«Quien se tome el trabajo de examinar las crónicas descubrirá que en cierto año —el curioso deducirá por lo que ya hemos dicho que era alrededor de 1830, pero por razones que resultarán obvias cuando se lea este relato es imprescindible disfrazar el tiempo y el lugar de estos hechos- aparecieron en la aldea de... del condado de... dos niños, en apariencia de unos cuatro años, que ignoraban todos los idiomas conocidos y no podían explicar su origen ni comunicarse de ninguna manera con los habitantes —ni con el resto del mundo— de la región donde habían sido encontrados. Además, esos niños, cuyos ligeros vestidos eran de un extraño tejido verde semejante a una telaraña, se distinguían también por la extraordinaria calidad de su piel, de una textura verde y semitraslúcida, parecida a los cactos, pero desde luego mucho más delicada y sensitiva. Una viuda de la aldea adoptó a esos niños para que pudieran educarse y civilizarse. Eran bastante dóciles y tímidos, como gacelas, pero no tenían nociones de Dios y ni siquiera de la moral que por lo común ya ha aprendido un niño inglés de esa edad. Olivero no había olvidado ese extraño acontecimiento que tenía para su espíritu la significación de un símbolo no descifrado, oscuramente vinculado con su partida y, además, con la fatalidad de su regreso.» (pàg. 12)
2 comentarios:
Una lectura interesante, densa, que requiere cierto esfuerzo (no se lee con el placer que, por ejemplo, proporciona Lucia Berlin), pero que compensa por la riqueza de ideas y de mundos paralelos que ofrece.
Read, curioso nombre para un escritor.
¡Por fin!
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