jueves, 28 de febrero de 2019

Desde esta colina, de Sue Hubbell

Sue Hubbell
DESDE ESTA COLINA
[On this Hilltop, 1991]
Trad. Carmen Torres y Laura Naranjo
Errata Naturae, 2018 - 248 págs. - inicio
[no]
«LAS ALCACHOFAS NO SON LO MÍO
30 de agosto de 1977
Soy una pésima cocinera. A veces me gustaría poder desarrollar interés por el cordero goulash au blanc o ser capaz de ofrecer una pista sobre la preparación del flan perfecto. A veces, pero no muy a menudo. Mi falta de habilidades e interés culinarios tiene su origen en los años que pasé como madre trabajadora, cuando cocinar estaba orientado a la inmediata satisfacción de unas necesidades físicas acuciantes y no a proporcionar una auténtica experiencia creativa y sensitiva.
    Aquel hijo tan simpático al que recogía del instituto cada día a la vuelta del trabajo, aquel conversador ingenioso, inteligente y encantador con el que compartía una hora de coche y charlas sobre la constitución ateniense, la conjugación de los verbos franceses y la biología de la rana, se volvía contra mí en cuanto entrábamos por la puerta de casa y me preguntaba: «¿Cuánto falta para la cena?», antes de que me hubiera dado tiempo a cambiar el chip o incluso a quitarme los tacones (tacones, sí).
    Su padre solía llegar sobre la misma hora con pinta famélica y los dos me recordaban a esos pollitos hambrientos con los picos abiertos reclamando la comida. Yo iba de acá para allá por la cocina con mis tacones, preparando algo para comer y preguntándoles en silencio a mis cromosomas XX: «¿Por qué yo? ¿Por qué yo?». Aquéllos eran los días previos al Movimiento, como comprenderéis.
    Uno de los placeres de tener un hijo varón es el periodo de tiempo tan largo durante el cual lo que se pone en la mesa para comer carece de importancia por completo, siempre que haya en abundancia. En aquellos tiempos, «rápido» y «suficiente» eran los únicos dos factores que tenía en cuenta cuando planificaba (¡!) las comidas.» (págs. 165-166)

lunes, 25 de febrero de 2019

América, de Manuel Vilas


Manuel Vilas (Barbastro, 1962)
AMÉRICA (Bibl. Lesseps)
Círculo de Tiza, 2017 - 215 págs. - fragmento
[una mirada peculiar]

«La forma de llegar a Iowa City, viniendo desde España o desde Europa, es a través del aeropuerto de Cedar Rapids. Es un aeropuerto pequeño, luminoso, tranquilo; se agradece que haya un aeropuerto humano en un mundo lleno de aeropuertos gigantescos. Hay wifi gratis, lo que te pone de buen humor inmediatamente.
[...]
La vida en Iowa City gira entorno a la universidad. Cabe hacer un símil, Iowa es como una especie de Salamanca. Aunque en proporción demográfica, estaría más cerca de ser como Soria. Iowa es una Salamanca cuyo pilar intelectual más sólido es la literatura. Los estudios de escritura creativa aquí tienen rango de estudios universitarios reglados. Claro, lo que la gente quiere es ser escritor, y lo que la gente no quiere es que le den la brasa con estudios históricos o filológicos sobre la literatura. Uno quiere ser Luis Cernuda o Ernest Hemingway, y uno lo que no quiere ser es Menéndez Pidal o Harold Bloom. A lo mejor Harold Bloom sí, no sé.
[...]
Iowa fue declarada por la Unesco ciudad de la literatura, como lo fue también el Dublín de Joyce. Y en Iowa han ejercido la docencia en esa escurridiza disciplina a la que se llama «escritura creativa» nombres legendarios de las letras estadounidenses como Flannery O’Connor, Robert Lowell, Raymond Carver, John Cheever, Kurt Vonnegut o Philip Roth y también nombres de las letras en español como José Donoso u Óscar Hahn. Donoso, además, cedió a la Universidad de Iowa buena parte de sus diarios. La hija de Donoso, Pilar Donoso, quien tuvo un final innecesariamente triste, habla de Iowa en sus memorias familiares, tituladas Correr el tupido velo (2009).» (págs. 27-29)

domingo, 24 de febrero de 2019

Mi vida en la carretera, de Gloria Steinem


Gloria Steinem (Ohio, 1934)
MI VIDA EN LA CARRETERA
[My Life on the Road, 2015]
Trad. Regina López Muñoz
Alpha Decay, 2016 - 348 págs. - Bibl. F. Bonnemaison
[absorbente]

