jueves, 8 de abril de 2010

Murakami, escritor y corredor (o viceversa)

[Murakami entrenándose para correr uno de sus muchos maratones]

    “Les sonará raro, pero, precisamente cuando tengo que hablar delante de la gente, me siento más cómodo haciéndolo en mi (por otra parte bastante limitado) inglés que en japonés. Tal vez se deba a que, cuando intento contar algo coherente en japonés, me invade la sensación de que me ahogo en un mar de palabras. Ante mí se extiende una infinidad de opciones, de posibilidades. Como escritor, mantengo una relación demasiado estrecha con el idioma japonés. Por eso, cuando intento dirigirme en japonés a una pluralidad indeterminada de personas, ese profuso mar de palabras aumenta mi desconcierto y mi frustración.

    Cuando se trata del japonés, me gusta aferrarme, en la medida de lo posible, a la tarea de escribir yo solo ante mi mesa. Jugando en el campo propio del lenguaje escrito, puedo atrapar las palabras y su contexto e ir dándoles forma a mi antojo, con cierta libertad y eficacia. A fin de cuentas, ése es mi trabajo. Pero cuando pruebo a formular, en voz alta y delante de las personas, las ideas que yo creía haber capturado de ese modo, tengo la terrible sensación de que algo (algo importante) se me va escapando. Tal vez no me convenza esa especie de distanciamiento. Por otro lado, en la práctica, no suelo aparecer en público principalmente porque, por supuesto, procuro por todos los medios que mi cara no se haga muy conocida (no me gusta que me paren cuando, por ejemplo, voy andando por la calle).

    Cuando elaboro un discurso en una lengua extranjera, las opciones y posibilidades lingüísticas de que dispongo se vuelven inevitablemente bastante limitadas (me gusta leer libros en inglés, pero la conversación se me da bastante mal), así que, por el contrario, me enfrento a la situación con mayor comodidad. A fin de cuentas no es mi lengua materna. Éste fue un descubrimiento muy interesante. Por supuesto, prepararme me cuesta lo mío. Cuando doy una conferencia, subo al estrado tras haberme aprendido de carrerilla todo el texto, de unos treinta o cuarenta minutos, en inglés. Y es que es imposible conectar con el público si uno se limita a leer, punto por punto, lo que lleva escrito. Hay que elegir palabras fonéticamente fáciles de comprender e incorporar también alguna que otra gracia para que el público se relaje. Tengo que intentar transmitir hábilmente a mis interlocutores los rasgos de mi propio carácter. Para que me escuchen, tengo que lograr ponerlos de mi lado, siquiera sea temporalmente. Y, para ello, ensayo una y otra vez mi dicción. Es laborioso. Pero tiene el atractivo de que me enfrento a algo nuevo.

    Correr –tengo esa impresión- ayuda a memorizar discursos y cosas similares. Mientras te desplazas con tus piernas puedes ordenar mentalmente las palabras de un modo casi inconsciente. Sopesas el ritmo del texto y evocas el sonido de las palabras. Si tengo la mente ocupada en todo eso, puedo correr largo rato a una velocidad natural y sin forzar la máquina. Lo malo es que, mientras corres hablando para tus adentros, a veces se te escapa sin querer un gesto o un cambio de expresión que desconciertan al corredor que en ese momento viene hacia ti.”


De qué hablo cuando hablo de correr
Haruki Murakami (pp. 139-141)
Trad. de Francisco Barberán
Barcelona, Tusquets, 2010
[un libro, de frase corta y paso largo,
que se lee corriendo]

6 comentarios:

kuki dijo...

¿Lo recomiendas?

Elena dijo...

Of course, Kuki.

Siempre que no esperes encontrar nada parecido a El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (título que no he conseguido aprender de memoria!) ni a ninguna otra de las historias abducientes (o abducidoras) de Murakami. De hecho, en la librería donde lo compré, no lo encontraba porque estaba separado de esos otros libros: lo habían puesto en ensayos. De todas formas, puedes hacer un cata leyendo estas 9 páginas y ver cuanto ha corrido este hombre.

[¿Estrenamos casa?]

Anónimo dijo...

Hola. Me lo han regalado hace tres horas. Pinta muy bien. Un saludo.

kuki dijo...

El último que leí de Murakami fue el de 'Kafka...', y sin embargo al leer en tu comentario eso que dices de 'historias abducientes' evoco aquel maravilloso 'Crónica del pájaro...'. Ya sabes que aquel libro me encantó.

Ahora estoy con LA MONTAÑA MÁGICA (cambio a mayúsculas para no poner tanta comillas!), que por ahora parece que también pinta como una historia extrañamente abducidora.

[Ya tengo las llaves! Lo que no tengo es cocina, muebles, electrodomésticos... En fin, ahora toca el gran desembolso de darle contenido a un espacio vacío. Ilusionada... Y algo perdida]

Oli dijo...

Tengo en mi leja "After Dark" preparado para ser leído. Será mi primer Murakami. ¿Es buena elección? Ya puestos, ¿cuál sería el primer Vila-Matas que recomendarías?

Acabo de leerme esta entrada (la tenía reservada para un día que saliera a correr), y me encanta lo que cuenta cómo a veces es más fácil sentirse cómodo en otro idioma. A mí me ha pasado.


OLI I7O

Elena dijo...

Hola Oli.
Pues precisamente After dark no está entre mis Murakamis preferidos pero ya se sabe que sobre gustos... Por cierto, mi primer Haruki fue Tokio Blues y fue un flechazo total. Y, entre lo último suyo publicado aquí, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas me pareció genial.

Y sobre la otra pregunta, una vez le oí decir a Vila-Matas que una manera de empezar con su obra podría ser Exploradores del abismo. Claro que eso fue antes de publicar Dublinesca, y es muy probable que ahora él te recomendara esta última obra.

En cualquier caso, ésta siempre es una pregunta difícil pues, en definitiva, creo que cada momento es un libro diferente.

Y coincido con Murakami y contigo en lo de sentirse más cómodo en una lengua que no es la tuya materna. Salvando todas las distancias, a mí -cuando ejercía de algo- me pasaba con el catalán escrito. Y, como dice hoy MRR en Babelia, perdón por la autobiografía :)

Y ahora Kuki con retraso: espero que tu escalada de La Montaña mágica vaya viento en popa, pues no es un paseo fácil precisamente. Igual que darle sentido a una casa nueva. Suerte!

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