«-Bueno, verá. Le gusta comer hasta el extremo de que a veces actúa como un insensato, como si hubiera perdido el juicio. Y no sólo se trata de comer, también de cocina. La cocina china incluye una enorme cantidad de ingredientes, pero cuando se pone manos a la obra, no tiene límites. Vegetales, frutas, pescados, pájaros, por supuesto. Todo, absolutamente todo. Desde el reino humano hasta el de los insectos, cualquier cosa es susceptible de convertirse en un ingrediente. Como sabrá usted, desde la antigüedad los chinos hemos comido nidos de golondrina, aletas de tiburón, zarpas de oso, pezuñas de ciervo, pero fue él quien nos enseñó a comer corteza de árbol, excremento de pájaro y saliva humana. También aprendimos distintas formas de cocción y asado. Como resultado de todo eso, donde antes teníamos unos diez tipos distintos de sopa, ahora tenemos entre sesenta y setenta. Otra innovación sorprendente de nuestro presidente fueron los recipientes utilizados para preparar y servir la comida: cuencos, platos, tarros, cucharas de cerámica, porcelana o metal. Para él otro servicio de mesa es inimaginable. Y la comida no siempre tiene que por qué ir servida en un plato. Se puede untar, arrojar, tomar a borbotones de una fuente... En muchas ocasiones no ha sido fácil distinguir cuál era el continente y cuál el contenido. A pesar de todo, no se puede alardear de haber probado exquisiteces. Es la consigna de nuestro presidente.» (págs. 50-51)
2 comentarios:
No se hizo la miel para la boca del asno.
No encuentro respuesta adecuada a semejante inexactitud.
Cada uno come lo que le gusta (y algunos ni eso).
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