«Juan Diego se puso a mirar un tablón de anuncios en la librería. Contenía fotografías de mujeres acompañadas de lo que parecían listas de nombres de escritores. E incluían números que parecían los números telefónicos de esas mujeres. ¿Eran mujeres de un club de lectura?Juan Diego reconoció muchos de los nombres de los escritores, el suyo entre ellos. Eran todos autores literarios. Claro que era un club de lectura, pensó Juan Diego; no había un solo retrato de hombre.
[...]
Le parecía enternecedor: ¡mujeres que querían conocer a hombres para hablar de los libros que habían leído!
[...]
Pero ¿encontrarían esas pobres mujeres a algún hombre que leyera novelas? (Juan Diego tenía sus dudas.)
[...]
La editora y la traductora de Juan Diego volvieron a su lado, pero no antes de que Juan Diego lanzara una mirada anhelante a una de las fotografía: era una mujer en cuya lista aparecía el nombre de Juan Diego en primer lugar. Era guapa pero no muy guapa; se la veía ojerosa, un poco desdichada. Tenía una expresión perturbadora en los ojos; el pelo parecía un tanto descuidado. No tenía a nadie en su vida para hablar de las maravillosas novelas que había leído.» (p. 282-283)
2 comentarios:
Lo bueno, si breve...
Pero si es largo, pues te dura más.
O cuando las ventajas se convierten en inconvenientes, y viceversa.
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