davis murió en 1989 en el Hospital Americano de Neuilly, situado a las afueras de París, a la edad de 81 años, como consecuencia del cáncer de mama que padecía desde hacía tiempo.
12. Hervé Guibert murió de una enfermedad asociada al sida en 1991, a los 36 años de edad. Además de A l'ami qui ne m'a pas sauvé la vie, abordó el sida y su tratamiento médico en otros dos libros sobrecogedores, Le protocole compassionnel y L'homme au chapeau rouge, y en una película, La pudeur ou l'impudeur.

jueves, 3 de octubre de 2019

Qualsevol nit pot sortir el Sol, Jaume Sisa



Fa una nit clara i tranquil.la, hi ha la lluna que fa llum,
els convidats van arribant i van omplint tota la casa de colors i de perfums.
Heus aquí a Blancaneus, en Pulgarcito, els tres porquets,
el gos Snoopy i el seu secretari Emili, i en Simbad, l'Ali-baba i en Gullivert.

Oh, benvinguts, passeu passeu, de les tristors en farem fum,
a casa meva és casa vostra si és que hi ha cases d'algú.

Hola Jaimito, i doña Urraca, i en Carpanta, i Barba-azul,
i Frankenstein, i l'home-llop,i el compte Dràcula, i Tarzan, la mona Chita i Peter Pan,
la senyoreta Marieta de l'ull viu ve amb un soldat,
els Reis d'Orient, Papa Noël, el pato Donald i en Pasqual, la Pepa maca i Superman.

Bona nit senyor King Kong, senyor Asterix i en Taxi-Key,
Roberto Alcazar i Pedrín, l'home del sac, i en Patufet, senyor Charlot, senyor Obelix.
en Pinotxo ve amb la Monyos agafada del bracet,
hi ha la dona que ven globus, la família Ulises, i el Capitán Trueno en patinet.

I a les dotze han arribat la fada bona i Ventafocs,
en Tom i Jerry, la bruixa Calixta, Bambi i Moby Dick, i l'emperadriu Sissi,
i Mortadelo, i Filemón, i Guillem Brown, i Guillem Tell,
la Caputxeta Vermelleta, el Llop Ferotge, i el Caganer, en Cocoliso i en Popeye.

Oh, benvinguts, passeu passeu, ara ja no falta ningú,
o potser sí, ja me n'adono que tan sols hi faltes tu,
també pots venir si vols, t'esperem, hi ha lloc per tots.
el temps no compta, ni l'espai, qualsevol nit pot sortir el sol.

martes, 1 de octubre de 2019

Jaume Sisa: ¿Conseguimos escapar de la tribu para caer en el nacionalismo?

Els llibres galàctics, Jaume Sisa, Anagrama 2019 Extracto de "La identidad es una mierda"            
conversación de Jaume Sisa con Mercedes de Pablos            
Letra Global, 23/09/2019.            
"Yo aspiro a la caverna, a la caverna más primitiva. Atapuerca me parece hasta civilizado. Mire, yo aspiro a la caverna primordial donde se refugia el animal que tiene miedo a todo, al trueno, al rayo, a la lluvia y a los otros animales, y que sólo sale de la cueva para buscar alimento y luego vuelve porque es donde está más seguro."

Yo soy normal… yo… no tengo ni idea de cómo soy. Como todo el mundo. Nunca he conocido a nadie que, en rigor y hablando con total honestidad, pueda afirmar: yo soy así o asá. Todos somos así y asá, asina, asana y asana, asuna… Somos muchos, yo soy muchos y en este libro se desvela. Cuando alguien te dice yo soy así está mintiendo. Hoy eres así y mañana a las siete y media serás de otra manera."

"Mire, la identidad es una mierda. Lo normal es que uno no sepa muy bien quién es. Todo está sujeto a cambios. Cuando estudias mínimamente cómo funciona el Universo, y nosotros somos el Universo, te das cuenta de que es una cosa extrañísima del que apenas se conocen sus leyes. Y las que se conocen se ponen en cuestión cada cierto tiempo. Es un misterio absoluto. Te pasas la vida con la cantinela de conócete a ti mismo y lo más probable es que te vayas de la vida sin saber quién eres."

"Yo soy antinacionalista. Mi nación es el mundo. Me parece un horror el nacionalismo, cualquiera. ¿Cómo nos podemos encerrar en algo tan feo y tan estrecho como es el nacionalismo? ¿Conseguimos escapar de la tribu para caer en el nacionalismo? Ni tribus ni estados: la especie humana, el ser humano. Con todos sus misterios, sus preguntas y con toda su belleza."

"Todas estas proclamas de independencia son inútiles porque el catalán sabe que no está dispuesto a sacrificar ni su piel ni su patrimonio, y sin eso no se consigue nada. Dicho lo cual, tengo que reconocer que me ha maravillado cómo en los últimos años tantos catalanes, tantos, han comprado una fantasía tipo Walt Disney ¡¡¡sin preguntar ni el precio!!!"

"Yo querría saber cuál es la acción real de los antisistemas. Porque si su acción son dar saltos, quemar contenedores, discursos, camisetas…Con eso no se acaba con el sistema porque todos formamos parte del sistema, los antisistema también… La acracia es una alternativa real y profunda al sistema capitalista y al comunista, y se basa en que cada individuo es responsable de su vida y sus actos ante la comunidad… Eso no ha pasado nunca y, al paso que vamos… las personas tendemos a delegar. No queremos asumir responsabilidades."

"Yo creo que el mundo se encamina hacia una catástrofe segura, es un espectáculo bonito. Estamos abocados a una catástrofe ecológica, a la dictadura de las tecnologías, a la desaparición del individuo libre y de los ideales de la Ilustración o de Mayo del 68. Todo eso desaparecerá: el mundo en un par de siglos estará acabado. Todos queremos todo y no hay ni recursos, ni sitio. Como decía Lacan, “no hay sitio para tanto deseo”."


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