sábado, 22 de junio de 2019

Paseos con mi madre, de Javier Pérez Andújar


Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965)
PASEOS CON MI MADRE
Tusquets, 2011 - 184 págs.

— "Escrito con verdad y emoción", Revista de Letras
— "Todo lo que dice es verdad", J. Soto Ivars
[delicioso]

«Estaba yo más cerca de los pisos de la M30 de Madrid, o de los bloques checoslovacos de Pan Tau (una serie para niños que habían pasado en la tele) o de las canastas de baloncesto y de las vallas metálicas de Harlem que se veían en el cine, estaba más cerca de todo aquel callejeo tan distante que del paseo de Gràcia o de cualquier otra calle del centro de Barcelona. Sentía más en las yemas de mis dedos las piedras del desierto de Mojave, sin saber bien dónde ubicarlo, que los jardines de la Diagonal o los maniquíes de la calle Tuset, que aún sabía menos dónde estaban ni siquiera si existían. Barcelona se concretaba en las torres apartadas y borrosas de la Sagrada Familia vistas desde nuestro balcón, más allá del río como faros del fin del mundo. Porque nosotros teníamos nuestras propias torres al lado. Las tres chimeneas de la central eléctrica, con su voltaje, que escuchábamos callados los días de humedad, su zumbido atmosférico, su apariencia de central atómica. A pesar de los muchos apagones, creíamos antes en la luz eléctrica que en la luz divina. La luz de Fecsa se iba y luego volvía como se iban y venían los hombres un rato al bar. [...] La Sagrada Familia no formaba parte de nuestra familia. De la Sagrada Familia, pensábamos nosotros, lo único sagrado eran las horas de trabajo que el edificio llevaba a cuestas.
    No hay manera de estar cerca de Barcelona si antes no lo estuvieron tus antepasados. A Barcelona hay que acercársele en el tiempo. Aquí el espacio, los montes como Montjuïc, el Carmel, la Muntanya Pelada, el Turó de la Piera..., es para los que no tienen nada. En Barcelona el espacio es un eufemismo con que referirse a la especulación. [...] Nadie pertenece a Barcelona por el mero hecho de vivir en ella, ni siquiera de haber nacido en la ciudad. En Barcelona se está en el cuarto de invitados durante un par de generaciones, y luego ya se accede al cuarto de servicio. Porque de Barcelona solo se es por familia y por dinero, por riguroso orden.» (págs. 19-21, La ciudad podrida)

miércoles, 19 de junio de 2019

Claus y Lucas, de Agota Kristof


Agota Kristof (Hungría, 1935 - Suiza, 2011)
CLAUS Y LUCAS
- Le grand cahier, 1986. Trad. Ana Herrera Ferrer.
- La preuve, 1988. Trad. Ana Herrera Ferrer.
- La troisième mensonge, 1991. Trad. Roser Berdagué Costa.
Libros del Asteroide, 2019 - 320 págs. - inicio

"novelas que trituran al lector", hierba roja
"obras imprescindibles de la literatura", portnoy
[soberbio]

«Algunos recibían cartas que les entregaban las enfermeras o que se las leían si ellos no sabían leer. Más adelante, yo leía las cartas a los que no sabían y me lo pedían. Por lo general, les leía exactamente lo contrario de lo que decían las cartas. El resultado era, por ejemplo: “Querido hijo, no te cures, por lo que más quieras. Estamos estupendamente sin ti. No te echamos de menos en absoluto. Ojalá sigas siempre aquí, porque no nos apetece lo más mínimo tener un inválido en casa. Pese a todo, te mandamos un abrazo y sé bueno, porque los que te cuidan tienen mucho mérito. Nosotros no lo haríamos. Tenemos mucha suerte de que haya alguien que haga contigo lo que en realidad tendríamos que hacer nosotros, porque en nuestra familia, dónde todos gozamos de buena salud, ya no hay sitio para ti. Tus padres, tus hermanas y tus hermanos”.
    El chico al que le leía la carta me decía:
    —La enfermera me ha leído la carta de otra manera.
    Yo decía:
    —Te la ha leído de otra manera porque no quería entristecerte. Yo te he leído lo que está Agota Kristof escrito. Creo que tienes derecho a saber la verdad.
    Él decía.
    —Tengo derecho pero la verdad no me gusta. La carta era mejor antes. La enfermera ha hecho bien leyéndomela de otra manera.
    Y se echaba a llorar.» (págs. 346-347)

sábado, 15 de junio de 2019

El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre, de Atsushi Nakajima


Atsushi Nakajima (Japón, 1909-1942)
EL POETA QUE RUGIÓ A LA LUNA
Y SE CONVIRTIÓ EN TIGRE

