«¿Será el inicio de la locura? No deseo quejarme ni exigir nada. Las quejas y las exigencias son la ocupación preferida del noventa y cinco por ciento de los seres vivos, con los que mi arrogancia no quiere tener nada que ver. Lo único que deseo es expresar la condenación del día, y luego seguir viviendo. No, no es la condenación, sino la singularidad del día lo que deseo expresar. ¿Cómo es posible que eche de menos a una peluquera a la que sólo he visto media docena de veces y de quien apenas sé más que su nombre de pila? [...] Me parece que no puedo volver a casa con la impresión de estos extraños pensamientos. Me siento en un banco de madera y miro la maleza a mi alrededor. Me gusta porque no busca nada más que su propia persistencia. Desearía ser esta maleza: está aquí todos los días, se resiste a desaparecer, no se lamenta, no habla, no necesita nada, es prácticamente invencible. Me entran ganas de quitarme la chaqueta y lanzarla hacia el cielo para que caiga encima de la maleza. Quizá así podría participar de su perseverancia. Ya solo la palabra me impresiona. Maleza. podría ser la palabra que tanto tiempo llevo buscando; la palabra con la que referirme al conjunto de singularidades. La maleza expresa mi dolor sin ningún esfuerzo por mi parte. [...] Observo la multitud de ramitas que, pese a haber sido dobladas o arrancadas por los niños, no han perdido ni un ápice de su coraje, y observo también las humillantes basuras que se amontonan junto a las raices de los arbustos, sin llegar a mermarlos o perjudicarlos. Si algún día el sentimiento de la singularidad de la vida se me hace insoportable vendré aquí y lanzaré mi chaqueta a la maleza. [...] Me gusta imaginarme una locura fingida cuya finalidad es ayudarme a llevar una vida indiscutible.» «Me gusta la palabra guijarros. Expresa la singularidad de la vida con tanta exactitud como la palabra maleza. O quizá incluso mejor, porque la inmundicia característica de la vida parece que encaja mejor entre los guijarros que entre la maleza.» (págs. 97-98 y 117) |
WILHEM GENAZINO (Mannheim, 1943) UN PARAGUAS PARA ESTE DÍA (Ein Regenschirm für diesen Tag, 2001) Trad. Beatriz Galán Echevarría Galaxia Gutenberg, 2002 184 págs., 14,90 € [Un hombre de 46 años abando- nado por su mujer está a punto de perder su trabajo: probar zapatos durante algunas horas y escribir informes sobre ellos.] El susurro de lo insignificante, Cecilia Dreymüller, El País, 2004 |
Una mujer, una casa, una novela [otro gustazo] |
lunes, 29 de septiembre de 2014
Wilhelm Genazino: Un paraguas para este día
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2 comentarios:
Gran trabajo, el de la traductora, porque maleza y guijarros no deben ser palabras fáciles para traducir desde el alemán. Habrá tenido que echar mano de todos los sinónimos posibles y buscar los más acertados. Y acertó.
Siempre que las palabras forman parte de la "trama", me acuerdo del trabajo de estas personas, casi nunca reconocido en su justa medida. Y de aquello que te conté de un posible traductor de Murakami.
¿Cuánto se perderá en una traducción, incluso siendo buena?
Pues, hablando de traducciones, fíjate que casualidad que en la sesión del Gabinet del otro día precisamente Cecilia Dreymüller nos comentó que (aunque la traductora de este libro era muy buena) había detectado muchas cosas del original alemán que no estaban en la edición española... Así que imagínate con el japonés. Ojalá tuviéramos el don de (todas las) lenguas, o todos habláramos la misma.
Por otro lado decir que el libro me ha encantado y que creo que a husband tuyo también le podría gustar. Por cierto, aunque el prota pruebe zapatos, es en realidad profesor de filosofía.
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