«La habría preferido más humana, y en cierto modo lamentaba que se negase a hablar. Me parecía que su silencio nos privaba de lo esencial, lo que nos habría permitido sondear nuestras propias profundidades. Cuando tan cerca estaba de perderla, anhelaba descender a las simas de su alma. Avanzaba con prudencia, con timidez, evitando por todos los medios violar su reserva, sabedor de que Else no debía perder ni una pizca de su fortaleza y, sin embargo, lamentaba que no pudiésemos mantener una conversación en la que confiarnos lo más valioso, lo más secreto, explorar los fundamentos de nuestra condición, de nuestra desgracia, como quien se deja caer para hallar una base en la que apoyarse. Parecía no oírme en estos casos; se negaba a interpretar mis sutiles alusiones. Y, una vez más, no se equivocaba. Creo que callaba para no dar más entidad a su muerte al evocarla; se encontraba más a gusto tratándola de soslayo, dándole el mínimo protagonismo, dejando que acudiera despacio sin que atenciones de ninguna clase señalasen que la sabía próxima, dejándose expoliar furtivamente. Fue esa misma sabiduría la que la alentó a consumir sólo agua en los últimos diez días, sumando su propio desgaste al de la enfermedad. Yo insistía en darle de comer, pero Else se negaba. Es cierto que ya sólo digería a costa de un gran malestar. Su intención, y en ella ponía todo su empeño, era tratar de morir al menor coste, lo menos dolorosamente posible. Ella, tan inteligente, ponía en práctica una sabiduría animal. Así mueren las bestias.» (págs. 27-28) |
LA MUERTE DE LA BIEN AMADA MARC BERNARD (Nimes, 1900-1983) (La Mort de la bien aimée, 1972) Trad. Regina López Muñoz Errata naturae, 2014 Col. El Pasaje de los Panoramas 144 págs | 14,50 € [primeras páginas] |
jueves, 23 de octubre de 2014
Marc Bernard: La muerte de la bien amada
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1 comentario:
Estupenda mezcla de eros y tanatos.
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