“Existe un punto a partir del cual ya no es posible regresar, y ese es el lugar al que hay que llegar. Alguien acaba de susurrarme esta frase al oído. Luego, despierto. Y es cómo si acabara de regresar de algún lugar, de alguna frase. Luego recuerdo que esta noche voy a cenar a la casa de Daniel Mordzinski, buen amigo y fotógrafo esencial para la literatura, aunque no se hace justicia con él calificándole de fotógrafo de escritores, porque eso seria como colgarle del cuello una etiqueta, y Mordzinski, en todo caso, es más bien un
fotógrafo entre escritores, que es un modo más armonioso y adecuado de definirle y de dejarle libre paseando entre ellos, los escritores, raza abyecta pero atractiva.”
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“¿Qué hacen los escritores en los cuartos de hotel? Nunca lo sabremos, porque los escritores no suelen decir la verdad. La versión oficial habla de que se dedican en los hoteles a lo mismo que en sus casas, es decir, que se sumergen en la soledad de sus cuartos y emprenden la tarea de reconstruir su mundo interior con palabras, siempre con la pretensión de que ese mundo pueda hacerse visible para los demás. Y en eso llama a la puerta Mordzinski. Le abrimos. ¿Qué ocurre después? Nunca lo sabremos, porque los escritores no suelen decir la verdad, y tampoco la dicen necesariamente las fotografías. La versión oficial habla de que, cámara en ristre, Mordzinski busca con su objetivo ese gesto del escritor que va a cargarse del peso de una vida entera: ese rictus, tal vez irrelevante, y a veces hasta bobo, que puede acabar compendiando y condensando en sí el sentido de toda una existencia.”
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“Dice John Banville que en cualquier parte todos los escritores son iguales: obsesivos, resentidos, celosos hasta la enfermedad y siempre pobres. Pero Mordzinski hace caso omiso de esto.”
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“Le admiro mucho tanto por sus fotografías (son ya un mito en el mundo de la literatura latinoamericana) como por su llamativo
savoir faire. Debería haber empezado por aquí, pero lo digo ahora cuando ya estoy llegando al final de estas líneas. Lo digo un poco tarde, pero ya se sabe, llego siempre después. Pero debería haber comenzado por aquí, contando que conozco la magia de sus intervenciones casuales y explicando que le sigo, como él bien sabe, desde mucho tiempo antes de conocerle. Cuando le vi por primera vez, el día en que le vi entrar en mi casa, en Barcelona, no podía ni creerlo, le imaginaba muy viejo, y así se lo dije. Él comenzó a improvisar silencios. Y yo le insistía y le repetía que le imaginaba muy viejo. Eso daba una cierta idea de la magnitud del tiempo que había tenido que esperar para encontrarle. Él rompió el silencio con la primera fotografía. Yo llegué después.”

Enrique Vila-Matas
De "Mordzinski, fotógrafo entre escritores"
Y Pasavento ya no estabaMansalva, Buenos Aires, 2008