«No es verdad que la única obligación de una novela sea contar una buena historia y hacérsela vivir al lector; la única obligación de una novela (o por lo menos la más importante) consiste en ampliar nuestro conocimiento de lo humano, y por eso Hermann Broch afirmaba que es inmoral aquella novela que no descubre ninguna parcela de la existencia hasta entonces desconocida. Ahora bien, sabemos que la novela es forma y que, en ella, una mala historia bien contada es una buena historia, mientras que una buena historia mal contada es una mala historia; por lo mismo, usando viejas formas la novela está condenada a decir cosas viejas, y sólo usando formas nuevas podrá decir nuevas cosas. De ahí el imperativo de innovación formal. La novela del XIX no es el modelo perfecto e insuperable de la novela, porque la forma perfecta de la novela no existe; mejor dicho: la única forma perfecta de la novela es, si acaso, la forma imperfecta pero infinitamente perfectible que concibió Cervantes. La novela necesita cambiar, adoptar un aspecto que nunca adoptó, estar donde nunca ha estado, conquistar territorio virgen, para decir lo que nadie ha dicho y nadie salvo ella puede decir. Es mentira, lo repito, que las novelas sirvan sólo para pasar el rato, para matar el tiempo; al contrario: sirven, de entrada, para hacer vivir el tiempo, para volverlo más intenso y menos trivial, pero sobre todo sirven para cambiar la forma de percepción del mundo del lector; es decir, sirven para cambiar el mundo. La novela necesita ser nueva para decir cosas nuevas; necesita cambiar para cambiarnos: para hacernos como nunca hemos sido.» (pág. 47)
1 comentario:
Muy interesante.
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