Antonio Sitges-Serra (Barcelona, 1951)
SI PUEDE, NO VAYA AL MÉDICO Debate y Libros del Zorzal, 2020 - 320 págs. - inicio
- Juan SI habla con Antonio SS
- Exceso de medicación, ¿usos o abusos?
[esclarecedor]
«LOS CRIBADOS POBLACIONALES.
Una de las consecuencias indeseables del aparato preventivo que trata de mitigar (yendo en dirección contraria) la hipocondria social, ha sido la implementación de programas de detección de enfermedades potencialmente graves en fase asintomática, es decir, en individuos sanos, no solo en relación con el cáncer sino incluso en el caso de enfermedades benignas como el aneurisma (dilatación) de la aorta o la osteoporosis. Son los llamados "cribados poblacionales".
Que hacerse pruebas con regularidad contra el cáncer no alarga la vida parece a primera vista algo contrario a la intuición porque ya se sabe, el cáncer, cuanto antes se detecte, mejor. La mayoría de ciudadanos están convencidos de que estas revisiones forman parte de la medicina preventiva por más que, en realidad, nada tengan que ver con esta. La medicina preventiva reúne un conjunto de conocimientos acerca de la influencia de los estilos de vida y de potenciales factores de riesgo para enfermar, pero no se ocupa del diagnóstico precoz. Que los legos en medicina confundan estos términos es comprensible; lo que resulta extraño es que haya tantos médicos que sufran una confusión similar. Además, se les pasa por alto el hecho de que, aunque los cribados detecten más cánceres que los que se diagnosticarían si los pacientes fueran estudiados cuando desarrollan síntomas, no prolongan la esperanza de vida. En cambio, sí es cierto que los cribados generan miles de exploraciones y análisis innecesarios, cada uno de ellos con sus potenciales riesgos para la salud, amén de la ansiedad que acompaña a la espera de resultados y los falsos positivos cuando las pruebas sugieren, por error, que el o la paciente padece cáncer. [...] Una investigación publicada en 2013 demostró que la supervivencia a largo plazo de los individuos sanos sometidos o no al cribado para cáncer de colon es idéntica. [...] Otro dato interesante es que a los diez años de seguimiento el número de fallecimientos por cualquier causa entre la población cribada mediante mamografía es idéntico al de las pacientes no cribadas, tal como sucede con el cáncer de colon y de próstata. » (págs. 197-198)
«El siguiente ejemplo humorístico, que circuló hace un tiempo por las redes sociales, ilustra bien la actual pandemia de sobrediagnóstico:
Don Jaime se encontraba bien de salud hasta que su mujer, preocupada, le dijo:
—Jaime, vas a cumplir sesenta y cinco años, sería bueno que te hicieras una revisión médica.
—¿Y para qué? Si me siento muy bien —contestó Jaime.
—Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven —respondió su esposa.
Así pues, Jaime fue a consultar al médico, quien le mandó hacerse pruebas y análisis muy completos. A los quince días, el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores que podían mejorarse. Le recetó atorvastatina para el colesterol, losartán para la hipertensión, metformina para prevenir la diabetes, un polivitamínico para aumentar las defensas y desloratadina para la alergia. Para proteger el estómago, le añadió omeprazol.
Jaime fue a la farmacia y se gastó una parte importante de su exigua mensualidad. Días después, como no recordaba si debía tomar las pastillas verdes para la alergia antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón se tomaban durante o al terminar las comidas, volvió al médico, que tras aclararle las dudas lo notó algo contracturado y le recetó alprazolarn.
A pesar de todo, Jaime se resfrió y su mujer lo mandó a la cama. Esta vez, además de tratarse con tila y limón con miel, llamó al médico, quien le explicó que no parecía nada grave, pero le recetó, por si acaso, Sanigrip con efedrina. Como esta última le provocó taquicardia, le agregó atenolol y amoxicilina, un antibiótico. Como consecuencia, a Jaime le salieron hongos en la lengua y le recetaron fluconol.
