lunes, 28 de septiembre de 2015
Revolución permanente (1969)
sábado, 26 de septiembre de 2015
Anatole Broyard (y 2): Ebrio de enfermedad
ANATOLE BROYARD
Ebrio de enfermedad
y otros escritos de vida y muerte
[Intoxicated by my Illness, 1992]
Prólogo de OLIVER SACKS
Trad. MIGUEL MARTÍNEZ-LAGE
La Uña Rota, 2013
184 págs. | 16 €
Anatole Broyard (1920-1990)
- Sergi Pàmies: La próstata es literaria
- José A. Barrueco en Escrito en el viento
- El metacáncer, J. José Millás
- María Mercromina en Koult
- An open letter to wikipedia, Philip Roth
El paciente ha de empezar por tratar su enfermedad no como un desastre, un motivo para la depresión o el pánico, sino como un relato. Los relatos son anti- cuerpos contra la enfermedad y el dolor.» (pág. 42)
«Para un médico típico, mi enfermedad es un incidente rutinario que se encuentra en su ronda, mientras que para mí es la crisis de mi vida. Me sentiría mejor si tuviese un médico que al menos percibiera esta incongruencia. No le pido que me ame; de hecho creo que el papel del amor está sumamente exagerado en muchos de los escritores que se han ocupado de la enfermedad. Los enfermos pueden acabar hartos de un amor que hay que comprar para la ocasión, como las flores o los caramelos que se llevan al hospital. [...] Para un enfermo crítico, el amor puede empezar a recordarle a un anestésico. En una novela de Joy Williams que se titula Estado de gracia, un personaje dice así: "Tiene que haber algo más allá del amor. Y yo quiero llegar allí". El enfermo ha llegado allí. Se encuentra en un punto en el que lo que más desea de los demás no es amor, sino un entendimiento y una apreciación críticos de su situación, lo que se conoce en la literatura de la enfermedad como "testimonio empático".» (págs. 72-73)
«Philippe Ariès, en su libro El hombre ante la muerte, dice que hay muertes buenas, muertes bellas, muertes indómitas, muertes domadas. Yo quiero una muerte indómita, bella. Así, pienso que deberíamos tener un concurso en la muerte, como un concurso de disfraces de Halloween. Si tienes que morir, y espero que no, creo que deberías intentar morir con la muerte más bella que puedas. Otorguemos un premio a la muerte más bella. Podemos llamarlo cielo.» (pág. 98)
miércoles, 23 de septiembre de 2015
Anatole Broyard (1): Cuando Kafka hacía furor
«[…] En 1946, en el Village, lo que sentíamos por los libros –me refiero a mis amigos y a mí– era mucho más que adoración. Era como si no supiéramos dónde terminábamos nosotros y dónde empezaban los libros. Los libros eran nuestro clima, nuestro entorno, nuestra ropa. No nos limitábamos a leerlos: nos convertíamos en ellos. Los interiorizábamos y los transformábamos en historias propias. Aunque sería fácil decir que huíamos y nos refugiábamos en los libros, sería más cierto afirmar que eran los libros los que buscaban refugio en nosotros. Los libros fueron para nosotros lo que las drogas para la juventud de los años sesenta. Nos enseñaban lo que era posible. Estábamos acostum- brados a vivir con lo que hubiese a mano, con lo que se nos diera, y los libros nos llevaron muy lejos. Hasta entonces no conocíamos nada más que las emociones domésticas, y los libros nos enseñaron qué les ocurre a las emociones cuando no tienen un hogar […] Los libros nos estabilizaban, como si lleváramos una bolsa llena de libros en cada mano para no salir volando. Nos conferían gravedad. De no haber sido por los libros habríamos estado completamente a merced del sexo. […] Aunque leíamos de todo, sólo un puñado de escritores eran nuestros tíos, nuestra familia. En mi caso eran Kafka, Wallace Stevens, D. H. Lawrence y Céline.» (págs. 47-48) |
ANATOLE BROYARD Cuando Kafka hacía furor Memorias del Greenwich Village [Kafka Was The Rage, 1993] Trad. Catalina Martínez Muñoz La Uña Rota, 2015 _ 216 p. | 16 € _ Rosa Belmonte en ABC Jordi Costa en El País |
lunes, 21 de septiembre de 2015
Adriano en Yecla
El año pasado fue encontrado un busto del emperador romano Adriano (76-138 d.C.) en el yacimiento arqueológico de los Torrejones de Yecla. Este estupendo busto de marmol blanco, que está considerado por su factura y estado de conservación entre los diez primeros bustos de Adriano hallados en el mundo, se puede visitar y admirar en el Museo Arqueológico de Yecla. Pero sólo se le puede fotografiar si alguien más aparece en la foto.