«Por primera vez fui testigo de la magia tan antigua como moderna de los grupos donde todos pueden hablar por turnos, todos deben escuchar, y el consenso se considera más importante que el tiempo. No tenía ni idea de que los círculos de discusión habían sido una forma de gobierno muy común a lo largo de casi toda la historia del ser humano, desde los bosquímanos del sur de África, antepasados de todos nosotros, hasta las primeras naciones de mi propio continente, donde algunos estratos de dichos círculos se convirtieron en la Confederación Iroquesa, la democracia ininterrumpida más antigua del mundo. Los círculos de discusión también existieron en Europa antes de que las inundaciones, las hambrunas y las normas patriarcales los sustituyeran por las jerarquías, los sacerdotes y los reyes.» (pág. 76)



«Cuando una estudiante de Derecho de Laguna procedente de Nuevo México se quejó de que en sus asignaturas no se citaba la Confederación Iroquesa como modelo para la constitución estadounidense [...] me pareció una romántica. Sin embargo, leí sobre la Convención Constitucional y descubrí que, efectivamente, Benjamin Franklin había citado la Confederación Iroquesa como modelo. Franklin sabía de su éxito para unificar vastas áreas de Estados Unidos y Canadá y sembrar la concordia de las naciones nativas para la toma de decisiones colectivas, pero también en lo relativo a fomentar la autonomía en las decisiones locales. Y el aspiraba a que la Constitución hiciera lo mismo con los trece estados, de ahí que invitara a dos iroqueses a Filadelfia como consejeros. Se dice que una de las primeras preguntas que formularon fue: "¿Dónde están las mujeres?".» (pág. 312)


lunes, 18 de febrero de 2019

La campana de cristal, de Sylvia Plath

Sylvia Plath (Boston, 1932 - Londres, 1963)
LA CAMPANA DE CRISTAL
[The Bell Jar, 1963]
Trad. Elena Rius - Edhasa, 218 - 384 págs.
- Jenn Díaz en JotDown.
- Juan Flores en Revista de Letras.
[desolador]
«Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.
   De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.
  Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.» (págs. 125-126)



«Sabía que debía estarle agradecida a la señora Guinea, sólo que no podía sentir nada. Si la señora Guinea me hubiera dado un pasaje a Europa, o un viaje alrededor del mundo, no hubiera habido la menor diferencia para mí, porque dondequiera que estuviera sentada —en la cubierta de un barco o en la terraza de un café en París o en Bangkok— estaría sentada bajo la misma campana de cristal, agitándome en mi propio aire viciado.» (pág. 291)

jueves, 14 de febrero de 2019

Feliz final, de Isaac Rosa

Isaac Rosa (Sevilla, 1974)
FELIZ FINAL
Seix Barral, 2018 - 344 págs. - fragmento
- Arqueología sentimental, Nadal Suau
[asfixiante y/o no era para mí]
«Caminar despacio, muy despacio, no se me ocurre mayor insumisión. Caminar de la mano, tomados de la cintura, los brazos sobre los hombros, con el paso acompasado. Detenerse a admirar el remate de una fachada, una ruina industrial. La deambulación interminable de los enamorados que caminan como otra forma de conocerse pero también de reapropiarse del espacio y hacerlo común, dejando a su paso la baba brillante del deseo. ¿Te suena toda esa palabrería? Los amantes que cruzan parques y descampados siguiendo los caminos del deseo, desire paths, lignes de désir, el deseo siempre se abre camino y elije moverse en línea recta.» (pág. 67)

lunes, 11 de febrero de 2019

Una habitación propia, de Virginia Woolf


Virginia Woolf (1882-1941)
UNA HABITACIÓN PROPIA
[A room of one's own, 1929]
Trad. Laura Pujol
Austral, 2017 - 160 págs.

[sí, pero (me cuesta)]

