[“pero frente a cualquier problema universal, cada día da siete vuelcos el
corazón por sentimientos que forman el tejido de nuestra vida” M. Vicent]
corazón por sentimientos que forman el tejido de nuestra vida” M. Vicent]
“Mi padre era tan poco comunicativo que yo pensaba en él como parte del mobiliario, algo que estaba ahí, sin más. (...) Mi padre no parecía darse cuenta de ello, como tampoco era capaz de darse cuenta de nada.”
(...)
“Ahora que he perdonado a mi padre sus deficiencias como progenitor me siento eufórico, como si me hubiese quitado un peso enorme de encima. Al cantar las palabras siento físicamente el alivio, y entiendo perfectamente eso que se dice sobre que guardarle rencor a alguien te hace más daño a ti que a la persona con la que estás enfadado. Pienso en lo mucho que me cabreaba que mi padre no me hubiese cuidado más. Que nunca fuese al médico, que engordase tantísimo, que fumase tres cajetillas al día, que bebiese como un cosaco y no hiciese nunca ejercicio. Pero luego pienso en que uno de sus compañeros de trabajo mencionó que pocos días antes de morir mi padre había dicho que había vivido una buena vida y que estaba satisfecho. Comprendo que el modo de vivir de mi padre tenía su valor. Comió, fumó y bebió lo que le dio la gana, y un día se murió de repente. He sido testigo de otras opciones, y desde luego disfrutar con lo que tienes y morirte de golpe no es una mala forma de acabar.”
(...)
“Algunos días después mi madre regresó del tanatorio con una bolsa en la que llevaba la cartera, el reloj y el anillo de mi padre. Mi padre había sido un ateo convencido y alguna vez le había dicho a mi madre que quería que sus restos fuesen a para a la basura. Mi madre conservó sus cenizas en una cajita que guardó durante varios años en el cajón de un archivador, antes de cumplir finalmente con sus deseos.”