sábado, 19 de septiembre de 2015
La poesía de los números (y de Szymborska)
DANIEL TAMMET (Londres, 1979)
LA POESÍA DE LOS NÚMEROS
Trad. Pablo Álvarez Ellacuría
Blackie Books, 2015
fragmento
También sobre números. Algunos de los versos de Szymborska muestran que las matemáticas pueden ser proclives a la poesía. Una y otra disciplina economizan en significado: ambas son capaces de crear mundos enteros en unos breves renglones. En Un número grande, la poetisa lamenta sentirse desconcertada ante números con muchos ceros, mientras que en Contribución a la estadística destaca que "de cada cien personas, las que siempre saben de qué hablan: cincuenta y dos", pero también que "merecedoras de empatía: noventa y nueve". Y luego está El admirable número pi, mi poema preferido. Comienza así (el poema y el número): tres coma uno cuatro uno.» (pág. 134)
FACTORES PARA LA ESTADÍSTICA |
EL NÚMERO PI |
Sobre cien personas |
El número Pi es digno de admiración WISLAWA SZYMBORSKA (1923-2012)
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miércoles, 16 de septiembre de 2015
Yecla antigua
domingo, 13 de septiembre de 2015
(mucha) Inteligencia vegetal
SENSIBILIDAD E INTELIGENCIA EN EL MUNDO VEGETAL Stefano Mancuso y Alessandra Viola Trad. David Paradela López Galaxia Gutenberg, 2015 | 144 págs. | 14,50 € | fragmento |
«Pero ¿para qué sirve el olfato en el mundo vegetal? Las plantas utilizan los "olores", o mejor dicho, las moléculas llamadas COVB (compuestos orgánicos volátiles de origen biogénico) para recabar información sobre el entorno y para comunicarse entre ellas y con los insectos, cosa que hacen de forma constante.
Todos los olores producidos por los vegetales, como por ejemplo el romero, la albahaca, el limón o el regaliz, equivalen a un mensaje concreto: son las "palabras" de las plantas, su vocabulario. Los millones de compuestos químicos existentes hacen las veces de signos de una auténtica lengua vegetal, de la que todavía sabemos muy poco. Lo único que sabemos con certeza es que cada compuesto transporta una información concreta: avisos de un peligro inminente, mensajes de atracción o repulsión y demás. Evidentemente, sabemos desde siempre que cada angiosperma (así se llaman todas las plantas con flor, del griego angeion, "envoltorio", y spérma, "semilla") produce un olor específico para comunicarse con los insectos polinizadores. En este caso se trata de un mensaje "privado", es decir, no destinado a otras plantas y con un objetivo bien definido. Pero ¿cómo emiten su olor característico la salvia, el romero o el regaliz, si no producen flor? Lo único que sabemos es que tienen buenas razones para hacerlo. Producir olor supone un coste de energía, y ninguna planta la malgastaría inútilmente. Pero de esta sencilla consideración a la posibilidad de interpretar con certeza los mensajes vegetales queda un largo camino.» (pág. 48)
martes, 8 de septiembre de 2015
lunes, 7 de septiembre de 2015
María Belmonte: Peregrinos de la belleza