Lamentablemente, Jaime se puso a leer los prospectos de los medicamentos que tomaba y así se enteró de las contraindicaciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones medicamentosas. Podía tener arritmias, hemorragias, insuficiencia renal, cólicos, alteraciones mentales, incluso podía morirse. Asustado, llamó al médico, quien le dijo que no hiciera caso de esas cosas, porque los laboratorios las ponían por ponerlas, y que lo mejor sería que tomara un tranquilizante. Así que le recetó Rivotril con un antidepresivo, sertralina de cien miligramos y, como le dolían las articulaciones, diclofenaco. La salud de Jaime empeoró progresivamente; haciendo caso de los prospectos, se murió. El día del entierro el que más lloraba era el farmacéutico. Aún hoy, su esposa afirma que menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si no seguro que se habría muerto mucho antes. (págs. 116-117)»
—Jaime, vas a cumplir sesenta y cinco años, sería bueno que te hicieras una revisión médica.
—¿Y para qué? Si me siento muy bien —contestó Jaime.
—Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven —respondió su esposa.
Así pues, Jaime fue a consultar al médico, quien le mandó hacerse pruebas y análisis muy completos. A los quince días, el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores que podían mejorarse. Le recetó atorvastatina para el colesterol, losartán para la hipertensión, metformina para prevenir la diabetes, un polivitamínico para aumentar las defensas y desloratadina para la alergia. Para proteger el estómago, le añadió omeprazol.
Jaime fue a la farmacia y se gastó una parte importante de su exigua mensualidad. Días después, como no recordaba si debía tomar las pastillas verdes para la alergia antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón se tomaban durante o al terminar las comidas, volvió al médico, que tras aclararle las dudas lo notó algo contracturado y le recetó alprazolarn.
A pesar de todo, Jaime se resfrió y su mujer lo mandó a la cama. Esta vez, además de tratarse con tila y limón con miel, llamó al médico, quien le explicó que no parecía nada grave, pero le recetó, por si acaso, Sanigrip con efedrina. Como esta última le provocó taquicardia, le agregó atenolol y amoxicilina, un antibiótico. Como consecuencia, a Jaime le salieron hongos en la lengua y le recetaron fluconol.
Lamentablemente, Jaime se puso a leer los prospectos de los medicamentos que tomaba y así se enteró de las contraindicaciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones medicamentosas. Podía tener arritmias, hemorragias, insuficiencia renal, cólicos, alteraciones mentales, incluso podía morirse. Asustado, llamó al médico, quien le dijo que no hiciera caso de esas cosas, porque los laboratorios las ponían por ponerlas, y que lo mejor sería que tomara un tranquilizante. Así que le recetó Rivotril con un antidepresivo, sertralina de cien miligramos y, como le dolían las articulaciones, diclofenaco. La salud de Jaime empeoró progresivamente; haciendo caso de los prospectos, se murió. El día del entierro el que más lloraba era el farmacéutico. Aún hoy, su esposa afirma que menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si no seguro que se habría muerto mucho antes. (págs. 116-117)»
2 comentarios:
Yo, desde mi absoluta ignorancia médica, discrepo.
No me parece que esas estadísticas sean muy válidas, puesto que no podemos tener al mismo tiempo al mismo paciente en ambos casos a la vez.
Imaginemos a una mujer en las dos situaciones a la vez: diagnosticada de cáncer de mama cuando el tumor es apenas de 2 cm de diámetro y no hay más; y diagnosticada cuando ese tumor ya tiene 5 cm y ha hecho metástasis por otros órganos.
Ya sé que nada sé, pero creo que si ese tumor se extirpa en el primer caso, habrá más posibilidad de supervivencia y seguramente el tratamiento posterior será más corto y mucho menos invasivo.
Pero bueno, es sólo una humilde opinión.
Y eso me lleva a pensar que tampoco podemos saber cómo habría gestionado el PP esta crisis, porque no podemos tener las dos gestiones al mismo tiempo para comparar. Y no quiero decir con esto que la gestión del PSOE esté siendo perfecta, ni mucho menos.
Conclusión: nada sabemos; pero si sabemos que no sabemos, quizá ya sepamos eso, por lo menos.
En el primer caso, el autor expone sus teorías y explica las bases teóricas, empíricas y estadísticas que le han conducido a ellas. A mí me ha convencido en casi todos los aspectos (relacionados con la salud y la praxis médica, política y de la industria farmacéutica) que analiza. Pero supongo que hay que leer el libro para acabar de entender por qué dice lo que dice.
Y sobre lo segundo... volvamos a que todo es según el color del cristal con que se mire. Y yo no lo veo azul.
Publicar un comentario