«La democracia ofreció a ese campo vacío una ocasión para vengarse en forma de ley electoral. De repente, las huertas arruinadas y los pueblos rotos tenían poder. La Constitución de 1978 y el sistema electoral otorgaron a las provincias menos pobladas la capacidad para formar mayorías. La España olvidada y ridiculizada, la España de los paletos, de los crímenes y el bestialismo, tuvo una influencia política que ni siquiera bajo las carlistadas del siglo XIX había podido soñar. Formalmente, la culpa la tenía la necesidad técnica de corregir la proporcionalidad del sistema para no dejar sin representación los lugares menos poblados. Se estableció un modelo de circunscripciones provinciales que, en teoría, iba a propiciar que sitios como Zamora, Teruel o Soria tuvieran sus propios representantes y vieran sus intereses protegidos y defendidos en Madrid. Se argumentaba que un sistema proporcional puro dejaría fuera del juego parlamentario a la España rural, por lo que se refrendó la brecha entre el país urbano y el vacío, sobrerrepresentando los votos del segundo. Es decir, compensando su irrelevancia económica y social con una sobredimensión política. Esto se consiguió con la asignación de escaños por provincias. Mientras que en las áreas más pobladas, la relación entre el porcentaje de votos y el de escaños era casi proporcional, en las menos pobladas esa relación se rompía [...] Se da la paradoja de que un partido que logre, por ejemplo, un 20% de votos en Soria, no consiga ningún diputado, mientras que otro, con el 30%, obtenga dos. Esa ha sido la maldición de las terceras vías, en especial de Izquierda Unida, la formación poscomunista española, que ha visto cómo los cientos de miles de votos que acumula dispersos por esas provincias no servían para nada, mientras que otras formaciones nacionalistas, con menos de la mitad, conseguían el doble o el triple de diputados. La explicación técnica, ya lo he dicho, era no dejar sin voz a la España vacía, pero la verdadera razón es más artera y no escapa a |
nadie. Como sostienen algunos politólogos, la ley electoral se diseñó así para garantizar mayorias parlamentaria estables, lo que es un eufemismo que quiere decir que se diseñó para asegurar la victoria de la Unión de Centro Democrático (UCD), y evitar que los comunistas tuvieran un grupo fuerte en el Congreso [...] Efectivamente, muchos cuadros de la UCD eran cargos de la administración franquista, entre ellos el propio Suárez y, como tales, confiaban mucho mas en el conservadurismo de la España vacía que en la pluralidad de las ciudades, donde sus votos se perdían entre otras opciones mas progresistas. Creían que una sobrerrepresentación de la parte menos poblada del país les beneficiaria, y el tiempo ha confirmado que hicieron bien sus cálculos. Su debacle de 1982 se debió a otras razones. La España vacía ha propiciado, con la asignación de escaños en sus provincias, que los dos grandes partidos turnistas (pero especialmente el Partido Popular) obtuvieran mayorías amplias en el congreso muy por encima de las que les corresponderian en un sistema proporcional. Con menos del 40% de los votos, han podido controlar el estado con mayorías absolutas. El voto rural tiene mucho más peso que el urbano, en términos relativos. No existe correlación entre un ciudadano y un voto, ya que el sufragio de un soriano vale por 5,9 papeletas madrileñas. Políticamente, un soriano es mucho mas poderoso que un madrileño. O algunos sorianos, los que votan a los partidos mayoritarios, pues los otros no cuentan [...] Al final, y todos los votantes lo saben, los diputados acuden al congreso a debatir sobre cuestiones nacionales, no a llevar la voz de los pueblos perdidos. Por tanto, los grandes partidos, y en especial el PP, han utilizado sistemáticamente la sobrerrepresentación rural para inflar las mayorías parlamentarias sin que eso haya repercutido en ninguna mejora ni en una sobrerrepresentación efectiva.» (págs. 64-66) |
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Sergio del Molino LA ESPAÑA VACÍA Viaje por un país que nunca fue Turner Noema, 2016 [primeras páginas] 292 págs. | 23 €
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jueves, 1 de septiembre de 2016
Sergio del Molino: La España vacía
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