miércoles, 30 de septiembre de 2020

martes, 29 de septiembre de 2020

Las caídas de Alejandría, de Luis A. de Villena


Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951)
LAS CAÍDAS DE ALEJANDRÍA
Pre-Textos, 2019 - 436 págs.

- La página web de LAdeV
- Donde el sexo cobra altura, PGCueto, Letralia
- Chicos, belleza, tristeza y fratría, MLlorente, El Mundo
[humanismo y placer]

«Tiempo de bárbaros, tiempo de terrible miseria, sin estudios nobles, sin humanidades, sin educación. Un joven necio de ahora: ¿Para qué aprender esas cosas -latín, griego, arte- que no sirven para nada? En el mundo de gentuza como Trump (sin perdón de dios) o Maduro, una mula zafia y dañina, qué queda, si queda algo... Los bárbaros no están por llegar, los bárbaros arribaron ya y triunfaron. Un ensayista italiano, Nuccio Ordine, dice en el prefacio ejemplar de un buen libro, Clásicos para la vida (2017): "Si no salvamos los clásicos y la escuela, los clásicos y la escuela no podrán salvarnos". Es evidente. Y cita a la docta Marguerite Yourcenar: "Casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego". Ya. ¿Y qué importa eso en un tiempo que ya es tiempo de detritus generales, y seres colgados del móvil o celular todo el día, camino de ser meros robots a pasos acelerados? Mi generación ha sido la última del humanismo (yo, de los más jóvenes, tengo sesenta y siete años) y nos vamos cansando, extinguiendo y apagando. Luchar contra la grosería y la barbarie -casi todo lo que hay- es cuesta arriba y arduo y los resultados muy exiguos. El mundo (más cada vez) está en manos de humanoides orangutanescos, hombres y mujeres, ya da igual, ambos son igual de salvajes (*). Si a un mundo que va muy mal (también por pobreza y ecología desatendidas) sumamos ahora mismo los graves problemas de España, con un gobierno supuestamente de izquierdas que no tiene pies ni cabeza, el panorama pinta mucho más que desolador (**). Muchos profesores jóvenes se han ido; yo tengo claro que, si fuera más joven, me iría también. Por boca de Adriano (que también es ella misma) escribe Yourcenar: "Fundar bibliotecas equivalía a construir graneros públicos, amasar reservas para un invierno del espíritu que, a juzgar por ciertas señales y a pesar mío, veo venir". Adriano podía intuir el fin de Roma, Yourcenar el fin de otra civilización, que ha sido la nuestra. Exactamente lo que estamos viviendo o malviviviendo hoy a muchos niveles, es precisamente ese "hiver de l'esprit": ese invierno del espíritu que ya nos hace tiritar con miedo a muchos... ¿Dónde quedaron las nieves de antaño, las razas felices?» (págs. 57-58)
(*) no creo
(**) y eso sin covid


sábado, 26 de septiembre de 2020

¿Qué estás mirando?, de Will Gompertz


Will Gompertz (Kent, Gran Bretaña, 1965)
QUÉ ESTAS MIRANDO?: 150 AÑOS DE ARTE MODERNO EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS
[What Are You Looking At?: 150 Years of Modern Art in the Blink of an Eye, 2012]
Trad. Federico Corriente Basús
Taurus, 2017 - 480 págs. - inicio

- Guía de los movimientos de arte moderno
- Piensa como un artista, Will Gompertz
[formidable (pero en mi cabeza no cabe tanta información)]

