"En Kioto, hay rincones, casi siempre despreciados, del centro donde se guarecen algunos de los más bellos jardines japoneses. El visitante recorre primero largas avenidas grises menos agresivamente contemporáneas que las de Tokio; aunque alineadas exactamente siguiendo las antiguas avenidas imperiales, el efecto producido es de un occidentalismo ajado y monótono. Los callejones típicamente nipones se cuelan por entre las calles que fueron modernas hacia 1910; ilustres casa de té, en realidad prostíbulos, se encierran detrás de sus empalizadas y paredes de papel de arroz; y a nadie se le ocurriría detenerse en ellas, si un amigo japonés no viniera a decirnos que era allí, precisamente, donde los jefes de los 47 rônin iban a urdir sus planes bajo el disfraz del libertinaje. Discretas tiendas, atestadas de viejas sedas o de exquisitos abanicos, avergüenzan a la costosa chatarra de los almacenes para turistas; en unos talleres con techos bajos y escaleras de mano, siete u ocho empleados se afanan en torno a un "tesoro nacional vivo", maestro indudable en su arte, que tardará seis meses en perfeccionar un quimono, tan caro como en otras parte cuesta un aderezo de diamantes."
De UNA VUELTA POR MI CÁRCEL
(Le tour de la prison, 1991)
Marguerite Yourcenar
Punto de lectura, 2009
lunes, 6 de mayo de 2013
En Kioto hay rincones
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