viernes, 26 de marzo de 2021

Desmorir, de Anne Boyer


Anne Boyer (Topeka, Kansas, 1973)
DESMORIR. UNA REFLEXIÓN SOBRE LA ENFERMEDAD EN EL MUNDO CAPITALISTA
[The Undying, 2019]
Trad. Patricia Gonzalo de Jesús
Sexto Piso, 2021 - 262 págs. - inicio - fragmento

- Ahora que no muero, Jennifer Szalai
- Laura de Grado habla con Anne Boyer
- Historia cultural y personal del cáncer, Andrea Aguilar
[magnífico]

«Dentro de sesenta horas, y por segunda vez, introducirán adriamicina en mi cuerpo a través de un reservorio de plástico implantado quirúrgicamente en mi tórax y conectado a mi vena yugular. La adriamicina recibió este nombre por el mar Adriático, cerca del cual se descubrió. Su nombre genérico es doxorrubicina, un nombre derivado de rubí porque es de un rojo brillante y voluptuoso. Me gusta pensar en este veneno como el rubí del Adriático, donde nunca he estado, pero adonde me gustaría ir, aunque también es llamado el diablo rojo y, a veces, la muerte roja, así que tal vez debería llamarse también la joya satánica de la mortalidad de las cosas en Venecia.
    Para administrar la medicina, la enfermera oncológica, después de comprobar la prescripción con una compañera, debe vestirse con un elaborado equipo de protección y despacio, personalmente, inyectar la adriamicina a través del reservorio en mi pecho. La medicina destruye el tejido circundante si se escapa de las venas: se la considera demasiado peligrosa para todo y para todos como para ser administrada por goteo. Se rumorea que, si se derrama, funde el linóleo del suelo de la clínica. Durante varios días después de que se me administre la medicación, mis fluidos corporales serán tóxicos para otras personas y corrosivos para los tejidos de mi propio cuerpo. La adriamicina es en ocasiones dañina para el corazón y la cantidad que pueden administrarte tiene un límite de por vida, del cual, al final de este tratamiento, habré alcanzado la mitad.
    En los Estados Unidos el uso generalizado de la adriamicina se aprobó un año después de que yo naciera, en 1974 [...] Éste es, probablemente el mismo tratamiento que le administraron a Susan Sontag antes de que escribiera La enfermedad y sus metáforas, uno de los primeros libros que alguien me envía cuando enfermo. Sufrir la adriamicina parece un rito ancestral, llevado a cabo a través de décadas y con ocasión de muchos tipos de cáncer como una iniciación ritual, la necesite o no el paciente [...] El hecho de que mi tratamiento se inaugure con ella es una clara prueba de los pocos avances que se han hecho.
    El tratamiento con adriamicina puede provocar leucemia, insuficiencia cardiaca, insuficiencia orgánica, y me provocará, casi con toda certeza, infertilidad e infección. Dado que, como muchos tratamientos de quimioterapia, la adriamicina no discrimina en sus efectos destructivos, también es tóxica para el sistema nervioso central y mis mitocondrias empezarán a reaccionar a ella tres horas después de su administración.» (págs. 58-59)
«En el caso del fármaco en cuestión, parece que había otros medicamentos disponibles que eran igual de efectivos con menos riesgo de daños permanentes, pero la medicación con que se nos trató y que nos perjudicó era, para alguien, al parecer, la opción más rentable.» (págs. 156)
  «Un cáncer como el de Acker, que acabó con ella en dieciocho meses, tenía un índice de mortalidad de dos años, se sometiera o no la paciente a quimioterapia. Según los resultados, cinco personas de cada cien con este tipo de cáncer morirán en un plazo de dos años con quimioterapia. Más o menos el mismo número morirá sin ella. Algunos estudios sugieren que un ciclo inicial de quimioterapia pueden acelerar cánceres agresivos.» (págs. 172)

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