lunes, 30 de noviembre de 2020

Esto es placer, de Mary Gaitskill


Mary Gaitskill (Kentucky, 1954)
ESTO ES PLACER
[This is pleasure, 2019]
Trad. Javier Calvo Perales
Literatura Random House, 2020 - 112 págs. - inicio

- Mary Gaitskill habla con Andrea Aguilar, Babelia
- La onda expansiva del movimiento #MeToo, Rodrigo Fresán, ABC
- Un machismo de doble filo, Elena Costa, El Cultural
[¿es todo según el color del cristal con que se mire?]

Q
«¿Respeto a las mujeres? A decir verdad no estoy seguro de que pueda dar una respuesta general y para todos los casos. Pero una cosa sí puedo decir: respeto a mi mujer. Y nunca la traicioné.
    —Flirteé. Eso fue todo. Lo hice para sentirme vivo sin ser infiel. Nunca...
    —¿Habría tenido más dignidad que fuera infiel? ¿Lo dices en serio?
    Estaba sentada con la espalda muy recta, mirando por nuestros ventanales con vistas al oeste. Sobre un cielo anormal de nubes violáceas y grotesca luz rosada se elevaban incontables formas rectilíneas, plateadas y grises. Una belleza especialmente vertiginosa de cristal y acero reflejaba la puesta de sol y se teñía de naranja.
    —Ni siquiera eres un depredador —dijo en voz baja—. Ni siquiera. Eres un tonto. Un tonto que pellizca, da grima y se insinúa. Eso es lo insoportable.» (págs. 81-82)

CONTRAPORTADA: El efervescente y elegante Quin, un reputado editor y destacado miembro de la escena artística de Nueva York, está en el punto de mira tras recibir distintas acusaciones de abuso sexual. Su amiga Margot, sin embargo, las pone en duda. Él es un hombre que escucha de verdad a las mujeres. Sí, es cierto, es un seductor, tiene una manera peculiar de ganarse su confianza y siente debilidad por un coqueteo sin filtros, pero ¿le convierte esto en un acosador?
    Alternando los puntos de vista de los dos personajes, Mary Gaitskill cruza en apenas cien páginas los campos de minas del #MeToo. Esta novela urgente condensa toda la rabia y toda la complejidad del debate para situarlo en zona de grises y demostrar que la ficción es el mejor espacio para poner a prueba la realidad.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Ese famoso abismo. Conversaciones con Enrique Vila-Matas, de Anna María Iglesia


Anna María Iglesia (Granada, 1986)
ESE FAMOSO ABISMO
CONVERSACIONES CON ENRIQUE VILA-MATAS

Wunderkammer, 2020 - 176 págs.

- Fragmento en Babelia.
- Dossier de prensa en Wunderkammer.
- Repetición y diferencia en enriquevilamatas.com.
- Ese famoso abismo llamado Enrique Vila-Matas.
  Berta Ares entrevista a Anna María Iglesia.
- Páginas que chorrean literatura, Fco. H. González
[magnífico (auto)retrato literario]

«— ¿Lo que más te incomoda de ser escritor es la vertiente pública, este tener que hablar más allá de tus libros?
— En las grandes novelas persiste siempre una ilusión de conocimiento, una inminencia, es decir, una revelación que no se produce y que Borges dijo que era precisamente el arte. [...] Y sí. En los últimos tiempos me incomoda esa vertiente pública, especialmente tener que contar la trama de mi última novela cuando en realidad las tramas en mis últimos libros son leves, puros pretextos para llevar a cabo mis lecturas de la realidad a través de la imaginación. De hecho, aunque lo reprimo como puedo, en el fondo odio muchísimo a todos aquellos que se valen de un argumento o de una trama para escribir una de esas novelas convencionales que pretenden ofrecerle al lector “una visión del mundo”. ¡Las tramas, los argumentos! Cuando pienso en todo eso, siempre busco cómo desembarazarme lo máximo posible de esa especie de obligación y tratar de ser libre y acabo yendo a parar a las últimas palabras del discurso de Ferlosio cuando el premio Cervantes: “El argumento se quedó parado y sobrevino la felicidad”.»(págs. 22-23)

