sábado, 29 de diciembre de 2007

Vida (y destino) y libertad

Cuando un hombre muere, transita del reino de la libertad al reino de la esclavitud. La vida es la libertad, por eso la muerte es la negación gradual de la libertad. Primero la mente se debilita, luego se ofusca. Los procesos biológicos en un organismo cuya mente se ha apagado continúan funcionando durante cierto tiempo: la circulación de la sangre, la respiración, el metabolismo. Pero se produce una retirada inevitable hacia la esclavitud: la conciencia se ha extinguido, la llama de la libertad se ha extinguido.

    Las estrellas del firmamento nocturno se apagan, la Vía Láctea desaparece, el Sol se ha apagado, Venus, Marte y Júpiter se esfuman, el océano se petrifica, millones de hojas mueren, el viento deja de soplar, las flores pierden su color y aroma, el pan desaparece, el agua desaparece, el frío y el calor del aire desaparecen. El universo que existía en un individuo ha dejado de existir. Ese universo es asombrosamente parecido al universo que existe fuera de las personas. Es asombrosamente parecido al universo que todavía se refleja en las cabezas de millones de seres vivos. Pero aún más sorprendente es el hecho de que ese universo tiene algo en él que distingue el rumor de sus océanos, el perfume de sus flores, el susurro de sus hojas, los matices de su granito, la tristeza de sus campos otoñales, y el hecho de que existe en el seno de las personas y, a la vez, existe eternamente fuera de ellas.

    La libertad consiste en el carácter irrepetible, único del alma de cada vida en particular. El reflejo del universo en la conciencia del ser humano es el fundamento de la fuerza del ser humano, pero la vida se transforma en felicidad, libertad, se convierte en valor supremo sólo en la medida en que el individuo existe como mundo que nunca se repetirá en toda la eternidad. Sólo se puede experimentar la alegría de la libertad y la bondad cuando encontramos en los demás lo que hemos encontrado en nosotros mismos.”

Vida y destino, página 707
Vasili Grossman (1905-1964)

6 comentarios:

elena dijo...

Hace unos días acabé este inmenso libro que casi acaba conmigo, pues se trata de un texto espléndido pero bastante complejo para mis escasos conocimientos de la convulsa historia rusa del siglo XX. El placer que me proporcionaba el darme cuenta de que estaba leyendo algo excepcional se veía enturbiado porque, con frecuencia, perdía el hilo de tantos personajes (referidos con diferentes variantes de sus nombres rusos) y la relación entre ellos y con los entramados de las diferentes historias.

Creo que Antonio Muñoz Molina en Letras Libres describe muy bien la magnitud de esta obra:

“La amplitud y la complejidad de Vida y destino se miden con las del mundo real por un acto deliberado de ambición al que se han atrevido muy pocos escritores: Dante, Balzac, Tolstoi, Proust, Joyce, Mann, Galdós. Resumir el mundo –la vida y el destino– en un solo relato. A la dificultad –casi imposibilidad– de la tarea en sí misma, en el caso de Grossman se añade el coraje de hacerlo sabiendo que muy probablemente tanto esfuerzo será inútil. La vida humana es demasiado corta y demasiado frágil para esa clase de reparaciones justicieras que sólo trae el lento paso del tiempo: Grossman murió creyendo que su novela, arrebatada por la policía secreta, estaba perdida para siempre. ¿Dónde hay consuelo para esa injusticia?”

Vida y destino confronta al lector con esos dos horrores (nazismo y estalinismo), y lo hace con una clarividencia política y moral que sólo es comparable a su categoría literaria como obra de pura ficción. La fuerza suprema de Grossman es que combina en un solo acto de escritura la mirada exacta del testigo y la invención del novelista. Dice la verdad a la manera de Primo Levi o Evgenia Ginzburg, por poner dos ejemplos de testigos insuperables, pero también la dice a la manera de Tolstoi y de Joyce, lo cual sucede muy raramente en un solo escritor, en un solo libro.”

“Por eso Vida y destino no sólo es una grandísima novela, sino una prueba de las posibilidades máximas de la ficción. Una novela puede contar cualquier cosa, pero hay un paso más allá en el que nos acercamos a algo mucho más serio, lo que sólo puede ser contado en una novela. La novela como verdadero conocimiento, y no sólo cómo mímesis, el artificio que nos cuenta eso que parece tan simple al enunciarlo en el dicho común: las cosas como son.”

Anónimo dijo...

Hola, Elena.

Este Grossman, lo leeré. No sé por qué últimamente me apetecen libritos, fragmentos, pedazos, pero la mirada que le echo a Vida y destino cada vez que paso frente a él en la librería es una mirada que dice... te tengo en la cabeza. Se ha hablado bastante de este libro (gracias también a ti por tu post-trozo de libro) y por lo leído parece que va a ser una lectura impresionante, sea esa lectura cuando sea.

Bueno, y el motivo del comentario es también para decirte: buen cambio de año, Elena.

J.

(me sale una verificación de palabra indescifrable por amontonada, a ver si hay suerte y la descifro) por cierto, ahora y aquí mismo anoto que nunca había reparado en lo de la silla de ruedas ...para sordos (anota los números que oigas). ¿Qué tendrán que ver los sordos con las sillas de ruedas?

Todo es posible, efectivamente.

Anónimo dijo...

Pues efectivamente soy ciego y de neurona floja porque acabo de leer un trozo de libro en otro lado y en tu post hay en cambio un trozo de artículo de Muñoz Molina.

Pero parece que estamos a 30 de diciembre de 2007. Lo compruebo y, de paso, escribo en dos sitios 'buxsoo', que además, viene en rojo.

Salud!

Anónimo dijo...

Es culpa mía: del alcohol...

elena dijo...

[Glup.]

Creo que la lectura de Vida y destino sería mucho más agradable si sus historias, en vez de estar todas mezcladas en una maraña casi infinita, estuvieran repartidas en 2 o 3 volúmenes.

Manuel Márquez dijo...

Me alegro, compa Elena, de que hayas tenido el valor de darle finiquito a tan extenso libro (no son moco de pavo sus cerca de mil páginas, si la memoria no me falla). El fragmento que reproduces es, realmente, impresionante, a nada que lo reflexionas mínimamente te provoca un miedo espantoso, esa visión tan lúcida de la vida y la muerte. Y la recensión de Muñoz Molina que reproduces, también magnífica. Gracias por ambas dos cosas.

En cuanto a abordar la lectura del libro (ya te comenté, al hilo de una reseña anterior, que ahí anda, en la estantería de casa; ahora mismo, giro la cabeza a mi izquierda y ahí está, a poco más de medio metro...), no lo tengo nada claro. Estoy terminando Rebeca, de Daphne du Maurier, y estoy en la misma tesitura de Jem, planteándome, mejor, algo más livianito, pero aún no sé el qué. Ya veremos. En todo caso, eso será ya el año que viene...

Feliz cambio de año, y espero, en el próximo, seguir disfrutando de tus excelentes reseñas.

Un fuerte abrazo.

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