jueves, 14 de marzo de 2019

Sujeto elíptico, de Cristian Crusat


Cristian Crusat
SUJETO ELÍPTICO
Pre-Textos, 2019 - 152 págs. - inicio
[un placer literario y africano]

«Tal es el paisaje frente al que pasa de largo en enero de 1884, dos siglos más tarde, el místico Charles de Foucauld en su travesía hacia Mogador (Essauira). En su diario, Foucauld, procedente de Afikourahen, anota que una hora antes de llegar a Agadir la región es desértica y se convierte en un trozo de tierra angustiosamente próspero, salpicado de maleza, pequeños arganes, chumberas y esporádicos azufaifos salvajes. A las once de la mañana, tras franquear varias dunas de hasta ocho y diez metros de altura, Foucauld se encuentra frente al océano y envuelto en una nube de arena blanquecina. Bordea la orilla recorriendo el camino que discurre, levemente empinado, entre Agadir —la población amurallada en lo alto de la montaña— y Founti —el antiguo puñado de cabañas de pescadores imasighen—. A imitación de Alí Bey, inventor del disfraz orientalista, el vizconde Charles de Foucauld atraviesa Marruecos con las trazas de un rabino: se ha dejado crecer las patillas casi hasta los hombros y dice venir (se dice a sí mismo) directamente de Tierra Santa, aunque su linaje conduce hasta las sinagogas de Moscú. También busca alejarse del aturdimiento del mundo. A pesar de la ancha pared blanca que la rodea y que le confiere un aspecto de ciudad antigua, Agadir, "por lo que me dicen", escribe Foucauld, "es un villorrio despoblado y sin comercio", de modo que el místico decide pasar de largo. Su figura desaparece en esta playa atlántica como un extraviado copo de nieve, como un discreto emisario de la nada.» (pág. 52)

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