«Hay quien dice que cuando Virginia Woolf escribió "En torno a diciembre de 1910 cambió el carácter humano" en su célebre ensayo de 1923 Mr. Bennet and Mrs. Brown, estaba aludiendo a la exposición de Fry de 1910. La vida, realmente, sí había cambiado para él. Había organizado la exposición de las Grafton Galleries tras haber sido despedido como conservador del Metropolitan de Nueva York después de una discusión con el entonces director, el financiero John Pierpont Morgan (conocido como J.P. Morgan), que era quien le había contratado. Hasta ese momento, la relación profesional había sido mutuamente beneficiosa: el ojo de Fry y el dinero de Morgan iban de la mano. Fue entonces cuando Fry descubrió la vanguardia parisina, lo que le cambió no solo a él, sino su manera de entender el arte. Dejó su labor como conservador del arte del pasado y centró sus esfuerzos en el arte del presente. en 1909 publicó su Essay on Aesthetics, en el que describe el posimpresionismo como "el descubrimiento del lenguaje visual de la imaginación".

Ahora, en el orden general de las cosas, esta afirmación carece de sentido, dado que la mayor parte del arte anterior al impresionismo era también invención. ¿Se puede decir que el techo de la Capilla Sixtina que pintó Miguel Ángel no es "el lenguaje visual de la imaginación"? Sin embargo, en el contexto de un movimiento artístico que se había desarrollado a partir de la adherencia estricta del impresionismo a la objetividad y a la cotidianidad, sí tiene sentido. A su manera, cada uno de los cuatro posimpresionistas (Fry incluyó a Matisse y a Picasso en su exposición de 1910, pero bajo las categorías, al menos temporalmente, del fauvismoy el cubismo) descubrió una poderosa poción artística cuando combinaron lo fundamental de los principios del impresionismo con "el lenguaje visual de la imaginación".» (pág. 78)

viernes, 25 de septiembre de 2020

Cómo maté a mi padre, de Sara Jaramillo Klinkert


Sara Jaramillo Klinkert (Medellín, 1979)
CÓMO MATÉ A MI PADRE
Lumen, 2020 - 180 págs. - inicio

- Andrea A. lo explica todo
- La culpa era de Pablo E.
- Prefiero El olvido que seremos
[no]

«Me han disparado muchas veces, pero nunca me muero. Me despierto cada vez que la bala va a impactarme. Me pregunto qué pasará el día que no me despierte. Tal vez muera de verdad. Tal vez no. Las cosas que no pueden saberse por adelantado. Yo, por ejemplo, no sabía que iban a matar a mi padre. Ningún niño cree que algo así pueda pasar. Pero pasa. Todavía me cuesta creer que apenas treinta y cinco gramos de acero y un gramo de pólvora hayan podido acabar con una familia. Doy fe de ello. Acabaron con la mía.
    Mi sueño con la bala es recurrente, debe de ser de tanto imaginarla impactando el cuerpo de mi padre. Y, también, porque me han apuntado con un arma varias veces. Una para robarme, otra para volver a robarme, otra más para advertirme que diera media vuelta, la vez que vi a un hombre a punto de asesinar a otro. Pero la que más recuerdo fue la primera vez. Ocurrió a través de la ventanilla de nuestro propio carro. Odié la fragilidad del vidrio, la lentitud del motor, la velocidad de la motocicleta que nos perseguía a lo largo de la autopista. La primera vez que un arma me apuntó fue también la primera vez que odié a mi padre por habernos obligado a hacer ese viaje a Girardota. Ya tendría el resto de la vida para recriminarle que se hubiera tragado las razones que lo motivaban a llevarnos hasta allá para rezarle al Señor Caído.» (inicio)

lunes, 21 de septiembre de 2020

La familia del Prado, de Juan Eslava Galán


Juan Eslava Galán, (Arjona (Jaén), 1948)
LA FAMILIA DEL PRADO
Un paseo desenfadado y sorprendente por
el museo de los Austrias y los Borbones

Planeta, 2018 - 448 págs. - inicio

- Las rarezas de nuestros reyes, ABC
- Colecciones del Museo del Prado (Madrid)
[deprimente como el emérito mismo]
Dice así: «No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art. 270 y siguientes del Código Penal) Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.» Pues eso.


