«Para Edward Hopper, Nueva York era su hogar, su mundo, su pesadilla. [...] En sus pinturas, Nueva York es un barrio de esquinados puentes de acero, edificios de ladrillo bañados por la luz de la mañana, calles y tejados vacíos. Una urbe horizontal sin multitudes, sin autos ni estrés, sorda y muda. Llena de sol y de ventanas. De figuras quietas, detenidas en silencios eternos.
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Hopper tuvo en la calle East 59th un estudio que ya no existe. Estaba muy cerca del puente Queensboro(1), el mismo que Woody Allen retrató en Manhattan y del que Scott Fitzgerald escribió que la vista sobre él es como la primera promesa de todo el misterio y la belleza del mundo.
Antes que ellos, allí iba el pintor para dibujar ese puente que conecta Manhattan y Queens pasando por la isla Roosevelt [...]
No le interesaban las postales. Nunca pintó el puente de Brooklyn ni rascacielos alguno, ni siquiera un taxi amarillo, ni el Woolworth o el Flatiron. [...]
En Washington Square(3), frente al número 3 del costado norte de la plaza. Una hilera de casas neoclásicas (ver Washington Square, de Henry James). Aquí, en el ático, el joven Edward alquiló un estudio en el que acabó viviendo con su mujer, Josephine, también artista. Sus vecinos eran Edmund Wilson, John Dos Passos y E. E. Cummings. [...] Aquí pintó Hopper casi todas sus telas, excepto las de Cape Cod. Desde la ventana reconstruyó la vista,
suprimiendo los árboles del parque, convirtiendo la animación de la plaza en sombras solitarias.
[...]
Llegamos a Nyack (unos 7.000 habitantes). La calle en la que nació Hopper (82, North Broadway)(5) está flanqueada por casas de madera pintadas de azules pálidos, cremas, sienas. Su casa se conserva intacta.
La habitación de Edward mira al Hudson. [...] Los porches frontales de sus casas le inspiraron varios cuadros, como Summer evening (Tarde de verano),
y la casa Pretty Penny, que se encuentra en la misma calle donde vivió. Más adelante está la esquina pintada, 7 AM (Las siete de la mañana), un escaparate ahora vacío, antesala del limbo que fue para él Nyack. Debemos trepar por la colina del cementerio(7)
abierto para dar con su tumba, en la que reposa junto a Jo. Edward Hopper (1882-1967).
[...]
Vamos a Haverstraw(8), un pueblo cercano donde está la casa de House by the railroad (Casa junto a la vía del tren), hoy en el MOMA(9), aunque es el Whitney(10) el museo que tiene más obra suya.
Hopper no era un pintor realista. Esa casa siniestra en la que algo va a ocurrir la construyó en el estudio a su manera, sólida y enigmática como una pirámide. Hitchcock se inspiró en el cuadro para su película, y diseñó la casa del crimen a su imagen y semejanza. Vemos la mansión original para intentar ver qué vio Hopper en ella que ya no está o quizá nunca estuvo. Al salir del pueblo topamos con otra muy parecida y nos preguntamos si la de Hopper es una mezcla de las dos.
[...] Edward cazaba por las noches en su propio barrio,
Greenwich Village.
¿Dónde cobró su obra maestra, Nighthawks (Halcones de la noche o Noctámbulos)?
Algunos dicen que el coto de caza estaba en una esquina de Greenwich Avenue, donde la calle 11 encuentra la Séptima Avenida(13). Yo creo que ese bar lo formó en su imaginación, que iba más allá de las cosas, a base de rojos, azules, negros y blancos. Misterio urbano, en ese cuadro y tantos otros suyos está el Nueva York oculto, tan real como el que ahora se transforma cada mañana.»
Extracto de Hopper y la luz de Nueva York de José Luis de Juan. El País, 7/06/2013
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