Laura Freixas (ed.)
¿QUÉ HACEMOS CON LOLITA
Ediciones Huso, 2022 - 242 págs. - inicio
— Evolución progresiva, María G. de Montis
— Literatura y mujer, María B. Sánchez
— Leerla y analizarla, Laura Freixas
— Laura Freixas y Sergio del Molino lo debaten
[es lo que (aún) hay]
«Cuando Laura Freixas llegó a Madrid en 1991, decidida a ser escritora, se topó con el anuncio de un encuentro internacional sobre la novela en Europa. Y al revisar la lista de participantes, descubrió algo insólito: «Los veinte novelistas que participaban en él pertenecían a países diferentes, lenguas diferentes, generaciones diferentes, tendencias literarias diferentes…, pero a un solo sexo. Que no era el mío», escribe en la introducción de este libro. Y continúa: «Empecé a mirar alrededor. A preguntarme si era casualidad, un caso aislado. Y por primera vez conté. […] No daba crédito: en todas partes me salía lo mismo, un 80 o 90 % de hombres». Las preguntas se multiplicaban: ¿por qué no había igualdad? ¿Era una mera «cuestión de tiempo», como todo el mundo parecía creer? Buscando respuestas, empezó a leer con otros ojos las críticas literarias… Así nació ¿Qué hacemos con Lolita? De la observación, la interrogación y la consulta de bibliografía fueron surgiendo reflexiones sobre cómo la cultura dominante excluye a las mujeres, naturaliza su subordinación e invisibiliza las vivencias femeninas, y la respuesta que las escritoras pueden dar, y dan, a ese estado de cosas.» (CONTRAPORTADA)En respuesta a Paradoja, Javier Marías, El País, 25/12/2017:
«[...] ¿”Normalidad”? Ocurre en las artes lo mismo que en cualquier otro ámbito: el sujeto supuestamente neutro, “normal”, en realidad es masculino. En lo laboral, por ejemplo, se concibe al trabajador como alguien siempre disponible, porque no asume cargas familiares. En arte, una obra “normal” es la que trata de la guerra o la caza de ballenas: aunque todos los personajes sean masculinos, nadie dirá que su autor “habla solo de su sexo”; se entiende que trata de la condición humana, pues el patriarcado confunde lo masculino con lo humano. Cuando las mujeres hacemos arte sobre las experiencias femeninas, en cambio, eso no se considera “normal”, sino “de mujeres”. Ahí está la paradoja: en reclamar una “normalidad” consistente en hacer como si el sexo no existiera..., mientras se mantiene un statu quo en el que quienes juzgan pertenecen muy mayoritariamente a uno de los dos sexos, y aplican criterios sexuados [...]» (de ‘Normalidad’ y género, pág. 218)
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