“Cuando lees un libro que te gusta no quieres que se acabe nunca.
Pasas el día pensando en el momento en que por fin podrás seguir con su lectura.
Mientras lees, vives una vida paralela en el universo que el autor ha creado.
Mientras lees, desapareces del mundo real (¿real?) para sumergirte en ese mundo inventado.
Si algo o alguien reclama tu atención te cuesta salir de allí y volver otra vez a lo cotidiano; de hecho, muchas veces no desearías hacerlo.
Por eso quieres que el libro tenga muchas páginas: vives en otra vida y, como ésta, no quieres que acabe.
Pero el libro se termina, siempre se termina.
Y tú experimentas una pequeña muerte, una desaparición del universo en el que estabas y tienes que abandonar. No quieres, pero es inevitable.
Buscas algo más, vuelves a veces a releer alguna página, el pequeño resumen que hay detrás (los comentarios y los recortes de periódico que ha dejado tu hermana). Pero sabes que ya no estás allí.
Entonces dices: bueno, hay tantos otros libros que esperan ser leídos que no pasa nada, empezaré otro.
Sí, pero no inmediatamente.
Dejas un tiempo intermedio, un tiempo de adaptación a la vida real; y en ese tiempo y en esa vida empiezas a pensar si el siguiente libro que tenías en espera te va a gustar tanto, si irá bien con el que acabas de dejar...
Además, tienes que empezarlo, y empezar un libro es emprender un viaje.
A veces da pereza, a veces te cuesta dejar a un lado el equipaje del anterior y, a veces, cuando ya has empezado el viaje te das cuenta de que no.
Pero sigues un poco más, porque te han dicho que está muy bien, o porque quizá todavía no has llegado a la inmersión total, o porque el autor ha hecho un gran esfuerzo y al menos le debes un intento más prolongado.
Y siempre encuentras otro libro, otro mundo en el que volver a empezar una vida distinta.
Y así, el ciclo no se acaba.
Y das las gracias a la lectura, que te permite vivir tantas vidas.”
Pasas el día pensando en el momento en que por fin podrás seguir con su lectura.
Mientras lees, vives una vida paralela en el universo que el autor ha creado.
Mientras lees, desapareces del mundo real (¿real?) para sumergirte en ese mundo inventado.
Si algo o alguien reclama tu atención te cuesta salir de allí y volver otra vez a lo cotidiano; de hecho, muchas veces no desearías hacerlo.
Por eso quieres que el libro tenga muchas páginas: vives en otra vida y, como ésta, no quieres que acabe.
Pero el libro se termina, siempre se termina.
Y tú experimentas una pequeña muerte, una desaparición del universo en el que estabas y tienes que abandonar. No quieres, pero es inevitable.
Buscas algo más, vuelves a veces a releer alguna página, el pequeño resumen que hay detrás (los comentarios y los recortes de periódico que ha dejado tu hermana). Pero sabes que ya no estás allí.
Entonces dices: bueno, hay tantos otros libros que esperan ser leídos que no pasa nada, empezaré otro.
Sí, pero no inmediatamente.
Dejas un tiempo intermedio, un tiempo de adaptación a la vida real; y en ese tiempo y en esa vida empiezas a pensar si el siguiente libro que tenías en espera te va a gustar tanto, si irá bien con el que acabas de dejar...
Además, tienes que empezarlo, y empezar un libro es emprender un viaje.
A veces da pereza, a veces te cuesta dejar a un lado el equipaje del anterior y, a veces, cuando ya has empezado el viaje te das cuenta de que no.
Pero sigues un poco más, porque te han dicho que está muy bien, o porque quizá todavía no has llegado a la inmersión total, o porque el autor ha hecho un gran esfuerzo y al menos le debes un intento más prolongado.
Y siempre encuentras otro libro, otro mundo en el que volver a empezar una vida distinta.
Y así, el ciclo no se acaba.
Y das las gracias a la lectura, que te permite vivir tantas vidas.”
8 comentarios:
He considerado necesario sacar este comentario, escrito en estado de gracia, a la superficie de este blog. Gracias, Mctildes.
De nada, prenda. Pero es verdad lo de las pequeñas muertes: yo iba viendo que se me acababa el libro y no quería salir de allí. De hecho yo ya había estado allí en un sueño hace ya más de 15 años... Y no es broma, pues, además, es el único sueño que no he olvidado.
Qué maravilla de blog. Y si lo nombramos sucesor de "Todo lo que no existe", que últimamente no tengo tiempo para alimentarlo?...
Lo último que he leído es "Antígona", de Sófocles. He vuelto de nuevo a la lectura de teatro, que me encanta, y además es rápida. Deseando estoy tener el tiempo suficiente como para coger una buena novela y disfrutar!!! Besos.
Exist, gracias por el piropo. Yo puedo intentar “entretener” al personal mientras tú repones fuerzas, pero nunca dejaremos de asomarnos asiduamente a todoloquenoexiste para comprobar si lo has alimentado.
Mctildes, ¿qué quiere decir “yo ya había estado allí en un sueño hace más de 15 años”? Por favor, explícanos dónde es (o está) ese “allí”. A ver si resulta que tengo una sister Murakami y no me había enterado.
Si si, explicanos porque yo tambien me quede intrigada con aquella afirmacion onirica!
Bueno, voy pillaica de tiempo, solo decir que McTildes bordo aquel comentario a cerca de los libros y me parece muy apropiada la mencion especial que se le ha hecho.
Yo, cuando un libro me ecanta, me asaltan unas ganas tremendas de escribir... y escribo y no me gusta y me frusto y sigo leyendo y me vuelven a dar ganas de escribir y... en fin, escritora frustrada pero buena lectora al fin y al cabo ;)
besitos pa' las maris.
Kuki
Es que si lo cuento, les "destripo" el libro a los que no lo hayan leído todavía. Así que abstenerse de seguir leyendo los mencionados.
Cuando el chico llega por fin a ese lugar detrás del bosque y allí la "vida" ya no es vida y no importa comer o no, y todo transcurre porque sí... Bueno pues yo soñé que vivía en un lugar así, que también estaba en las montañas, y era completamente feliz, todo estaba en armonía, no hacía falta nada: ni comer, ni dormir... Tenía una sensación de bienestar total que no se puede expresar con palabras. Y, al despertar, supe que eso era la muerte, o, al menos, el paso intermedio entre la vida y la "no vida". Y me encantó.
Pues eso.
Es increíble lo que uno puede llegar a ver y a vivir en los sueños. Es verdad que algunos, per se o por la forma en que son referidos, resultan plúmbeos, pero hay muchos otros que contienen situaciones muy interesantes y/o estrambóticas, y es una pena que se pierdan en el olvido. Seguro que hay algún sitio en Internet (probablemente argentino) donde la gente se dedica a contarse sus sueños.
Pues hace un par de meses soñé que en el colegio de "La Inmaculada" (las monjas, para entendernos) contrataban como profesor de Historia a... Sadam Hussein.
Y no había cenado ajos fritos.
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