Stefano Mancuso (Italia, 1965)
EL INCREIBLE VIAJE DE LAS PLANTAS
[L'incredibile viaggio delle piante, 2018]
Trad. David Paradela López
Galaxia Gutenberg, 2019 - 144págs. - inicio
[¿por qué esas acuarelas blandengues
en lugar de imágenes ad hoc?]
«La función de las semillas consiste en difundir la especie, pero una semilla de 18 kilogramos no parece la solución más adecuada para ello. ¿Por qué, pues, unas semillas tan grandes y pesadas? Por variados que sean los métodos de difusión de las plantas, no existe nada parecido en todo el reino vegetal. Invertir tanta energía y materia en una sola semilla recuerda más a las estrategias reproductivas de los animales superiores que a las de las plantas. [...] Con el fin de cuidar de sus vástagos, la palmera ha desarrollado en sus hojas un sistema de embudos y canales de desagüe destinado a aportarles nutrientes y agua.
El sistema funciona así: la lluvia que cae sobre las hojas va a parar por medio de dichos canales, a la base de la planta. Al deslizarse por la copa, el agua arrastra consigo los residuos de distintas sustancias nutritivas —heces animales, polen y materia vegetal muerta— y los deposita en la base del tronco, fertilizando así el suelo con fosfatos y nitratos. De este modo, en la zona inmediatamente aledaña a la planta, la concentración de fósforo y nitrógeno es mucho más alta. En esta situación, la estrategia más conveniente para garantizar la supervivencia de los retoños es que las semillas caigan lo más cerca posible de la planta madre. Justo lo contrario de lo que ocurre en otras especies.
Es probable que los antepasados de la Lodoicea maldivica se sirvieran de los animales para dispersar sus semillas. De pronto, cuando las Seychelles se separaron de la India hace unos sesenta y cinco millones de años, la palmera se encontró sin vectores que propagaran sus semillas. A partir de entonces, estas cayeron al suelo y ahí se quedaron. Por consiguiente, la planta tuvo que adaptarse para crecer a la sombra de sus progenitores. Se formaron bosques muy densos consistentes únicamente en cocos de mar, que expulsaron a otras especies vegetales no adaptadas a la sombra. Una de las consecuencias de esta adaptación sedentaria fue que, al caer tan cerca de la planta madre, la recién nacida debía competir con sus propios progenitores, así como con el resto de las semillas germinadas en los alrededores. Dadas estas circunstancias, cuanto mayor fuera la semilla, mayores serían sus reservas energéticas y, por tanto, también sus posibilidades de supervivencia. Y así se resolvió el problema de las megasemillas: una mezcla de evolución isleña y cuidados parentales. Rumphius se habría sentido satisfecho.» (págs. 76-78)
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