«Rosa, con los ojos enrojecidos y los codos embarrados, estaba sentada en el colchón de hierbas de la cama, mirándose fijamente las grandes manos indecisas que tenía sobre el regazo.
-Bien, ¿no te agrada? -preguntó Bjartur de la Casa Estival.
-No creerás que esperara nada mejor, ¿verdad?
-Bueno, pero hay algo de bueno en esto: nadie que viva aquí tendrá que esclavizarse todo el día con trabajos caseros -dijo-, y yo siempre pensé que tenías suficiente buen sentido como para apreciar tu independencia. La independencia es la más importante de todas las cosas de la vida. Por mi parte afirmo que un hombre vive en vano hasta que es independiente. Las personas que no son independientes no son personas. Un hombre que no es su propio amo está en tan mala situación como un hombre sin un perro.
-¿Un perro? -preguntó ella con indiferencia, y se sorbió los mocos.
Él miró por la ventana durante un momento, sin explicar el hilo de sus pensamientos, mirando en silencio hacia la montaña.
-Esta tierra no traicionará a sus rebaños -dijo al cabo.
Su esposa se limpió con el dorso de la mano una gota que tenía en la punta de la nariz.
-Donde vive la oveja, allí vive el hombre -continuó el novio-. Es como solía decir mi padre: en cierto modo, las ovejas y los hombres son uno.»
Halldór Laxness (Sjálfstætt fólk, 1934-1935)
Gente independiente (pp. 53-54), Ediciones Turner, 2004
Traducción de Floreal Mazía. Revisión de Enrique Bernárdez
-Bien, ¿no te agrada? -preguntó Bjartur de la Casa Estival.
-No creerás que esperara nada mejor, ¿verdad?
-Bueno, pero hay algo de bueno en esto: nadie que viva aquí tendrá que esclavizarse todo el día con trabajos caseros -dijo-, y yo siempre pensé que tenías suficiente buen sentido como para apreciar tu independencia. La independencia es la más importante de todas las cosas de la vida. Por mi parte afirmo que un hombre vive en vano hasta que es independiente. Las personas que no son independientes no son personas. Un hombre que no es su propio amo está en tan mala situación como un hombre sin un perro.
-¿Un perro? -preguntó ella con indiferencia, y se sorbió los mocos.
Él miró por la ventana durante un momento, sin explicar el hilo de sus pensamientos, mirando en silencio hacia la montaña.
-Esta tierra no traicionará a sus rebaños -dijo al cabo.
Su esposa se limpió con el dorso de la mano una gota que tenía en la punta de la nariz.
-Donde vive la oveja, allí vive el hombre -continuó el novio-. Es como solía decir mi padre: en cierto modo, las ovejas y los hombres son uno.»
Halldór Laxness (Sjálfstætt fólk, 1934-1935)
Gente independiente (pp. 53-54), Ediciones Turner, 2004
Traducción de Floreal Mazía. Revisión de Enrique Bernárdez