jueves, 30 de abril de 2020

El asedio de Troya, Theodor Kallifatides


Theodor Kallifatides (Grecia, 1938)
EL ASEDIO DE TROYA
[Slaget on Troja, 2018]
Trad. Neila García
Galaxia Gutenberg, 2020 - 176 págs.

- Theodor habla con Xavi Ayén
- Me encantó Otra vida por vivir
[no he podido / para esto prefiero a Baricco]

«En este recuento perspicaz de La Ilíada, una joven maestra griega recurre al poder duradero del mito para ayudar a sus estudiantes a sobrellevar los terrores de la ocupación nazi.
    Las bombas caen sobre un pueblo griego durante la Segunda Guerra Mundial, y una maestra lleva a sus alumnos a una cueva para refugiarse. Allí les cuenta sobre otra guerra, cuando los griegos sitiaron a Troya. Día tras día, cuenta cómo los griegos sufren de sed, calor y nostalgia, y cómo se enfrentan los oponentes: ejército contra ejército, hombre contra hombre. Los cascos se cortan, las cabezas vuelan, la sangre fluye. Ahora son otros los que invaden Grecia, el ejército de la Alemania nazi. Pero los horrores son los mismos miles de años después.
    Theodor Kallifatides proporciona una notable visión psicológica en su versión moderna de La Ilíada, minimizando el papel de los dioses y profundizando Lina en la mentalidad de sus héroes mortales. La epopeya de Homero cobra vida con una urgencia renovada que nos permite experimentar los eventos como si fueran de primera mano, y revela verdades eternas sobre la insensatez de la guerra y lo que significa ser humano.» (CONTRAPORTADA)

miércoles, 29 de abril de 2020

Danzad, danzad, gorditos


Dancing Beethoven (Symphony No. 9) / Maurice Béjart Ballet.



Bach - Cello pas de deux by Nacho Duato, Linda Haakana & Michal Krcmar - Beijing 2018



The original sirtaki Zorbas - Mikis Theodorakis

lunes, 27 de abril de 2020

Todo esto existe, de Íñigo Redondo


Íñigo Redondo (1975)
TODO ESTO EXISTE
Literatura Random House, 2020 - 384 págs. - fragmento
[le ha gustado a (casi) todo el mundo menos a mí]

«A mamá le gusta mucho el concierto de Año Nuevo. Siempre se sienta a escucharlo. De hecho no recuerda ningún día de Año Nuevo en que mamá lo haya dejado pasar. Irina no puede pensar en otra cosa mientras suenan en la radio las cuerdas de un vals de Strauss que ha oído muchas, muchas veces, aunque no se acuerda de cómo se llama. Alexéi apenas presta atención a la música cuando abre la ventana para ventilar. Cierra rápidamente. El frío es excesivo. Fuera está nevando y lloviendo intermitentemente. Irina se acurruca en el sofá bajo una manta. Alexéi sale del salón y regresa de nuevo con la ropa recién lavada en un barreño. Lo deja en el suelo y vuelve a salir. Ahora viene con el tendedero. Busca un rincón en que plantarlo y empieza a poner unos papeles de periódico en el suelo para cuando empiece a escurrir el agua de la ropa. Irina pide silencio con irritación, se levanta del sofá y sube el volumen de la radio. Alexéi hace una señal de disculpa y sale llevándose el tendedero en una mano y el barreño en la otra. Quizá lo mejor es ponerlo en la bañera. Irina se queda sola escuchando el final del vals de Strauss que ha oído muchas, muchas veces, aunque no se acuerda de cómo se llama.» (págs. 138-139) [y mas o menos así, casi 400 interminables páginas]

jueves, 23 de abril de 2020

Estoy contigo, de Melania G. Mazzucco


Melania G. Mazzucco (Roma, 1966)
ESTOY CONTIGO
[Io sono con te, 2016]
Trad. Xavier González Rovira
Anagrama, 2019 - 288 págs. - inicio

- El infierno de todos, JA Masoliver Ródenas
- Una poderosa y necesaria novela testimonio
[la terrible historia de una refugiada que llega a Italia huyendo de la violencia política del Congo / absorbente (y pertinente)]

