« † Hubo un tiempo en que las fiestas o el cine o la televisión o el alcohol o las drogas o el sexo o la política o los atardeceres nos alejaban de los libros.
Ahora —¡sorpresa!— son los libros los que nos aleja libros. Los libros electrónicos que nos impiden concentrarnos por más o menos largos períodos de lectura sin sentir la refleja y automática tentación de saltar a otro sitio, a otro site, a otro frente, a enredarnos en redes sociales y, de pronto, ya es hora de irse a actualizar nuestro perfil. En pantallas —las grandes y pequeñas pantallas— en las que ya no se proyectan nuestras vidas porque nuestras vidas, ahora, cada vez más, son pantallas. Ser o no ser pantalla, ésa es la cuestión. Estar ahí. Y tiempo atrás leyó una entrevista a Philip Roth donde aquel que en sus inicios fue definido como «el Fitzgerald de lo judío» y ahora escritor autorretirado se preguntaba: «¿Dónde están los lectores? Mirando las pantallas de sus ordenadores, las pantallas de televisión, de los cines, de los DVD. Distraídos por formatos más divertidos. Las pantallas nos han derrotado». Y refiriéndose al Kindle —la por entonces última encarnación de libro electrónico—, Roth decía: «No lo he visto todavía, sé que anda por ahí, pero dudo que reemplace un artefacto como el libro. La clave no es trasladar libros a pantallas electrónicas. No es eso. No. El problema es que el hábito de la lectura se ha esfumado. Como si para leer necesitáramos una antena y la hubieran cortado. No llega la señal. La concentración, la soledad, la imaginación que requiere el hábito de la lectura. Hemos perdido la guerra. En veinte años, la lectura será un culto... Será un hobby minoritario. Unos criarán perros y peces tropicales, otros leerán».» (p. 322) |
«La parte inventada» RODRIGO FRESÁN Random House 2014 576 páginas p: 22,90 € | e: 11,99 € | |
«Propone La parte inventada que veamos que el único recurso que le queda a la literatura en la gran época digital es el estilo. En un momento en que abundan los escritores que “simplemente narran, pero no escriben”, la opción del arte y del estilo me recuerda a Pepe Bergamín cuando decía que cada torero hace el toreo a su modo, pero sólo algunos tienen estilo, porque “en el toreo se puede aprender todo menos a ser torero”, y tal vez por eso no hay muchos toreros de verdad. “Hoy a esos toreros de verdad se les llama artistas, como a los que no lo son se les debería llamar, sin desdén, lidiadores, que es muy distinta cosa”, nos dijo Bergamín. Y ahí quedó y queda eso. Por si alguien quiere unirse a los que se niegan a arriar su bandera.» De Una vida de ventrílocuo, E. Vila-Matas, El País, 11/3/2014 |
lunes, 14 de abril de 2014
La parte inventada de Rodrigo Fresán
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