Anna María Iglasia y Enrique Vila-Matas

«— ¿Estás absolutamente convencido de que no existen libros completos?
— Que no haya libros completos es una consecuencia de que todas las novelas sean imperfectas. Pero creo que, si diéramos con una novela completa, es decir perfecta, sería muy tediosa. ¿No decía Voltaire que el secreto de aburrir es contarlo todo?
No voy a contradecir yo a Voltaire, pero me parece curioso que las novelas más comerciales, esas que precisamente buscan el mero entretenimiento, tiendan a contarlo y a describirlo absolutamente todo.
— Para mí a esas novelas comerciales que lo cuentan todo les falta precisamente todo. No hay nada ahí, y siempre que he intentado leerlas me he aburrido de un modo infinito, igual que si me hubiera encontrado con una novela perfecta. Creo que actualmente ni encañonado con una escopeta me plegaría a leerlas.» (pág. 133)

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Un amor, de Sara Mesa


Sara Mesa (Madrid, 1976)
UN AMOR
Anagrama, 2020 - 192 págs. - inicio

- Las caras del poder, Nadal Suau
- Servidumbre voluntaria, Carlos Pardo
- Espléndidamente incómoda, JM Pozuelo Yvancos
- ¿Todas somos Nat?, Isabel Bellido
- Sara en Página 2
[abisal]

«A Nat le gustaría preguntarle qué significa para él. Le gustaría decirle que, si todo empezó por una casualidad —una casualidad tan nimia, tan trivial, como la existencia de goteras en su tejado—, no entiende por qué continúan viéndose, dado que el trato ya finalizó. Sabe que es ridículo, pero, en el fondo, le gustaría ser la escogida, haber sido seducida después de una larga planificación. Le gustaría escuchar que Andreas tomó nota de ella desde el primer día, se fue enamorando poco a poco, urdió planes para acercarse, vio la posibilidad y se lanzó sin importarle el riesgo: el cuento romántico sustituyendo al... ¿pornográfico? Andreas no dice nada de esto. Solo la mira con seriedad, como si su dolor —el de ella— fuese inventado y él debiera, como mucho, ser compasivo y pasarlo por alto.
    —¿Acaso te habías fijado tú en mí? —pregunta finalmente—. ¿No es lo mismo?
    Nat se da la vuelta hacia la pared para disimular las lágrimas. Todo empezó en esa misma cama [...] Andreas se acerca, le acaricia la espalda, besa la curva de su cuello. ¿No le bastan los hechos?, le dice. ¿Los hechos por sí mismos? Sara Mesa ¿Por qué necesita interpretarlo todo? ¿Adónde pretende llegar? Nat no responde. Tumbada de costado, con los brazos cruzados en tensión sobre el pecho, intenta expulsar el demonio que se está apoderando de ella.» (págs. 101-102)

domingo, 22 de noviembre de 2020

La vida contada por un sapiens a un neandertal, de JJ Millás y JL Arsuaga


Juan José Millás (Valencia, 1946)
Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954)
LA VIDA CONTADA POR UN
SAPIENS A UN NEANDERTAL

Alfaguara, 2020 - 224 págs. - inicio
[no]

«—[...] El pulpo, pese a su morfología y a que sus parientes son las almejas o las ostras, ha desarrollado una serie de rasgos muy parecidos a los nuestros.
   —[...]
  —Para empezar, este animal tiene una mente. La mente es aquello de lo que carecen las máquinas. Implica que posees una representación interna de lo que hay fuera. Una réplica. Eso es lo que conocemos del mundo exterior: una réplica que tenemos dentro de la cabeza.
   —[...]
 —Es curioso que el pulpo se parezca tanto a nosotros siendo formalmente tan distintos.
 —Eso se llama convergencia adaptativa. Te lo explicaré con detalle en otro momento. Piensa, por ejemplo, en Hernán Cortés y Moctezuma. El conquistador español reconocía todas las instituciones aztecas: tenían sacerdotes, escuelas, libros, iglesias, reyes, soldados, generales... Cortés entiende esa sociedad perfectamente pese a que unos y otros llevaban quince mil años separados. Los humanos que llegaron a América quince mil años antes que los conquistadores españoles eran cazadores de mamuts y ahora escribían libros, lo mismo que nosotros. ¿Qué quiere decir eso?
  —¿Qué?
 —Que hay convergencia en lo cultural determinadas por la naturaleza de nuestra mente. Hay caminos que se repiten. Y este, el del pulpo, es un buen ejemplo. Nosotros nos separamos de los moluscos hace millones de años, pero hemos convergido mentalmente con el pulpo, que tiene un ojo que parece que te mira.
   —[...]
 —[...] La evolución tiene una lógica interna, no permite cualquier posibilidad. No puede haber un conejo carnívoro. El conejo-gato no es posible. Tampoco puede haber un carnívoro con cuernos. Cuentan que un día se le apareció el diablo a Cuvier, que es el padre de la paleontología, y le dijo: "Soy el diablo y te voy a comer". Cuvier lo miró de arriba abajo y le respondió: "Tienes cuernos y pezuñas, no puedes ser carnívoro".
   —[...]
 —Las convergencias adaptativas existen porque el número de posibilidades es limitado, lo que implica la aparición de coincidencias incluso entre seres, como el pulpo y tú, en apariencia muy alejados.» (págs. 119-120)