España de Borbón, vídeo serie de Albert Pla sobre la España borbónica.

viernes, 18 de septiembre de 2020

El pan que como, de Paloma Díaz-Mas


Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954)
EL PAN QUE COMO
Anagrama, 2020 - 296 págs. - inicio

- “Cocinamos para compartir”, G. Altares en Babelia
- El jugoso banquete, SS Villanueva en El Cultural
[benigno]

«En un blog de un ciudadano japonés que reside en España leo una entrada que empieza así: Desde que estoy viviendo en España, he oído cientos de veces a estudiantes de japonés referirse a la palabra Itadakimasu como «Que aproveche» o «Buen provecho», hoy me gustaría explicaros que esta interpretación/traducción no es correcta. [...] Realmente en japonés no tenemos ninguna manera de decir «Que aproveche» o «Buen provecho».
    Entonces, ¿qué significa Itadakimasu? El origen de la palabra Itadakimasu («Itadaku») es la forma humilde de decir «comer» o «recibir» (en japonés 食べる taberu, もらう morau). Existen dos significados para la palabra Itadakimasu para antes de empezar a comer.
    El primero es gratitud a las personas que han participado en todo el proceso de elaboración de la comida desde el campo/mar/granja a tu plato. Representa el sentimiento de gratitud a la persona que te ha cocinado, a quien ha puesto la mesa, a las personas que han cosechado las verduras,
las personas que han pescado los peces, en fin, todas las personas que han colaborado para la comida que vas a comer.
    El segundo significado es gratitud a los ingredientes, a la comida en sí misma. Creemos que hay vida en la carne y el pescado, en las frutas y las verduras, y les agradecemos a todos ellos que nos dejen comerlos, pensando «Déjame coger tu vida por mí». [...] Miro mi sencilla comida, ya dispuesta sobre la mesa ante la que voy a sentarme, y la veo ya con otros ojos. Los ojos del agradecimiento hacia tanto esfuerzo y sacrificio derrochado para que los alimentos lleguen hasta mí.» (págs. 10-11)

martes, 15 de septiembre de 2020

No te va a querer todo el mundo, de Isabel Coixet


Isabel Coixet (Barcelona, 1960)
NO TE VA A QUERER TODO EL MUNDO
Malpaso, 2020 - 288 págs.

- “Mi vida ha sido una constante lucha por conectar”, Isabel habla en Vein
- Valentía civil y creativa, El Cultural
- Desmontando mitos en Telva
- Isabel en XLSemanal
- Premio Nacional de Cinematografía 2020
[lúcido]

«Una llama en tu corazón
Una de mis canciones favoritas es I don’t want to set the world on fire (‘No quiero prenderle fuego al mundo’) porque define muy bien cuál es mi actitud al abordar la creación. La canción (popularizada en los años treinta por el grupo vocal The Ink Spots) dice algo así como: «No quiero prenderle fuego al mundo, lo único que quiero es encender una llama en tu corazón». Los primeros versos de la canción me han acompañado durante toda mi vida, desde que la descubrí, en multitud de circunstancias. Una vez llegué incluso a cantarla en una rueda de prensa en la que me estaba aburriendo profundamente, para regocijo de los periodistas presentes, que se relajaron bastante después de mi precaria demostración vocal. Tocar el corazón de alguien, conmoverlo (aunque sea por unos instantes), devolverle una mirada del universo desde otros ojos es todo a lo que aspiro. A veces, las menos, siento que lo consigo. Otras veces, las más, no. La flecha, el mensaje, ‘la llama en el corazón’ no llega a su destinatario, por mucho que me esfuerce y por mucho ardor y energía y años que le dedique. Probablemente, lo mejor de mi trabajo es tener la oportunidad de intentarlo incesantemente. Y viceversa: mi vida como espectadora y lectora está movida por el mismo principio: buscar el gesto, la palabra, la pincelada, la luz, el movimiento que enciendan esa llama, grande o minúscula, en mi corazón.

