"Entre los célebres jardines rocosos de Kioto están los del Templo del Musgo, los del Pabellón de Plata y el de Ryoanji, este último tal vez exageradamente famoso, si bien puede decirse que materializa la esencia misma de la estética zen.
Otoko los conocía todos y conservaba una imagen de cada uno de ellos. Pero desde el final de la época de las lluvias visitaba en particular el Templo del Musgo para hacer bocetos de su jardín rocoso. No es que pretendiera pintarlo. Sólo quería absorber un poco de su fuerza.
¿Acaso no era aquel uno de los jardines de piedra más robustos y antiguos? El paisaje rocoso de la ladera carecía de la tierna belleza del llamado Jardín del Musgo, situado más abajo. De no ser por los visitantes que lo recorrían, habría permanecido horas y horas contemplándolo. Simulaba dibujar para evitar la curiosidad de la gente que la veía allí contemplándolo inmóvil desde un ángulo y desde otro.
El Templo del Musgo había sido reparado en 1339 por el sacerdote Muso, quien había restaurado las edificaciones y hecho excavar un estanque y construir una isla. Se decía que llevaba a sus visitantes a un pabellón-mirador en el punto más alto de la colina, para disfrutar de la vista de Kioto. Todos aquellos edificios habían sido destruidos. El jardín debía de haber sido restaurado muchas veces, después de inundaciones y otras calamidades. En apariencia, el actual paisaje árido, que simboliza una cascada y un arroyo, estaba construido a lo largo de un sendero flanqueado de farolas de piedra que conducía al pabellón mirador. Era muy probable que hubiera permanecido inalterable, puesto que eran piedras.
Otoko sólo visitaba aquel jardín de rocas para contemplarlo y tal vez dibujarlo; no tenía interés en los datos históricos. Keiko la seguía como su sombra."
De LO BELLO Y LO TRISTE
(Utsukushisa to Kanashimi to, 1964)
Yasunari Kawabata (1899-1971)
Trad. Nélida Machain
Austral, 2011
miércoles, 8 de mayo de 2013
Un jardín rocoso
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