Presentación del libro en el Espacio Fundación Telefónica Madrid.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La hija única, de Guadalupe Nettel


Guadalupe Nettel (México DF, 1973)
LA HIJA ÚNICA
Anagrama, 2020 - 240 págs. - inicio

- Buenísimo para Enrique Vila-Matas
- Excepcional para C. Domínguez Michael
[qué más puedo decir]

«—Pero también dice que su cerebro no funciona.
  Los budistas, siempre tan prudentes al pronunciarse sobre asuntos como el origen de la vida o del Universo que obsesionan a otras religiones (y sobre los que en realidad nadie sabe un carajo), aseguran con absoluta convicción que la conciencia no depende del cuerpo.
  Se lo expliqué, sabiendo que esos temas, interesantes para mí, solían impacientarla.
  —Quizás en este momento esté limitada por el cerebro con el que nació, pero en el fondo su mente es tan perfecta como la de cualquiera.
  —¿Ah, sí? —preguntó con incredulidad—. ¿Y en qué basan esta teoría?
  —Pues, al parecer, en una infinidad de experiencias.
  —Tal vez, pero cuando a mí me duele la cabeza o cualquier otra parte del cuerpo casi no puedo pensar.
  —Lo que pasa, según ellos, es que la mente tiene dos aspectos. Uno con el que nos desenvolvemos en el día a día y que produce millones de pensamientos, se embota, se agiliza y atraviesa todos los estados anímicos, y otro más profundo o intrínseco que no puede dañarse ni sufrir alteraciones, ni siquiera después de nuestra muerte.
  —¿Algo así como el alma? —preguntó Alina.
  —Más bien como la naturaleza más profunda de la mente o el motor de la conciencia.» (pág. 120)

sábado, 14 de noviembre de 2020

Una vida breve, de Michèle Audin


Michèle Audin (Argel, 1954)
UNA VIDA BREVE
[Une vie brève, 2013]
Trad. Pablo Moíño Sánchez
Periférica, 2020 - 168 págs.
- La batalla por Argelia de Maurice y Josette Audin
[no era para mí]

«¿Puede una vida común y casi anónima resonar hasta nuestros días, convertirse en el emblema de una época? En junio de 1957, durante la batalla de Argel, el matemático y militante comunista Maurice Audin fue apresado por el Ejército francés, acusado de colaborar con el movimiento de independencia argelino. Tenía veinticinco años. Torturado hasta la muerte, su cuerpo nunca se encontró. En 2014 el Gobierno francés por fin reconoció que su desaparición, un caso que conmocionó a la sociedad francesa durante décadas, no había sido un misterio sin resolver, sino un asesinato de Estado. [...] Michèle Audin reconstruye, con una minuciosa labor de arqueología, la vida de su padre y los orígenes de su familia, pero también los detalles, rastros, objetos y gestos de una clase social, de un tiempo en el que los niños heredaban los nombres de sus hermanos mayores muertos y Michèle Audin la profesión de las mujeres trabajadoras no constaba en el registro civil. [...] Por eso, Una vida breve es más que un ejercicio de «literatura de los hijos». Cumple un deseo esencial de la gran literatura: narrar esas vidas concretas que, a veces involuntariamente, tienen la capacidad de condensar la Historia.» (CONTRAPORTADA)

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Un verdor terrible, de Benjamín Labatut


Benjamín Labatut (Rotterdam, 1980)
UN VERDOR TERRIBLE
Anagrama, 2020 - 224 págs. - inicio - fragmento

- El camino hacia lo desconocido, JGM, ABC Cultural
- La novela del electrón, EAD, Babelia
[extraordinary nonfiction novel (John Banville & I)]