[Sangetsuki, 1942]
Trad. Makiko Sese y Daniel Villa Gracia
Hermida Editores, 2017 - 130 págs. - epílogo
- El análisi de Jaime Fernández
[impresionante]

De La catástrofe de las letras:
«Nabu-aje-eriba recorría la ciudad de Nínive, inquiría a quienes habían aprendido a leer recientemente y les preguntaba a cada uno pacientemente si les había sucedido algo fuera de lo normal, algo de lo que se hubieran percatado antes de que supiesen leer esas letras. Por esa razón procuró aclarar el papel que desempeñaba el espíritu de las letras contra las personas. El resultado fue una extraña estadística. Había una abrumadora mayoría de personas que, desde que habían aprendido a leer, eran de repente incapaces de atrapar piojos. Se les metía más polvo que antes en los ojos. Apenas podían atisbar la figura de las águilas en el cielo, que hasta entonces podían ver sin dificultad. Percibían el color del cielo menos azul que antes. «El espíritu de las letras devora los ojos de las personas. Es como si se tratara de un gusano que horada la cáscara de la nuez y se come hábilmente todo el grano que está en su interior» [...] «Parece que tú, Ishdi-nabu, aún desconoces el terrible poder del espíritu de las letras que nos envía el dios de la sabiduría, Nabu de Borsippa. Una vez que el espíritu de las letras se apropia de cualquier acto y lo representa con su propia figura, ese acto obtiene la vida eterna. Y al contrario, aquellos que no han llegado a manos del poder del espíritu de las letras desaparecen para siempre. ¿Por qué no existen las estrellas que no están descritas en el documento de Anu Enril de la época antigua? Porque no las plasmaron en letras en el documento de Anu Enril [...] Como no existían las letras para la palabra "caballo", los sumerios no conocían los caballos. Nada podría ser más terrible que el poder del espíritu de las letras. Si crees que tú y yo somos los que escriben utilizando las letras estás profundamente equivocado. Nosotros somos humildes siervos a las órdenes del espíritu de las letras. Aun así sufrimos un daño terrible por parte del espíritu de las letras. Ahora mismo estoy estudiando diligentemente este tema. Ahora mismo dudas sobre las letras que se emplean para escribir la historia. Esto te está sucediendo porque has intimado demasiado con las letras y el veneno de ese espíritu te está afectando».» (págs. 51-56)

jueves, 13 de junio de 2019

Tokio, de Donald Richie


Donald Richie (EEUU 1924 - Japón 2013)
TOKIO
[Tokyo. A View of the City, 1999]
Trad. José Jesús Fornieles Alférez
Confluencias, 2017 - 214 págs. - inicio
[interesante autor y reflexiones]

«Desde hace un siglo, Tokio ha sido conocida como "la ciudad de los contrastes", o "la capital de lo viejo y lo nuevo". Desde su apertura al mundo exterior, a mediados del siglo XIX, Tokio ha ido combinando con creciente habilidad el Este y el Oeste, el pasado y el presente.
    El caso es complicado, sin embargo, porque Japón lleva mucho tiempo siendo "moderno", en el sentido de que es en gran parte responsable del estilo moderno internacional. El arquitecto Richard Rogers, responsable del Centro Pompidou de París, ha dicho que todo el movimiento moderno se expande directamente desde arquitectos que "miran cosas como el palacio de retiro imperial Katsura", un ejemplo de arquitectura japonesa geométrica en su máxima expresión. Y el poeta Henri Michaux, en Tokio en 1932, señaló que "los japoneses llevan siendo modernos diez siglos", que Tokio es "cien veces más moderno que París".
    Cuando el director de cine ruso Andréi Tarkovsky necesitó una ciudad del futuro para Solaris, se llevó sus cámaras a Tokio. Y el Los Ángeles del futuro de Ridley Scott para Blade Runner fue concebido después de que el director hubiera visto Shinjuku de noche.
    El aire de lo nuevo en Tokio es, además (al contrario que en la película de Scott), benigno. Gente contenta paseando con auriculares para su discman; utilizan tarjetas de crédito para todo; esperan su turno en los semáforos. Donald Richie Y todo funciona: los teléfonos públicos nunca están estropeados, las máquinas automáticas (de cerveza, sake, refrescos, periódicos, condones, sándwiches, comidas calientes) realmente dispensan sus productos [...] El consumismo enloquecido es el modo de vida de Tokio; ha llegado el paraíso materialista; la conclusión de H.G. Wells en La vida futura ya está aquí.» (págs. 108-110)
Tokio desde Roppongi Hills Mori Tower
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