«En la raíz de todos mis males se encuentra mi admiración por los delincuentes, las putas, los perturbados mentales, se decía Amalfitano con amargura. Cuando adolescente hubiera querido ser judío, bolchevique, negro, homosexual, drogadicto y medio loco, y manco para más remate, pero sólo fui profesor de literatura. Menos mal, pensaba Amalfitano, que he podido leer miles de libros. Menos mal que he conocido a los Poetas y que he leído las Novelas. (Los Poetas, para Amalfitano, eran los seres humanos brillantes como un relámpago, y las Novelas, las historias que nacían de la fuente del Quijote.) Menos mal que he leído. Menos mal que aún puedo leer, se decía, entre escéptico y esperanzado.»
Los sinsabores del verdadero policía (p. 127-128). Roberto Bolaño. Anagrama 2011.Prólogo de JA Masoliver Ródenas y Nota editorial de Carolina López.
4 comentarios:
«Eh… Mira una novela en donde lo único que –en donde sólo– que sólo se sostiene por el argumento, por un argumento y por la forma lineal de contar un argumento, o no lineal; simplemente un argumento que se sostiene en una forma más o menos archiconocida. Pero no archiconocida en este siglo, sino en el XIX. Esa novela se acabó, se va a seguir haciendo ese tipo de novelas y se va a seguir haciendo durante muchísimos años. Pero esa novela ya está acabada, y no está acabada ahora porque yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos años. Después de Sobre héroes y tumbas no se puede escribir en español una novela así. Después de La invención de Morel, no se puede escribir una novela así, en donde lo –único– que aguanta la novela es el argumento. En donde no hay estructura, en donde no hay juego, en donde no hay cruce de voces.»
Pues así es, hay novelas a las que lo único que las sostiene es el argumento, pero también la ortografía, la corrección moral, el realismo y la facilidad para que todo el mundo pueda entenderlas. Si uno escribe algo que desafía el intelecto de la persona que lo lee, entonces lo etiquetan de pretencioso. Las pretensiones del que juega con el lenuaje, del que disfruta de las palabras, no son otras que el desfío personal. Lo podemos hacer mejor, no nos conformemos con menos.
Cuando yo leía a un escritor al que no entendía, cuando caía en mis manos un libro para el que no estaba capacitado, lo leía lentamente. Leía un párrafo, y si no lo entendía, volvía atrás y lo leía de nuevo. No hay prisa, aceptemos que unos libros son mejores que otros. ¿Cómo podemos diferenciarlos? Buena pregunta.
Alguien dijo que no hay enfermedades sino enfermos. Seguramente alguien también habrá dicho (con perdon de los autores) que no hay libros sino lectores. Y allá cada uno con su lecturas.
Un texto recomendable de Patricia Espinosa sobre Los sinsabores del verdadero policía en el web de Vila-Matas: El vértigo infinito.
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