El ansia de conectar con el otro es lo que me ha empujado toda mi vida en todos los ámbitos. Conectar es para mí lo único que me separa de la soledad y la niebla. Y conectar es algo que no se puede forzar. Como la amistad o el amor. Esa conexión, ese clic, ese intercambio de palabras o miradas cómplices o gestos o lo que sea. Hay un instante de resplandor cuando uno comparte un vagón de tren con alguien que lee con avidez un libro que tú has leído y de repente os ponéis a hablar del autor y pasáis a hablar de la vida y la muerte y el amor y de otros libros y de otras películas. O cuando descubrís que una cajera de setenta años de un supermercado de una ciudad perdida escribe poesía en sus ratos libres y se pone a hablar de Rimbaud y os reís de «su corazón encogido en un bol de sopa» y su sonrisa ya no es la sonrisa de una septuagenaria, sino la de una adolescente de catorce.

Reconozco que vivo para momentos así. Para instantes de conexión con personas que nada tienen que ver conmigo, pero que, por unos preciosos momentos, tienen todo que ver conmigo. Porque en esos momentos siento que la humanidad no se divide en razas, en fronteras, en edades, en riqueza. Se divide en infinitas llamas y en infinitos corazones. Encender o apagar esas llamas y que permanezcan grabadas en nuestro corazón, incluso cuando estén apagadas, sólo depende de todos y cada uno de nosotros.» (págs. 49-50)

Lina
Mis inolvidables de Isabel:
  • Cosas que nunca te dije (1996)
  • Mi vida sin mí (2003)
  • La vida secreta de las palabras (2005)
  • Foodie love (2019)

  • viernes, 11 de septiembre de 2020

    Diario de Wuhan, de Fang Fang


    Fang Fang (Nankin, 1955)
    DIARIO DE WUHAN
    Sesenta días desde una ciudad en cuarentena

    [Wuhan fengcheng riji - Wuhan Diary, 2020]
    Trad. L. Luengo, Aurora Echevarría, Cheng L. Ning
    Seix Barral, 2020 - 480 págs. - inicio

    - Fang Fang: Diario de Wuhan
    - El diario que provoca la ira de los nacionalistas
    - Historias de China, Jabiertzo
    [real como la vida misma]

    «El 20 de enero, cuando el doctor Zhong Nanshan, especialista epidemiólogo chino, anunció que el nuevo coronavirus podía contagiarse de persona a persona y salió la noticia de que ya había catorce profesionales sanitarios infectados, mi primera reacción fue de shock, luego el shock dio paso a la indignación. Esta versión se daba de bruces con todo cuanto habíamos visto y oído antes. Los medios de comunicación oficiales no habían dejado de insistir en que esta enfermedad «No Se Transmite Entre Personas» y «Se Puede Controlar y Prevenir», aunque se rumoreaba que en realidad era el SARS.» (pág. 14)

    «El 25 de enero, primer día del Año Nuevo Chino, la gente comenzó a tranquilizarse un poco: los medios de comunicación informaron de que la cúpula política del país seguía con atención la epidemia de Wuhan y venía de camino el primer contingente de médicos de Shanghái. Estas noticias hicieron que los habitantes de Wuhan recuperaran la calma poco a poco, porque la gente sabe que en China, una vez se eleva algo al nivel nacional, todo el mundo se pone en marcha y las cosas se solucionan con el esfuerzo del país entero. Desde ese día se disiparon los miedos de los aterrorizados y confusos wuhaneses. Y ése fue el día en que empecé mi crónica personal.