«Os he dicho durante el transcurso de esta conferencia que Shakespeare tenía una hermana; pero no busquéis su nombre en la vida del poeta escrita por Sir Sydney Lee. Murió joven... y, ay, jamás escribió una palabra. Se halla enterrada en un lugar donde ahora paran los autobuses, frente al «Elephant and Castle». Ahora bien, yo creo que esta poetisa que jamás escribió una palabra y se halla enterrada en esta encrucijada vive todavía. Vive en vosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no están aquí esta noche porque están lavando los platos y poniendo a los niños en la cama. Pero vive; porque los grandes poetas no mueren; son presencias continuas; sólo necesitan la oportunidad de andar entre nosotros hechos carne. Esta oportunidad, creo yo, pronto tendréis el poder de ofrecérsela a esta poetisa. Porque yo creo que si vivimos aproximadamente otro siglo —me refiero a la vida común, que es la vida verdadera, no a las pequeñas vidas separadas que vivimos como individuos— y si cada una de nosotras tiene quinientas libras al año y una habitación propia; si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación entre ellos, sino de su relación con la realidad; si además vemos el cielo, y los árboles, o lo que sea, en sí mismos; si tratamos de ver más allá del coco de Milton, porque ningún humano debería limitar su visión; si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas, y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad y no sólo con el mundo de los hombres y las mujeres, entonces, llegará la oportunidad y la poetisa muerta que fue la hermana de Shakespeare recobrará el cuerpo del que tan a menudo se ha despojado. Extrayendo su vida de las vidas de las desconocidas que fueron sus antepasadas, como su hermano hizo antes que ella, nacerá. En cuanto a que venga si nosotras no nos preparamos, no nos esforzamos, si no estamos decididas a que, cuando haya vuelto a nacer, pueda vivir y escribir su poesía, esto no lo podemos esperar, porque es imposible. Pero yo sostengo que vendrá si trabajamos por ella, y que hacer este trabajo, aun en la pobreza y la oscuridad, merece la pena.» (págs. 152-153)

domingo, 10 de febrero de 2019

El Roto (empezando 2019)


Cuando oigo llamamiento a la nación
me disfrazo de extranjero


Ahora que ya somos europeos
nos quieren renacionalizar


Cuando los líderes se pelearon
los nuevos partidos envejecieron


La media de la edad mental de la extrema derecha es la edad media


El destino final de todo lo existente
es convertirse en dinero


La vía directa para el diálogo político
es la cartera


¡Sigue, sigue, vamos bien!


No os podemos ofrecer una nueva sociedad,
pero sí un nuevo espectáculo


Primero hay que desorientarles
para luego venderles nuestras guías


¿Por qué en vez de girar a derecha o a izquierda no probamos a girar hacia arriba a ver qué pasa?

El Roto, El País, 2019

sábado, 9 de febrero de 2019

La única historia, de Julian Barnes


Julian Barnes (Leicester, 1946)
LA ÚNICA HISTORIA
[The Only Story, 2018]
Trad. Jaime Zulaika
Anagrama, 2019 - 240 págs. - inicio
[qué quieres que te diga]

«Un hombre evoca un amor de juventud con una mujer madura. Una novela deslumbrante sobre el amor, el dolor y la memoria.
    "¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión", reflexiona al inicio de la novela su protagonista.
    En la década de los sesenta, cuando tenía diecinueve años y regresó de la universidad para pasar el verano en casa de sus padres, Paul se apuntó a un club de tenis en el que conoció a Susan Macleod, de cuarenta y ocho años, casada no muy felizmente y con dos hijas ya mayores. Entre ese joven inexperto en asuntos de amor y sexo y esa mujer madura, ingeniosa, inteligente y que bebe más de la cuenta se inicia una relación que marcará a Paul el resto de su vida. Ahora, muchos años después, él evoca esa aventura juvenil, se confronta con una experiencia que fue crucial e indeleble y rememora los momentos felices, pero también los dolorosos que vinieron después.
    Siguiendo la estela de la extraordinaria El sentido de un final, con la que ganó el Booker en 2011, Julian Barnes ha escrito otra novela sutil, profunda, demoledora y bellísima sobre los vericuetos del amor y el paso y el poso del tiempo. Si en su juventud el autor fue un maestro de la pirueta, un virtuoso en el manejo de los recursos literarios, en sus obras de madurez mantiene esa pericia con las formas y estructuras narrativas, pero suma a ella una hondura solo al alcance de los escritores verdaderamente grandes.
    El resultado es una novela que indaga de modo deslumbrante en el placer y el dolor del deseo, en las heridas de las relaciones que dejamos atrás, en cómo el paso de los años nos transforma y en cómo afrontamos nuestro pasado.» (CONTRAPORTADA)

lunes, 4 de febrero de 2019

Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, Maya Angelou


Maya Angelou (EEUU, 1928-2014)
YO SÉ POR QUÉ CANTA EL PAJARO ENJAULADO
[I Know Why the Caged Bird Sings, 1969]
Trad. Carlos Manzano
Libros del Asteroide, 2016 - 352 págs. - inicio -
Bibl. Clarà
[lúcido y fascinante]

