Marion Coutts (1965)
EL ICEBERG
[The Iceberg, A memoir, 2014]
Trad. Inmaculada C. Pérez Parra
Dioptrias, 2019 - 314 págs.
- Tom Lubbock (1957-2011)
- Marion lo explica (en inglés)
[exquisita crónica de un final]
«Se le está destruyendo el lenguaje con el que se manifiesta su intelecto. Se le derrumban grandes trozos de discurso. Aparecen los huecos. Las avenidas se desmoronan y las barricadas impiden que haya tráfico de un lado a otro de la conciencia. Tom ata las palabras como si fuesen cuerdas para cruzar el vacío. Es un maestro de la improvisación, un artista del salto que va del pensamiento a la palabra. Optimismo, contento, publicación, orquesta escalera. Ayer se quedó sin esas palabras y no podía ni evocarlas ni decirlas. Las ha recuperado hoy probando despacio una y otra vez, pero ¿las volverá a perder? No entra nunca en pánico. ¿Qué pasaría si lo hiciera? Desde el punto de vida estratégico, nuestras vidas dependen de este aspecto de su carácter. ¿Y qué pasará cuando pierda del todo esas palabras? Se acabaron el optimismo, el contento, las publicaciones, las orquestas, las escaleras.
Su vocabulario está hecho trizas. A veces los lapsus son temporales. Después de un tiempo puede volver a rastrear las palabras, pero ya no puede transmitirlas. Cuando escribo transmitirlas, estoy transmitiendo palabras. Palabras que conozco. Sé lo que significan sin tener que pensarlas. Sé en qué orden van y cómo se deletrean. Sé que puedo usar la expresión al alcance de la mano sin referirme en sentido literal a mi propia mano. Tom ya no lo experimenta así. Se le va al traste la ortografía o cambia de sitio las sílabas o sustituye un sonido por otro similar. Es tan intrincada la complejidad del problema que casi no se entiende: a veces es minúsculo, como un salto en una pieza de música digital, o surrealista, como cortar y pegar en bloque un mensaje con glosolalia, ante el que todos, hasta él, nos quedamos atónitos. Es como un atasco de tráfico que avanza a centímetros. Cuando se hace crónico, se paraliza todo. ¿Qué significa trabajo? ¿Qué es por supuesto? Sabe qué significa trabajar y cómo se hace, pero ¿cómo se escribe? En las últimas dos semanas, deletrear se ha convertido en un problema considerable. Pongo en la parte de arriba de su ordenador una tira de cinta adhesiva en la que escribo con rotulador rojo: A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z. Le señalo las letras. Funciona, más o menos, un rato.» (págs. 122-123)
«Hay libros difíciles de clasificar. En este caso, no nos encontramos ante una autobiografía, tampoco un diario y, desde luego, no ante una novela; decir que es un ensayo quizás sería precipitado.
Volvamos al inicio: a Tom Lubbok, marido de la autora, le diagnostican un tumor cerebral alojado en el área del lenguaje y comienzan un periodo de tratamientos y nuevas rutinas que, sin embargo, no lograrán curar el cáncer. Un detalle: Tom Lubbok era crítico de arte, y parte de su trabajo pasaba por la redacción de libros y artículos. El lenguaje, por tanto, era parte de su oficio.
En un escenario del que también es partícipe el hijo pequeño de la pareja, asistimos a los últimos meses que pasan juntos, a cómo generan nuevos códigos ante el desgaste paulatino del lenguaje de Lubbok, de las idas y venidas entre el optimismo y el desconsuelo. La cotidaneidad en la que integran esta nueva variable en sus vidas es uno de los grandes ejes del libro, un rasgo que como lectores no es fácil de encontrar. Con un lenguaje transparente y sencillo, la autora consigue un texto de asombrosa profundidad y, sin caer ni un momento en el dramatismo o en la autocompasión, crea un texto conmovedor que traza la crónica de una enfermedad.» [y coincido en todo con Daniel]
Volvamos al inicio: a Tom Lubbok, marido de la autora, le diagnostican un tumor cerebral alojado en el área del lenguaje y comienzan un periodo de tratamientos y nuevas rutinas que, sin embargo, no lograrán curar el cáncer. Un detalle: Tom Lubbok era crítico de arte, y parte de su trabajo pasaba por la redacción de libros y artículos. El lenguaje, por tanto, era parte de su oficio.
En un escenario del que también es partícipe el hijo pequeño de la pareja, asistimos a los últimos meses que pasan juntos, a cómo generan nuevos códigos ante el desgaste paulatino del lenguaje de Lubbok, de las idas y venidas entre el optimismo y el desconsuelo. La cotidaneidad en la que integran esta nueva variable en sus vidas es uno de los grandes ejes del libro, un rasgo que como lectores no es fácil de encontrar. Con un lenguaje transparente y sencillo, la autora consigue un texto de asombrosa profundidad y, sin caer ni un momento en el dramatismo o en la autocompasión, crea un texto conmovedor que traza la crónica de una enfermedad.» [y coincido en todo con Daniel]
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