    Pero al mismo tiempo llegó a Wuhan la etapa más dolorosa de la epidemia; el número de infectados de coronavirus se disparó durante el periodo del Año Nuevo Chino y el sistema hospitalario de Wuhan, inundado por oleadas de pacientes, se encontró al borde del colapso. Aquellos días en que tradicionalmente se reunían las familias deberían ser momentos llenos de alegría y felicidad. Por el contrario, innumerables pacientes infectados andaban buscando atención médica en medio del frío, el viento y la lluvia. Bajo la orden de confinamiento se suspendió el transporte público, de modo que los ciudadanos de Wuhan, que en su mayoría no tienen coche privado, se vieron obligados a ir caminando de un hospital a otro, lo que suponía un auténtico calvario difícil de describir. En internet también aparecieron muchos vídeos en que se veía a los enfermos pidiendo socorro, los hospitales abarrotados por colas interminables y los médicos a punto de caer en un colapso mental. Frente a los gritos desesperados de los pacientes, nos sentíamos totalmente impotentes. Para mí, aquéllos fueron también los días más duros. Lo único que podía hacer era escribir; y así continué escribiendo y escribiendo. Escribir a diario fue para mí prácticamente una terapia psicológica.» (págs. 19-20)


    «Lo que menos me imaginaba era que, mientras en Wuhan la epidemia iba perdiendo fuerza, había empezado a acelerar su expansión en los países europeos y americanos. El diminuto virus, invisible para los ojos humanos, arrasó a toda velocidad el mundo entero. Este coronavirus ha azotado sin piedad tanto Oriente como Occidente.

    Entre tanto, los políticos de ambas partes intercambian reproches, sin pensar nunca que cada uno de ellos ha cometido errores. La dejadez de China en la fase inicial y la arrogancia de Occidente por desconfiar de la experiencia china en la lucha contra la epidemia han ocasionado numerosas víctimas mortales y han destrozado la vida de innumerables familias, condenando a toda la humanidad a sufrir una catástrofe devastadora.» (págs. 21-22)

    lunes, 7 de septiembre de 2020

    Conversaciones sobre la escritura, de Ursula K. Le Guin


    Ursula K. Le Guin (Berkeley, 1929 - Portland, 2018)
    CONVERSACIONES SOBRE LA ESCRITURA
    CON DAVID NAIMON
    [Conversations on Writing, 2018]
    Trad. Núria Molines Galarza
    Alpha Decay, 2020 - 104 págs. - fragmento

    - Una escritora más allá de la (ciencia) ficción, A. Seoane
    [mucha Ursula]

    «David Naimon: ¿Puedes hablarme un poco de cómo crees que compensa o no el uso de elegir el pasado o el presente? Has comentado en alguna ocasión que elpasado permite ir hacia delate y hacia atrás en el tiempo con mayor facilidad, que imita mejor la manera que tiene de funcionar la cabeza y la memoria.
    Ursula K. Le Guin: Y va especialmente de la mano con contar una gran historia, un relato con profundidad real, pero es complicado. Sin duda, el presente tiene usos en los que es maravilloso, pero en estos últimos tiempos se ha usado a ciegas, como si fuera la única manera de contar una historia -es un recurso habitual de escritores noveles que no han leído demasiado-. Bueno, yo creo que es una buena manera de contar algunas historias, pero no todas. Es inherentemente limitante. Yo lo llamo el foco de contraluz. Ves una luz justo delante y todo lo demás está a oscuras. Es estupendo para crear suspense, historias muy dramáticas o para estilos de escritura que van muy directos al grano, pero si quieres contar una historia grande y larga, como en los libros de Elena Ferrante o The Last Hundred Years, de Jane Smiley, que avanza año tras año desde 1920 a 2020, ahí el presente lo estropearía todo. Presuponer que el presente es literalmente el "ahora" y que los tiempos pasados son literalmente remotos es de lo más ingenuo.» (pág. 31)



