«La historia del montaje de El público es la historia de una utopía. Una utopía desenfrenada, si eso puede decirse. Todo partió de algo tan sencillo como la lectura de un texto, un texto de Lorca. ¿Qué tendrá ese texto que te atrae, te agarra y no te suelta, y te introduce en una vorágine insondable? También partió de los deseos compartidos con un actor, Alfredo Alcón, que, como si de alquimia se tratara, era capaz de encarnar la palabra de Lorca como ningún otro actor de habla española. He escrito «encarnar» consciente de que el teatro contem- poráneo está haciendo desaparecer la frontera que existe entre el personaje y el actor, pero ese tema sería en sí mismo el argumento de un libro entero. El público provoca y pone al descubierto muchas resonancias en uno mismo y, finalmente, nos condujo al desafío, pero no al desafío metafísico, sino al «duelo» físico entre Lorca y cada uno de los que estábamos metidos en esa aventura, sin padrinos ni testigos, solos frente a él y cada uno con sus armas. «Tú has osado hacerlo —le decíamos a Federico—, tú has buscado en tus zonas más recónditas tus verdades mas íntimas, más profundas, las más escondidas, las más hermosas y las más feas también, para que nadie se llame a engaño de cómo eres, de cómo somos, de qué materia están hechas nuestras pulsiones. Y luego, las has soltado, las has gritado con la rotundidad de una blasfemia, has encontrado tu camino y has vomitado lo que te ha dado la gana y, además, lo has hecho como los toreros, 'con arte'. ¡Yo también voy a probarlo! ¿Qué digo? ¡Yo también lo voy a hacer!» Este diálogo es el que yo sostenía con Lorca y el que, a su vez, sostenía Fabiá Puigserver, el escenógrafo que no solo se inventó un lugar para que eso ocurriera, sino un teatro, único, extraordinario, desmontable, un teatro soñado que, como La Barraca paseara de pueblo en pueblo, y que está en el origen del espacio que creó después para El público. Y eso mismo discurría en su locura Frederic Amat mientras empapelaba literalmente las paredes de su estudio con los cientos de dibujos, imágenes y más imágenes que provocaba El público. Yo me daba cuenta en los momentos en que nos permitíamos meter nuestras narices por unas horas en el trabajo del otro, durante los meses que precedieron los ensayos, para intercambiar y discutir con pasión nuestros descubrimientos. Afortu- nadamente, el reto se había convertido en una obsesión. A esta obsesión se añadieron más tarde otros seres, muchos actores, músicos, técnicos... todos y cada uno se engancharon al juego y mantuvieron su desafío personal con el poeta. El público tenía este poder.» (pág. 69)
3 comentarios:
Coincidiendo con Marcos
dijo...
«Este libro es de lo más bello, leve y hondo al mismo tiempo, que he leído sobre Lorca en mucho tiempo.» Marcos Ordóñez, El País
«Pasqual ha escrito un libro de muy buena literatura. Hay libros que iluminan la noche y este libro iluminó mi noche, muchas noches. Lo leí mordisco a mordico, poco a poco, haciéndolo durar mucho, a pesar de la tentación... Porque iluminaba mis noches.» Frederic Amat, Pintor y escultor
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«Este libro es de lo más bello, leve y hondo al mismo tiempo, que he leído sobre Lorca en mucho tiempo.» Marcos Ordóñez, El País
«Pasqual ha escrito un libro de muy buena literatura. Hay libros que iluminan la noche y este libro iluminó mi noche, muchas noches. Lo leí mordisco a mordico, poco a poco, haciéndolo durar mucho, a pesar de la tentación... Porque iluminaba mis noches.» Frederic Amat, Pintor y escultor
Extraordinario.
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