jueves, 27 de julio de 2017

Fabia Linde, de Azorín

José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)
FABIA LINDE y otros cuentos
Edición de María Martínez del Portal
Portada: Homenaje a Van Gogh, de Ramon Gaya
Ed. Ateneo Literario de Yecla, 1992
[admirable selección cronológica de los cuentos
más representativos de Azorín]
«Fabia Linde nació un mes de enero, de madrugada, poco antes de señalarse el alba en el horizonte. El parto de la madre fue terrible, angustioso; lastimada, sanguinolenta, retorcida, nació la niña. Nevaba copiosamente, sin parar, desde hacía seis horas. Las calles del pueblo tenían medio metro de nieve; todo estaba en silencio; la luz de la ventana —en el cuarto de la parturienta— ponía en la blancura vaga, fosca, de la calle un débil resplandor dorado. La madre de Fabia murió a las ocho de la mañana. El médico, cuatro días después, fenecía también de una congestión pulmonar, cogida la noche del parto. Fabia Linde estaba tan débil, tan maltrecha —parecía una piltrafita amarillenta—, que nadie creyó que viviera. Mandaron ya a una cajería próxima a ver un ataudito para la criatura. Las asistentas de la madre lloraban, lloraban, y se enjugaban de cuando en cuando —"¡Ay Señor!"— los ojos con la punta de los pañuelos. La madre, silenciosa, desvanecida, allá en el fondo de la alcoba, pajiza la cara, blanca la cara, entre lo blanco de las almohadas y de las sábanas, dejaba escapar, de tarde en tarde, un hondo gemido. Y la niñita, en brazos de una vecina, estaba en un rincón. Los ojitos los tenía cerrados; las manceitas, cerradas, parecían dos pelotoncitos de nieve. A cada momento, la vecina, suavemente, con el índice y el pulgar, poniendo mucho cuidado en la operación, le abría los ojos a la niña. No, no se había muerto aún; todavía respiraba. La criatura, con los ojos abiertos, se revolvía un poco; sus puños subían y bajaban. No se había muerto aún; le quedaba todavía un soplo de vida. De la cajería habían vuelto, y el mensajero había dicho unas palabras al oído de la vecina que tenía a la niña.» (págs. 105-106)
*Se publica en el semanario Blanco y Negro, 16 de enero de 1927. Su autor lo incluye en la colección Blanco en azul (1929). El misterioso enigma que envuelve a Fabia Linde, al igual que a Salvadora de Olbena de Memorias inmemoriales (1946), lleva a pensar en Annabel Lee, de Edgar Allan Poe. A dicho personaje hace referencia Azorín en el cuento "La hechicera de Cuenca" de Memorias inmemoriales.

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