    «DN: En Steering The Craft incluyes ejercicios al final de cada capítulo. ¿Tienes alguno preferido? ¿Alguno que suela resultar particularmente útil o difícil?
    UKL: Como comento en el libro, el de "Castidad" fue uno que me inventé cuando tenía catorce años, cuando me di cuenta de que mis primeros esbozos de escritura no es que fuesen floridos, pero sí que tenían demasiadas palabras, demasiados adjetivos y adverbios. Así que intenté escribir una página entera de prosa sin adjetivos ni adverbios. Es complicado, porque hasta palabras tan básicas como "solo" o "entonces" son adverbiales, así que a veces no es posible eliminarlas todas. Pero seguro que puedes quitar todos los adverbios acabados en "-mente" y los adjetivos pomposos. Al final el resultado es un texto en prosa muy casto y muy llano. Y como has puesto todas tus energías en los verbos y en los sustantivos, es más fuerte y más rico. "Castidad" es un ejercicio que he usado en casi todos los talleres que he impartido. ¡Y la gente lo odia! Pero no tanto como el último ejercicio, "Una tarea terrible", en que te toca coger un texto tuyo y reducirlo a la mitad, decir lo mismo pero con la mitad de las palabras.» (pág. 39-40)
    SURCANDO LA LUZ
    DE LAS ESTRELLAS DE LA COSTA
    Vi los blancos pelícanos alzarse
    de las aguas de la mañana
    en el ancho valle, yendo.
    Vi árboles blancos de nieve
    alzarse silenciosos de las nubes
    en las remotas montañas, volviendo.
    Pesado, noble, solemne el gesto
    de las alas, de las ramas, un blanco que
    escribe la destrucción. (pág. 51)
    (Going Out With Peacocks o Late in the Day)

    jueves, 3 de septiembre de 2020

    Confesiones de una editora poco mentirosa, de Esther Tusquets

    Esther Tusquets
    (Barcelona, 1936-2012)

    CONFESIONES DE UNA EDITORA POCO MENTIROSA

    Ediciones B, 2012
    Lumen, 2019
    inicio

    [una feliz relectura]

    «Dije hace muchos años en un coloquio que, cuando una editorial era llevada por una mujer, se trataba casi siempre de un negocio familiar o se debía a que alguien la había montado para ella. Era el caso (aunque esto no lo especifiqué, porque soy poco mentirosa pero no digo todas las verdades) de las tres editoras que estábamos aquel día en la mesa. (Yo dirigí durante cuarenta años una editorial —y creó que con fortuna— porque mi padre la compró para mí. Es improbable que un consejo de accionistas me nombrara gerente de una empresa —y ni siquiera directora literaria— a los veintidós años, y más improbable todavía que me mantuviera en este cargo tanto tiempo.) Recuerdo, por ejemplo, que, con motivo del Día del Libro de 1996, se hizo en Barcelona una foto de editores para La Vanguardia: en ella aparecen casi cincuenta hombres y sólo dos mujeres.
        Formábamos, pues, una empresa de mujeres, y esto, sin que nos lo propusiéramos, sin que fuéramos siquiera conscientes de ello, se reflejaba en el modo de trabajar, en el trato con la gente de fuera y dentro, en el ambiente de la oficina. Sólo ahora, con la perspectiva de la distancia, advierto hasta qué punto era Lumen atípica (para muchos, sin duda, catastróficamente atípica; para nosotros, maravillosamente atípica). Una editorial en la que mi padre, que era supuestamente el hombre de negocios, no sólo no se lamentó una sola vez de que un título o una serie fuera ruinosa, sino que entró un día en mi despacho para preguntarme: "¿Hay alguna razón para que dejes de publicar Palabra de Siempre, aparte de que no se vende?" Palabra de Siempre (casi todos los nombres de nuestras colecciones empezaban con "Palabra": Palabra e imagen, Palabra en el Tiempo, Palabra Menor, Palabra de Siempre, Palabra Seis) era una preciosa colección de clásicos grecolatinos, dirigida por mí primo Javier Roca, notario y escritor, al que desde niño llamamos en el ámbito familiar "el Sabio". Respondí que no. Y papá: "Pues entonces prosíguela y la financio yo."» (págs. 214-215)

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