«Recuerdo no haber creído nunca que los blancos fueran de verdad reales.
    Muchas mujeres que trabajaban en sus cocinas compraban en nuestra tienda y, cuando llevaban de regreso a la ciudad la ropa limpia después de la colada, con frecuencia posaban sus enormes cestos en nuestro porche y mostraban lo bien que planchaban o lo ricas y opulentas que eran las prendas de sus patrones.
   Yo echaba un vistazo a los artículos que no exhibían. Sabía, por ejemplo, que los hombres blancos llevaban calzoncillos, como el tío Willie, y que tenían una abertura para sacarse la ‘cosa’ y orinar y que los pechos de las mujeres blancas no iban, como algunos decían, incorporados a sus vestidos, porque había visto sus sostenes en los cestos, pero no podía hacerme a la idea de que se tratara de personas.
    Personas eran quienes vivían en mi sector de la ciudad. No todos me gustaban —de hecho, ninguno de ellos demasiado— pero eran personas.  A esos otros, los extraños seres pálidos que vivían en su ajeno sinvivir, no se los consideraba personas. Eran blancos.» (págs. 38-39)

Maya Angelou

«Era horrible ser negra y no poder controlar mi propia vida. Era cruel ser joven y estar ya adiestrada para permanecer sentada y escuchar en silencio las acusaciones contra mi color sin tener oportunidad de defenderme. Deberíamos estar todos muertos. Pensé que me habría gustado vernos a todos muertos, unos encima de los otros: una pirámide de carne en la que los blancos formaran la base más ancha y después los indios con sus absurdos tomahawks, tipis, wigwams y tratados y los negros con sus fregonas, recetas, sacos de algodón y espirituales saliéndoles por la boca. Los niños holandeses deberían haber tropezado todos con sus zuecos de madera y haberse roto la crisma. Los franceses deberían haberse asfixiado con la adquisición de Luisiana (1803), mientras los gusanos de seda se hubiesen comido a todos los chinos con sus estúpidas coletas. Como especie, éramos una abominación: todos nosotros.» (págs. 220-221)

sábado, 2 de febrero de 2019

Lugares fuera de sitio, de Sergio del Molino


Sergio del Molino (Madrid, 1979)
LUGARES FUERA DE SITIO
Viaje por las fronteras insólitas de España
Espasa, 2018 - 312 págs.
["spin off de La España vacía; reflexión lúcida
y turbadora sobre España y sus límites"]

«Desde una perspectiva democrática y social, el planteamiento de De Burgos era impecable y tenía como propósito llevar el estado a todos los rincones del mapa, no dejar ni una aldea al albur de los obispos o de una institución medieval. Además, su propuesta era muy ambiciosa, porque no implicaba sólo al gobierno, sino a todas las administraciones. La provincia seria la unidad de referencia de todos los poderes públicos, incluidos el judicial, el militar y el electoral. Un galimatías enorme de jurisdicciones heredadas de siete reinos e innumerables condados, principados y diócesis se simplificaba y centralizaba con un solo decreto. El Reino Unido nunca llevó a cabo una reordenación tan grande y audaz […] Hay que recordar que este cambio súbito sucedía en noviembre de 1833, cuando solo había un país en toda Europa que había empezado a armar una administración nueva ex novo: Francia [...] En un mundo de imperios y de zares, el empeño de Javier de Burgos iba contracorriente y se situaba a la vanguardia política [...] Las cuarenta y nueve provincias tienen un tamaño parecido dentro de unos márgenes, y se buscó que estuvieran más o menos equilibradas en cuanto a población —requisito que se fue al garete en cuanto el país empezó a industrializarse, la gente se concentró en las áreas donde había fábricas y abandonó las regiones agrícolas; en 1833 nadie podía prever los efectos del acero y del vapor—. El tamaño se calculó según un criterio a la vez curioso y racional: el municipio más alejado de la capital no debía distar más de un día de viaje con los medios de la época. El propósito era garantizar una relación continua y fluida entre las regiones más remotas y la ciudad donde estaban las instituciones del estado [...] El mapa se dibujó sobre una base histórica, respetando los límites de los antiguos reinos y dividiéndolos en unidades provinciales [...]

    En el debate político contemporáneo, las provincias se presentan como una rémora y culpables de la ineficiencia y de la corrupción. Se han convertido en símbolo de la España clientelar y caciquil, plataformas de poderes turbios y autoritarios y un incordio para el desarrollo de las autonomías [...] Por no hablar de los problemas de representatividad que causa el hecho de que el sistema electoral tome la provincia como distrito electoral, haciendo que el peso del voto individual sea muy diferente en los menos poblados y en los muy urbanizados. Estas críticas, rotundamente veraces, podrían solventarse con una reforma...» (págs. 231-233)

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