«[...] Pero no muero. El estómago vacío se contrae por los calambre, el aire me hincha los intestinos y hace que se me revuelvan. Pero el cuerpo se adapta a la penuria. La segunda noche, o es la tercera, abren la puerta y nos sacan a empujones a cinco. No nos han llamado de la lista, nuestros nombres no les interesan. Todas somos mujeres y comprendemos que no nos llevan a morir.
    No nos miramos a la cara. No nos conocemos y no vamos a conocernos. No protestamos. No rogamos, nos dejamos arrastrar como cosas sin vida. Nos separan. Me empujan a una habitación. Me tumban en el suelo. Me escupen palabras a la cara, con rabia. Hablan en kiyombe, por eso los entiendo. Me odian. Les han dicho que soy una enemiga del gobierno. Ellos hacen la guerra a los enemigos del gobierno. Los envian aquí para descansar entre un choque armado y otro. Pero este lugar es un castigo.
Brigitte Zébé Melania G. Mazzucco
Pueden vengar sobre nosotros el mal que han sufrido.
    Se lían a patadas conmigo. Se lían a puñetazos conmigo. Me fustigan con porras de caucho. Apagan cigarrilos en mis manos. Me arrancan las uñas de los pies. Vierten la cera de una vela en la frente, donde nace el cuero cabelludo. Siento cómo chisporrotea la piel y se quema. Me desgarran las medias, me arrancan las bragas. Dos me sujetan por los brazos, otro se sube encima de mí. Me violan el resto de la noche.» (pág. 117)

domingo, 19 de abril de 2020

Boulder, de Eva Baltasar


Eva Baltasar (Barcelona, 1978)
BOULDER
Trad. Nicole d'Amonville Alegría
Lit. Random House, 2020 - 120 págs. - inicio
Club Editor, 2020 - 160 pàgs (en català)

En armas contra la maternidad, Nadal Suau
[en la formidable línea de Permagel]

«Me protejo volviendo muy pronto a casa y cocinando un festín. Estofado de cordero con patatas y merengue de albaricoque. También hago pan. Trabajo la masa en un bol ancho. Harina y polvo de ajo, agua tibia, sal, levadura. Tengo músculos antiguos, los de componer, los de amasar. Son músculos que dominan los huesos, nadie piensa por ellos, pero se valen y se esfuerzan como los músculos de amar. Horneo los panecillos y ataco la falda de cordero. La aplano sobre la encimera. Es pringosa, oscura como el café. La carne cruda, sin piel, no parece muerta. A mí me hace salivar, lo mismo que ciertos perfumes o los pepinillos. La troceo con precisión. Mis manos son cuchillos, cepillos, exprimidores. Las utilizo para transformar alimentos. También me las hundo en la cabeza para adobar el deseo que me ocupa y me pudre. Porque el deseo no se puede matar, solo adormecer y fermentar. Cocino para salvarme. Cocino sin parar. Las risas de Tinna se mezclan como espuma con el azúcar y las claras de huevo. Juega al escondite con Samsa y está tan excitada que grita. Samsa finge que no la encuentra y me llama. Su voz se esparce como un líquido por el suelo de la sala y la cocina. La bebo a lengüetazos, como un vinagre que pudiese deshacerme y blanquearme. Después limpio los fogones y poco a poco pongo la mesa, sin el menor deseo de sentarme a ella.» (págs. 97)

martes, 14 de abril de 2020

Las viejas sendas, de Robert MacFarlane


Robert MacFarlane (Halam, Inglaterra, 1976)
LAS VIEJAS SENDAS
[The Old Ways, 2012]
Trad. Miguel Ángel Blanco Suárez
Pre-Textos, 2017 - 456 págs. - inicio

- La Biblioteca del Bosque de Miguel Ángel Blanco
- Trilogía del paisaje, R. Martínez Llorca
- Las sendas sustentan conocimiento, R. Luque Lora
[me gustó pero me costó (mucho)]

«Los geólogos hablan de "caminos preferenciales" para referirse a la acción disolvente del agua sobre los suelos calizos. Cada vez que llueve, las gotas de agua se desplazan por la superficie del suelo, y en su movimiento arrastran con ellas ácido carbónico, que va dejando a su paso una marca. Estos primeros rastros se transforman con el tiempo en canalillos incipientes, que a su vez encauzan las subsiguientes lluvias, que continúan con el proceso de erosión, de forma que excavan un canal cada vez más profundo y de mayor calibre. Mediante este proceso, una pequeña fisura en la roca se transforma con el tiempo en un torrente, después se produce una fractura en el suelo y finalmente aparece un barranco.
    En terrenos como los de Cisjordania, donde la roca caliza es el componente primordial, dichos procesos de fisura del suelo a gran escala resultan determinantes en el establecimiento de las terrazas, y en la creación de los senderos. A la hora de buscar una ruta, tanto los hombres como los animales son guiados por los hábitos pre-configurados del terreno. Esos primeros peatones abren con su paso una nueva vereda, que a su vez atrae a otros caminantes. Todos ellos van dejando la marca de sus pisadas, lo que asienta y reafirma la creación del nuevo camino. De forma que son las gotas de lluvia caídas hace cientos de miles de años las que determinan rutas como las que nosotros estábamos siguiendo.» (págs. 288-289)

[sendas del altiplano I, II y III]
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