«Bruce Chatwin llegó a Kardamyli el primero de enero de 1985. Tenía cuarenta y cinco años y ya estaba enfermo. Andaba obsesionado por terminar su "libro australiano" sobre el nomadismo que se le resistía desde hacía quince años. En 1970 había pasado el mes de agosto como invitado de Patrick Leigh Fermor -conocido como Paddy- trabajando en el borrador de The Nomadic Alternative, así que no le había costado aceptar la sugerencia de su amigo de instalarse de nuevo en Kardamyli. "He encontrado el lugar más hermoso que uno se pueda imaginar -escribió en una carta-. Un apartamento situado en medio de un bosque de olivos y cipreses frente al mar. Por detrás se alzan las cumbres de la cadena de Taigeto y puedo ver las águilas flotar en las corrientes térmicas. Trabajo hasta las tres; camino por la montaña, leo y duermo. No es mal plan. Sigo con el libro y he llegado a un punto en que no puedo dar marcha atrás". Casi todos los días, al terminar el trabajo, Bruce solía ir a encontrarse con Paddy, que vivía a escasos cinco minutos de su apartamento. Ambos se admiraban mutuamente y tenían muchas cosas en común: eran autodidactas, compartían un toque de rudeza y sibaritismo, y eran terriblemente eruditos con un punto de ostentación. Los libros que le habían hecho famosos, En la Patagonia a Bruce y El tiempo de los regalos a Paddy, habían sido publicados el mismo año (1977) y mientras el primero pensaba que Paddy debía podar su prosa, éste pensaba que Bruce haría bien en dejarla respirar. A los dos les apasionaba caminar. Chatwin tenía la teoría de que el cuerpo humano estaba diseñado para un día de marcha y que todos los males de la humanidad habían llegado con el sedentarismo. Creía que caminar no era algo simplemente terapéutico, sino una actividad poética que podía curar al mundo de sus males. Durante una de sus caminatas, Paddy, que entonces contaba setenta espléndidos años, le habló a Bruce de la expresión latina solvitur ambulando, atribuida a san Agustín y que se puede interpretarcomo 'todo se resuelve andando' o, también, mediante un experimento práctico. En Grecia terminó su libro sobre el nomadismo, publicado en inglés bajo el título The Songlines o Los trazos de la canción en su versión castellana. Cuatro años más tarde murió de sida a los cuarenta y nueve años. Por deseo suyo, sus cenizas fueron aventadas por Elizabeth, su mujer, y por Paddy y Joan Leigh Fermor en uno de sus lugares predilectos, una pequeña iglesia bizantina del siglo X, rodeada de encinas y olivos, que se alza sobre Kardamyli. No mucho antes, en un último acto estético, Chatwin se había convertido a la religión ortodoxa.» (págs. 200-201) |
ITALIA J. Winckelmann (Trieste) Wilhelm von Gloeden (Taormina) Axel Munthe (Capri) D.H. Lawrence (Cerdeña) Norman Lewis (Sicilia) GRECIA Henry Miller (El coloso de Marusi) Patrick Leigh Fermor (Creta) Bruce Chatwin (Kardamyli) Kevin Andrews (Peloponeso) Lawrence Durrell (Corfú, Rodas, Chipre) MARÍA BELMONTE PEREGRINOS DE LA BELLEZA Viajeros por Italia y Grecia [un libro magnífico] Acantilado, 2015 320 págs | 20 € inicio del libro presentación en Laie Bebedores de luz, Emma Rdrguez. |
sábado, 5 de septiembre de 2015
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Juan Tallón y sus cien espléndidos Libros peligrosos
· Bandoleros, João Gilberto Noll