«Cuando Bohr volvió de vacaciones, Heisenberg le dijo que había un límite absoluto sobre lo que podíamos saber de este mundo. [...] Al combinar sus ideas con las de Schrödinger, había entendido que los objetos cuánticos no tenían una identidad definida, sino que habitaban un espacio de posibilidades. Un electrón, explicó Heisenberg, no existía en un solo lugar, sino en muchos; no tenía una velocidad, sino múltiples. La función de onda mostraba todas esas posibilidades superpuestas. Heisenberg había olvidado toda la maldita discusión entre ondas y partículas, y se había centrado una vez más en los números para encontrar el camino. Analizando las matemáticas de Schrödinger y las suyas, había descubierto que ciertas propiedades de un objeto cuántico —como su posición y su cantidad de movimiento— existían de forma pareada, y obedecían a una extrañísima relación. Cuanto más precisa era la identidad que adoptaba en una de ellas, más incierta se volvía la otra. Si un electrón, por ejemplo, se ubicaba en una sola posición, con absoluta seguridad, quedando fijo en su órbita como un insecto atravesado por un alfiler, su velocidad se volvía completamente indefinida: podía estar inmóvil o desplazandose a la velocidad de la luz sin que hubiera cómo saberlo. ¡Y lo mismo era cierto al revés! Si un electrón tenía una cantidad de movimiento exacta, su posición se volvía tan indeterminada que podía estar en la palma de tu mano o al otro lado del universo. Esas dos variables eran matemáticamente complementarias: fijar una disolvía la otra. [...] Bohr le preguntó si esas relaciones pareadas afectaban solo a esas dos variables, y Heisenberg, aún jadeando, le dijo que no: regían múltiples aspectos de lo cuántico, como el tiempo en que un electrón estaba en un estado y la energía Benjamín Labatut que poseía en ese estado. Bohr quiso saber si esas relaciones ocurrían en la materia a toda escala o solo a nivel subatómico: Heisenberg le aseguró que eran tan ciertas para un electrón como para ellos dos, aunque el efecto en los objetos macroscópicos era imperceptible, mientras que para una partícula era gigantesco.» (págs. 179-181)

Presentación de Un verdor terrible en La Central. 16/12/2020.

Del AZUL DE PRUSIA al PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE
Johann Conrad Dippel (1673-1734)
Carl Wilhelm Scheele (1742-1786)
Fritz Haber (1868-1934)
Karl Schwarzschild (1873-1916)
Albert Einstein (1879-1955)
Niels Bohr (1885-1962)
Erwin Schrödinger (1887-1961)
Príncipe Louis de Broglie (1892-1987)
Werner Heisenberg (1901-1976)
Alexander Grothendieck (1928-2014)

sábado, 7 de noviembre de 2020

El consentimiento, de Vanessa Springora

El consentimiento

Vanessa Springora
EL CONSENTIMIENTO
[Le consentement, 2020]
Trad. Noemí Sobregués Arias
Lumen, 2020 - 200 págs.

- Lolita contraataca, Laura Freixas
- El cazador cazado, Inés Martín Rodrigo
- Vanessa Springora habla con Silvia Ayuso
- Tardé mucho tiempo en considerarme víctima, M. Ailouti
[ajuste de cuentas]

«Cioran entra en la sala, enarca una ceja, un gesto de sorpresa discreto, aunque elocuente y me invita a sentarme. No es preciso más para que me salten las lágrimas. [...] La confianza ciega que me ha llevado a su casa solo responde a una cosa: se parece a mi abuelo, también de la Europa del Este. [...]
    —Emil, no puedo más —acabo jadeando entre llantos—. Dice que estoy loca, y acabaré enloquecida si sigue así. Sus mentiras, sus desapariciones, las chicas que no dejan de llamar a su puerta y hasta esa habitación de hotel en la que me siento atrapada... Ya no tengo a nadie con quien hablar. Me ha alejado de mis amigos, de mi familia...
    —V. —me interrumpe muy serio—, G. es un artista, un grandísimo escritor, algún día el mundo se dará cuenta. O quizá no, ¿quién sabe? Usted lo ama y debe aceptar su personalidad. G. nunca cambiará. Es un inmenso honor que la haya elegido. Su papel es acompañarlo en el camino de la creación, y también doblegarse a sus caprichos. Sé que él la adora, pero a menudo las mujeres no entienden lo que necesita un artista. ¿Sabe que la esposa de Tolstói se pasaba el día mecanografiando lo que su marido escribía a mano y corrigiendo incansablemente el más mínimo error con absoluta abnegación? El amor que la mujer de un artista debe dar a su amado tiene que ser sacrificado y oblativo. (*)
    —Pero, Emil, me miente todo el tiempo.
Vanessa Springora     —¡La mentira es literatura, querida amiga! ¿No lo sabía?
    —No puedo creer lo que estoy oyendo. Es él, el filósofo, el sabio, quien pronuncia estas palabras. Él, la autoridad suprema, ¿le pide a una chica de apenas quince años que ponga toda su vida entre paréntesis, al servicio de un viejo perverso? [...] A su lado, su mujer asiente en silencio a cada palabra de su marido.» (págs. 128-129)
MATZNEFF SE DICE VÍCTIMA COMO WOODY ALLEN Y ROMAN POLANKSI: «En el mismo día en que sale a la venta Le Consentement, L’Express publica una larga respuesta de Matzneff, en la que, como resalta la propia revista, “no hace ningún mea culpa ni pide perdón”, sino que se limita a lamentar lo que califica de una “puñalada en el corazón”. Springora “intenta hacer de mí un pervertido, un manipulador, un depredador, un cerdo. Es un libro que busca precipitarme en el caldero maldito al que han sido lanzados estos últimos tiempos el fotógrafo Hamilton, los cineastas Woody Allen y Roman Polanski”, afirma el escritor, de hoy 83 años (**). La respuesta de la autora está en el propio libro, que concluye con una reflexión sobre el cambio de época y en el que replica, a los que “fustigan el puritanismo” actual como él, que lo que ha cambiado es “que, tras la liberación de las costumbres, también la palabra de las víctimas está siendo liberada”.» El País, 2 de enero de 2020
(*) y (**) manda huevos

