martes, 22 de mayo de 2018

La felicidad de los pececillos, de Simon Leys

Simon Leys (Bruselas, 1935 - Canberra, 2014)
LA FELICIDAD DE LOS PECECILLOS
Cartas desde las antípodas

[Le bonheur des petits poissons, 2008]
Trad. José Ramón Monreal
Acantilado, - 144 págs. - inicio
[reluciente]
NUESTRO ÚNICO PARAGUAS
DEL PAPEL DEL ARTE EN LAS EXPEDICIONES POLARES
EN PARTICULAR Y EN LA VIDA EN GENERAL

«Hace algunos años —¿lo recordáis?— el actor inglés Hugh Grant fue detenido por la policía de Los Ángeles cuando estaba dedicándose en un lugar público, en compañía de una buscona nocturna, a una actividad particularmente privada. Para el común de los mortales, semejante desventura sería simplemente incómoda, pero, para un actor tan célebre, habría podido tener consecuencias catastróficas: toda su carrera en Hollywood pareció por un momento a punto de zozobrar. En medio de este marasmo, fue entrevistado por un periodista estadounidense, que le hizo una pregunta… muy estadounidense: «¿Va ahora usted a un psicoterapeuta?». «No —respondió Grant—, en Inglaterra leemos novelas».
    Medio siglo antes que él, Carl Gustav Jung había formulado en términos más técnicos el exacto corolario de esta misma noción: «Cuando un individuo pierde contacto con el universo mítico, y su vida se ve así reducida al único dominio de los hechos, su salud mental se encuentra en gran peligro». Dicho de otro modo: la gente que no lee novelas ni poemas corre el riesgo de estrellarse contra la muralla de los hechos o de morir reventada bajo el peso de las realidades. Y entonces es preciso llamar con toda urgencia al doctor Jung y a sus colegas para tratar de volver a reunir los pedazos.
    ¿Tienden los psicoterapeutas a multiplicarse desde que los novelistas y los poetas comienzan a escasear? Bien podría ser que el desarrollo de la psicología clínica se corresponda con un agotamiento de la imaginación inspirada; al menos eminentes especialistas así lo han creído. Rainer Maria Rilke le pidió un día a Lou Andreas-Salomé que le psicoanalizara. Ella se negó, explicándole: «Si el análisis tuviera éxito, correría usted el riesgo de no poder escribir más poemas». (E imaginaos por un momento: si un hábil terapeuta hubiera conseguido curar a Kafka de sus angustias existenciales, la condición del hombre moderno habría perdido a su intérprete más penetrante).
[...]
René Magritte - Les vacances de Hegel (1959)
Lo que quería subrayar es simplemente lo siguiente: nuestro equilibrio interior es siempre precario y está amenazado, pues somos constantemente el blanco de pruebas y agresiones de la realidad cotidiana: la resultante de las luchas de la vida es siempre incierta, y, en resumidas cuentas, es quizá un personaje de Mario Vargas Llosa el que ha dado la mejor descripción de nuestra condición común: «La vida es un tornado de mierda, en el que el arte es nuestro único paraguas».» (págs. 25-27)

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