· Viaje al fin de la noche, L.F. Céline · El desierto de los tártaros, Dino Buzzati · Acerca de la naturaleza, Parménides · Pedro Páramo, Juan Rulfo · Mientras agonizo, William Faulkner · Diarios, Alejandra Pizarnik · Las armas secretas, Julio Cortázar · Cecil Taylor, César Aira · El gran Gatsby, F.Scott Fitzgerald · Trilogía USA, John Dos Passos · La vida instrucciones de uso, Georges Perec · Bouvard y Pécuchet, Gustave Flaubert · El halcón maltés, Dashiell Hammett · El extranjero, Albert Camus · Cuentos reunidos 1 y 2, Roberto Fontanarrosa · El mejor de los mundos, Quim Monzó · El temor del cielo, Fleur Jaeggy · Jakob von Gunten, Robert Walser · Bartleby y compañía, Enrique Vila-Matas · Cuentos, Ernest Hemingway · Ficciones, Jorge Luis Borges · Crímenes ejemplares, Max Aub · Extraños en un tren, Patricia Highsmith · Crimen y castigo, Fiódor Dostoievski · La señora Dalloway, Virginia Woolf · El amante de lady Chatterley, DH Lawrence · La mujer de tu prójimo, Gay Talese · Discurso del método, René Descartes · Caja de herramientas, Fabio Morábito · Vive o muere, Anne Sexton · Diarios, John Cheever · Catedral, Raymond Carver · No hay bestia tan feroz, Edward Bunker · El Coronel Chabert, Honoré de Balzac · El oficio de vivir, Cesare Pavese · Léxico familiar, Natalia Ginzburg · Pregúntale al polvo, John Fante · El guardián entre el centeno, J.D. Salinger · Conversación en La Catedral, Vargas Llosa · El astillero, Juan Carlos Onetti · El proceso, Franz Kafka · Ángeles derrotados, Denis Johnson · Dog Soldiers, Robert Stone · Compañía K, William March · Las muertas, Jorge Ibargüengoitia · En busca del tiempo perdido, Marcel Proust · Juicio universal, Giovanni Papini · Dinero, Martin Amis · American Psycho, Bret Easton Ellis |
· La novela luminosa, Mario Levrero
· 2666, Roberto Bolaño · La pasión según G. H., Clarice Lispector · La noche que llegué al Café Gijón, F. Umbral · Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé · El día del Watusi, Francisco Casavella · Submundo, Don DeLillo · Correr, Jean Echenoz · Movimiento perpetuo, Augusto Monterroso · Madrid, 1921. Un dietario, Josep Pla · La tentación del fracaso, Julio Ramón Ribeyro · Tres historias europeas, Lolita Bosch · A esmorga, Eduardo Blanco Amor · Trilce, César Vallejo · Muntaner, 38, José Antonio Garriga Vela · Las confesiones, Jean-Jacques Rousseau · El mal de Portnoy, Philip Roth · Crítica de la razón pura, Immanuel Kant · Diarios, Iñaki Uriarte · Una vida de Pierre Menard, Michel Lafon · Monsieur Teste, Paul Valéry · Blonde, Joyce Carol Oates · Jerusalén, Gonçalo M. Tavares · La conciencia de Zeno, Italo Svevo · El hombre sin atributos, Robert Musil · Los domingos de Jean Dézert, La Ville Mirmont · Ejercicios de estilo, Raymond Queneau · Mi Nueva York, Brendan Behan · La conjura de los necios, J. Kennedy Toole · Bella del Señor, Albert Cohen · Crash, J. G. Ballard · Casi invisible, Mark Strand · El legado de Humboldt, Saul Bellow · El Día de la Independencia, Richard Ford · Pájaros de América, Lorrie Moore · Los otros caminos, Álvaro Cunqueiro · Tractatus logico-philosophicus, Wittgenstein · Cuadernos, Emil Cioran · Respiración artificial, Ricardo Piglia · Momentos estelares de la humanidad, St. Zweig · El estilo del mundo, Vicente Verdú · Quemar los días, James Salter · La ruina del cielo, Luis Mateo Díez · Verdes valles, colinas rojas, Ramiro Pinilla · Crónica de una muerte anunciada, G. Márquez · La conquista del aire, Belén Gopegui · La trilogía de Nueva York, Paul Auster · Desgracia, J. M. Coetzee · Velocidad de los jardines, Eloy Tizón · Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, David Foster Wallace |