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Abans de les cinc som a casa, de Albert Forns Canal


Albert Forns Canal (Granollers, 1982)
ABANS DE LES CINC SOM A CASA
Edicions 62 - 331 pàgs. - inici

- El Senyor Dolent ens explica de què va això
- Entrevista a tv3
- “Diàleg amb un home del passat gràcies als dietaris
[otro tapiz que se dispara en muchas direcciones
(incluso a Kempowski) / deliciós]

«Però qui necessita un exèrcit d'espies i confidents, si ho pot fer tot un algorisme? En un inici, semblava que les xarxes socials serien el nou dietarisme, que duien l'exhibicionisme dels blogs una mica més enllà. Obries el Facebook i de seguida t'apareixia el cursor fent pampallugues, ansiós, com una pàgina en blanc esperant la parrafada. «Què et passa pel cap?», et preguntava el sistema. I havies d'escriure, escriu-escriu-escriu, escriu sobre el que sigui, escriu sobre política, esports o l'última pel·lícula vista. Però Zuckerberg de seguida va adonar-se que els humans som mandrosos per naturalesa, i la xarxa va mutar cap a l'automatisme (*). Ara ja no escrivim, al Facebook, simplement reaccionem. D'aquesta manera creem el que l'acadèmic Roberto Simanowski anomena «autobiografies automàtiques». No escrivim el nostre perfil a base de comentaris, sinó de clics. Ens defineixen els links que visitem, els vídeos que reproduïm o les publicacions a què fem like. És el ratolí, el que ens descriu, no el teclat. I cada interacció, fins i tot quan desplaces la pantalla cap avall, és informació sobre nosaltres. A partir d'aquests hàbits, l'àlgorisme ens aprèn i se'ns adapta.

Malgrat tot, Simanowski no veu la personalització de Facebook o Twitter com la fi de la narrativa, sinó corn la superació del relat. Són les «narracions postactives», narracions en què tu no has escrit res, «el grau final de l'escriptura» si parafrasegéssim Barthes. Un exemple seria el vídeo amb els teus millors moments de l'any que genera automàticament la mateixa xarxa social. No hi ha ningú triant-te les millors fotografies del 2019, és la màquina, l'algorisme, qui selecciona els retrats amb més likes i te'ls embolica en una presentació en moviment. A l'assaig L'ull i la navalla, Ingrid Guardiola descriu què amaguen aquests records anuals. «Davant l'amenaça que la gent pugui adonar-se del temps que hi perd, la mateixa xarxa s'ha d'encarregar de recordar contínuament que és un espai de socialització, que la recompensa són les relacions humanes». Segons ella, abandonant-nos a l'automatisme deixem que sigui la màquina, la que reguli els nostres records i ens «configuri la memòria induïda». Recordes el que Facebook vol que recordis, res més.

Vist el panorama, potser el futur que ens espera és Serotonina, la novella de Michel Houellebecq: «Era trist constatar que no tenia cap record físic per endur-me. Cap carta, cap fotografia, ni tan sols un llibre, tot estava al meu MacBook Air, un paral·lelepípede prim d'alumini polit. El meu passat pesava 1.100 grams».» (págs. 215-216)
(*) O als espantosos missatges consistents en un seguit d'emoticones repetides.
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